VEINTIUNO

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El trabajo de Willow avanza a buen ritmo. Mi amiga ya ha terminado tres de los retratos y para el cuarto solo quedan unos retoques.

—¿Quién será el quinto? —pregunto. Ya me he acostumbrado a madrugar para asistir al instituto, aunque mi retrato fue el segundo que terminó.

Willow no contesta. No sé si es porque está muy metida en la obra o porque no me quiere responder. Espero. Cambio el peso de mi cuerpo de una pierna a otra. Todavía me duele el culo una barbaridad y me ha salido un moretón, pero me consuela saber que podría haber sido peor. En fin, podría haberme partido la cabeza o Erika podría haberme bajado los pantalones delante de Hunter.

Hazel y Nil han ido a la buscar el desayuno. Cerca del instituto hay una pastelería y ninguno de nosotros funciona bien hasta que no se toma, por lo menos, un par de cafés.

—¿Qué te parece? —pregunta Willow finalmente. Me acerco a ella y observo el retrato de Hazel. En su autorretrato, los colores son vibrantes, como si tuvieran electricidad. En el mío ha usado tonos tierra, quizás por mi obsesión por mantenerme firme y ser tan controladora. Con Nil ha usado una mezcla de azules y morados, algunos apagados y otros saturados. En el caso de Hazel, el lienzo parece una explosión pastel. Es increíble lo bien que ha captado nuestra personalidad, no solo con las expresiones de nuestros rostros, sino también con la paleta que ha escogido para cada uno—. La nariz de Hazel es más larga y redondeada en la punta, pero...

—Es perfecto, Willow —susurro. Es abrumador tener una amiga capaz de crear algo de la nada. Abrumador en el buen sentido, claro—. Todos lo son. Son increíbles, en serio.

Willow enrojece, aunque sonríe. Vuelve a tener el rostro plagado de manchas de pintura y, aunque profundas ojeras adornan la parte inferior de sus ojos, hay orgullo en su mirada.

—La verdad es que me gustan. Está mal que yo lo diga, pero creo que el tema de mi exposición es interesante.

El amor y la amistad. Porque el amor no tiene que ir siempre de la mano con lo romántico. Porque el amor se presenta de muchas formas diferentes y tiene decenas y decenas de envoltorios. Porque Willow nos ama y nosotros la amamos a ella y no se me ocurre una forma más bonita de homenajear lo que somos, lo que ha significado nuestra amistad durante los últimos años, lo inquebrantable de nuestro vínculo, incluso aunque ya no estemos en el instituto.

¿Cuáles son las posibilidades de encontrar a tu alma gemela? ¿Una entre un billón? Y yo he tenido la suerte de encontrar no solo una, sino tres. Tres personas por las que me pondría delante de una bala y de las que me fío a ciegas.

Si eso no me convierte en la persona más afortunada del mundo nada lo hará.

—Oh, perdona. No sabía que estabas por aquí.

La voz de Violet tensa el cuerpo de mi amiga como la cuerda de un violín. Willow mira hacia la puerta con los ojos entrecerrados.

—¿Qué haces tan pronto en el aula de arte?

—Quiero terminar de darle unas pinceladas a las obras de la exposición, pero si molesto...

—Un poc...

Le doy un codazo a Willow. Estoy a punto de soltar un suspiro hastiado. ¿Hasta cuándo seguirá haciéndose la dura con Violet?

—Puedes quedarte —me apresuro a contestar—. Yo ya me iba.

Willow rechina los dientes.

—¿No íbamos a esperar a Hazel y Nil?

—Luego te llevo el café a clase. —Cojo mi mochila y me la echo sobre uno de los hombros—. Un placer verte, Violet.

Nunca digas nuncaWhere stories live. Discover now