VEINTIDÓS

692 50 10
                                    




Hunter y yo cambiamos los asientos cuando llegamos a casa y es él quien mete el Chevrolet en el garaje. Si ya me cuesta maniobrar en espacios abiertos, no me quiero ni imaginar el destrozo que le haría al coche de intentar cuadrarlo en un lugar tan pequeño y atestado de cosas que es casi imposible esquivarlas.

El motor del Chevrolet calla y con él, lo hacemos nosotros. Ni Hunter ni yo nos apeamos del coche. Permanecemos sentados, observando hacia la nada, las respiraciones agitadas y una conversación pendiente en la punta de la lengua.

Necesito varios minutos para armarme de valor y decir:

—¿Por qué no vas a clase?

Hunter me lanza una mirada sorprendida.

—¿Qué?

—No vas nunca a clase. Antes hacías pellas, pero ahora es... exagerado. —Bajo el tono de voz. Mis dedos pican de la necesidad que tengo de buscar su mano, pero me contengo—. Me he dado cuenta esta mañana, lo siento. Estos últimos meses no he sido la mejor amiga del mundo.

—No hay nada raro en ello —dice Hunter, tras unos segundos en silencio. Intenta parecer despreocupado, pero a mí no me engaña—. Es que no me interesan las clases, eso es todo.

—No es cierto. A ver, es cierto que nunca has sido el estudiante más brillante, pero por lo menos hacías los deberes y te preocupabas por aprender algo. Ahora... Hay algo más. Lo sé.

—Iv...

Me cruzo de brazos.

—No pienso bajarme del coche hasta que me digas qué te pasa —sentencio.

Hunter suspira. Apoya el codo en el volante y se pasa una mano por el pelo.

—Es que... Es una tontería. Ni siquiera sé cómo explicarlo.

—Ya estoy acostumbrada a tu paupérrima forma de hablar.

—¿Paupérrima?

—Superlativo de pobre —explico.

—Joder. Echaba de menos la forma tan elegante que tienes de insultarme.

Me muerdo el labio inferior para evitar sonreír, aunque él no oculta la mueca divertida que le tironea de la comisura de los labios.

—Hunter...

—No quiero que se acabe el instituto —suelta, finalmente—. Sé que tú estás preparada, que lo estás deseando, incluso, pero yo no quiero... Cuando nos graduemos, todo cambiará. Tú te irás a Nueva York, Carlos se marchará a Chicago junto a Roshelle...

—¿Juntos?

—Han empezado algo.

—Guau. Perdón, continúa.

—Los gemelos Graves también tienen claro qué quieren hacer y yo... no. Tengo la sensación de que todo el mundo avanza y que yo estoy paralizado. Mia ya no me necesita, no como antes. Y ese era mi papel, sabes. Era su hermano mayor y ahora... no sé qué quiero hacer con mi vida.

—¿Y crees que, si repites curso, todo se solucionará? ¿Que, de repente, encontrarás la respuesta a todas las preguntas?

—Te he dicho que era una tontería.

—¡No! —digo, de manera brusca. No quiero que me malinterprete—. No es eso. Tiene sentido, pero... Es solo un parche, lo sabes, ¿no? El tiempo no se detiene. Nunca lo hace.

—Lo sé.

Ambos hacemos una pausa.

Me frustra no ser capaz de ayudarle. ¿Cuánto llevará dándole vueltas a esto? ¿Por qué nunca me ha dicho nada? Hunter siempre parece tan seguro que a veces se me olvida que, en realidad, es una persona plagada de miedos y de inseguridades.

Nunca digas nuncaWhere stories live. Discover now