Capítulo 8

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Estás entre lo que quiero tener y
lo que me da miedo tener.
Marilyn Monroe

Cookie's era una cafetería con temática de los 60's. Estaba a diez minutos andando de Columbia y era muy frecuentada por estudiantes de las universidades de alrededor. Kai trabajaba allí desde el curso anterior, aunque solo lo hizo durante el período de clases, en verano lo dejó y ahora había vuelto. Era un acuerdo que tenía con la jefa.

A ella no le hacía falta trabajar, pero se sentía mal por tener que depender del dinero de sus padres y suficiente con que ya le pagaban la universidad, por lo menos con el dinero del trabajo podía permitirse algunos caprichos. Además, tampoco le funcionó tan mal el curso anterior. Por la mañana estudiaba y por la tarde trabajaba de cuatro a ocho, de lunes a jueves. Tampoco era muy agobiante, muchas veces se encontraba con amigos que venían a verla y así se le hacía más amena la tarde. Entre Harriet y Ethan el local parecía un confesionario, a veces.

Era jueves y el inicio de las clases le sentaba espectacular, Kai era una de esas personas que necesitaba hacer cosas todo el tiempo, sino se aburría. Durante la semana había estado con su nueva compañera, cenaban juntas y luego, a veces, veían alguna película que daban por la televisión. También había quedado con Ethan alguna vez, el cual tenía la escuela a media hora en coche, aproximadamente.

Aquella tarde recibió la visita de Harriet, su antigua compañera de habitación. A Kai le encantaba Harriet, siempre estaba de buen humor y no tenía pegas para nada. Por no hablar de su extravagancia cuando vestía o se peinaba su cabello rubio que le llegaba por la cintura, era una persona con mucha esencia y era de esperar que alguien, como era Max, se enamorara locamente de ella.

Mientras Kai preparaba unos batidos en la barra, su amiga empezó a hablarle sobre las últimas noticias en su relación, a lo que ella escuchaba por muy igual que le diera.

– ¿Pero puedes creer que los hombres son así de básicos? Yo le compré una chupa de cuero, pero no una cualquiera. Era La Chupa de Cuero, la que él quería. Y va él y me regala una caja de bombones con una nota romántica – se quejaba indignada.

– Yo no veo el problema – respondió Kai.

– Ni yo tampoco, pero yo también quería una chupa de cuero para ir a conjunto con mi novio.

– Bueno, en ese caso, díselo y quizás te la compre.

– Sí, claro, y ya de paso le doy mis medidas.

– Creo que esas ya se las sabe – murmuró sarcástica.

Su amiga se dio unos segundos para introducir la pajita del batido de fresa en la boca. Luego pareció darle un subidón y prosiguió.

– Hablando de medidas. El otro día estábamos en la cama y se la sacó, claro está. Pues total que...

– No necesito la información que vas a darme – la cortó mientras ponía nata decorativa encima de un batido.

– Créeme que sí – susurró Harriet mientras acercaba su cara a la de su amiga.

– Créeme que no – susurró de vuelta con una falsa sonrisa mientras levantaba la mirada.

En aquel preciso instante la suerte de la morena finalizó. Steve y Emily, las dos personas que Kai deseaba ver a todas horas, entraban por la puerta, acurrucados.

Notó como la chica con californianas rubias la miraba esbozando una sonrisa malvada. Emily sabía de sobras que trabajaba allí, el curso pasado ya le había hecho alguna encantadora visita. Solo que nunca antes había aparecido con su novio.

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