VEINTINUEVE

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Después de la exposición vamos todos a cenar. Y, cuando digo todos, quiero decir todos: mis amigos, Paris, Violet y Hunter.

Es una situación de lo más extraña. Que esté sentada en la misma mesa que el capitán del equipo de fútbol, una animadora y el malote oficial del instituto, me refiero. Aunque supongo que después de la semana que viene estos títulos no significarán nada porque ya no seremos estudiantes.

Nos repartimos en los coches de Nil, Hunter y Paris y ocupamos una enorme mesa en una pizzería cerca de la galería de arte. Y... me lo paso bien. No es un hecho sorprendente, porque en este sitio se reúnen varias de las personas más importantes de mi vida, pero sí que es sorprendente que todos encajemos tan bien. Paris y Hunter hablan como si fueran colegas de toda la vida; Violet y Willow coquetean de forma abierta y descarada mientras Hazel suelta grititos de emoción y Nil y yo nos apostamos quién de los dos es capaz de comerse más trozos de pizza. Gano yo, porque a veces a Nil se le va la fuerza por la boca, pero acabo tan empachada y llena de gases que me tiro un eructo que me hace enrojecer hasta las orejas y los demás sueltan una sonora carcajada.

Tengo que admitirlo: me da un poco de pena haberme dado cuenta de que, en realidad, no hay tantas diferencias entre nosotros ahora que vamos a dejar el instituto.

—Menudo día —me dice Willow cuando sale del cubículo del baño—. Creo que todavía estoy en las nubes por la exposición.

De nuestro grupo de amigos, ella y yo somos las más meonas. Rara es la vez que no tenemos que ir juntas al baño mientras Nil y Hazel nos esperan fuera. Esta es la tercera vez que va ella y la segunda que voy yo. En fin, problemas de tener la vejiga del tamaño de un guisante. 

Willow se acerca al lavabo que hay junto al que estoy usando yo y se enjabona las manos.

—Normal —digo. Me seco las manos en el aire y sonrío a mi amiga a través del espejo—. Tus obras han gustado mucho. Y no me extraña.

—¿De verdad lo crees?

—Por supuesto que sí.

Esta vez es Willow es quien sonríe. Mi amiga, al contrario que yo, usa el secador. Durante unos segundos, ninguna dice nada. Y luego, cuando el silencio vuelve al cuarto de baño, Willow se gira para mirarme directamente y se lanza:

—Oye, sobre lo de Violet...

—¿Qué ocurre con ella?

—Siento mucho no haberte dicho nada, en serio.

—Willow, no pasa nada. Lo entiendo. Todos lo hacemos.

—Sí, pero... —Mi amiga toma aire—. Es que... a veces, incluso a mí me cuesta procesar que seamos novias. Es Violet. ¿De verdad no te parece raro?

—No. Tú misma lo has dicho: es Violet. Es adorable y hacéis muy buena pareja. —Hago una pausa, algo confusa—. ¿Por qué? ¿Te arrepientes de estar con ella? ¿No era como te lo esperabas?

—No es eso. Es incluso mejor. Estar con ella es... increíble, en serio. Me hace reír, ¡y me sorprende constantemente! Muchas veces quedamos para pintar y ni siquiera necesitamos hablar para estar bien juntas. Nos sirve con estar una al lado de otra. Me transmite una paz que nunca pensé que alguien como ella pudiera transmitirme. Es... difícil de explicar.

Creo que la entiendo. No, sé que la entiendo, porque es justo como me siento yo con Hunter. Con él los silencios no son incómodos. Podemos estar los dos en la misma habitación sin hacer nada y siempre será mi plan favorito.

—Me alegro mucho por vosotras, Willow, pero especialmente por ti. Me alegra que te hayas decidido a dar el paso con ella. Me imagino que tuvo que ser confuso y... no sé, vertiginoso.

Nunca digas nuncaWhere stories live. Discover now