TRECE

835 54 11
                                    


Unos días después, Hunter se presenta en mi casa con una sonrisa que me recuerda demasiado a la del gato de Cheshire.

—Sea lo que sea, la respuesta es no —sentencio. Doy media vuelta y finjo estar concentrada en los deberes, aunque es difícil sabiendo que él está en mi habitación.

En general, no me importa. Estoy más que acostumbrada a que mi mejor amigo entre y salga de mi casa a voluntad, como también lo están mis padres. La única norma es que, cuando estemos los dos a solas, la puerta de mi habitación se quede abierta. Absurdo. Es imposible que pase algo entre nosotros. Lo más comprometedor que nos han pillado mis padres haciendo fue aquella vez que Hunter suspendió un examen y me pidió ayuda para falsificar la firma de su madre.

Y no, lo del fin de semana anterior no cuenta.

—No sabes lo que te voy a pedir.

—Te conozco. No me da buena vibra. —Suelto el bolígrafo y giro la silla. Hunter se ha acomodado sobre mi cama como si fuera suya—. ¿Qué has hecho?

—¿Tan mala visión tienes de mí?

—No me obligues a contestar esa pregunta.

Hunter me arroja el único peluche que tengo y yo apenas logro esquivarlo.

—¡No me tires a Abracitos encima!

—Abracitos —dice mi mejor amigo. Ni siquiera intenta camuflar el tono de burla—. ¿Por qué sigues conservando ese viejo oso roñoso?

—Porque me lo regalaste tú, idiota —le espeto. Me agacho para recoger el oso y, cuando me incorporo, me sorprende descubrir que Hunter está serio—. ¿Qué?

—Nada.

Alzo una ceja. No lo creo, pero voy a dejarlo pasar.

—Venga, dime qué quieres. —Coloco a Abracitos sobre mi regazo y lo abrazo—. ¿Una consulta jurídica? ¿Que te haga los deberes? ¿Dinero?

—Que me acompañes sin hacer preguntas.

—No.

—Ni siquiera has dudado.

—Porque no pienso ir a ningún sitio a ciegas. ¿Olvidas lo mal que lo pasé en la cita? No, ni de coña. Necesito una pista o ya te puedes largar de mi casa, Hunter, porque no me van a nombrar valedictorian si entrego unos trabajos mediocres.

Hunter se lo piensa unos segundos. Se echa hacia delante repentinamente y nuestras cabezas quedan juntas, tan juntas, que durante un instante creo que me va a besar y me quedo paralizada. Sin embargo, mi mejor amigo echa un rápido vistazo a la puerta y baja el tono de voz.

—Es una misión de espionaje.

Trago saliva antes de contestar.

—¿Qué?

—¿Me acompañas o no?

Dudo. Una parte de mí quiere echar a Hunter a patadas. Tengo tanto trabajo que hacer y queda tan poco de curso que no me puedo permitir perder el tiempo en tonterías. Sin embargo, la otra parte tiene tanta curiosidad que hasta le cuesta mantener el culo pegado a la silla.

Suspiro.

—Deja que me cambie y te acompaño.

Hunter sonríe.

—¿Quieres que te ayude con eso?

Le golpeo con Abracitos hasta que consigo que se marche de mi habitación y cierro la puerta de un portazo. Incluso así, sigo escuchando sus carcajadas.

Nunca digas nuncaWhere stories live. Discover now