Capítulo 41

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Sigo mal, y seguiré peor, pero voy
aprendiendo a estar sola y eso ya es una
ventaja y un pequeño triunfo.
Frida Khalo

En las relaciones muchas veces hay que llegar a un punto medio donde ambas partes estén dispuestas a ceder, eso era algo que Kai había visto en casa desde pequeña. Sus padres eran dos personas completamente distintas que, según ellos, tuvieron muchos altibajos al inicio de su relación, por eso muy raramente discutían y esa era una de las razones por las que Kai odiaba discutir y optaba por hablar. Al principio, no se fijaba en eso hasta que se mudaron a Brooklyn, aquel año hubo un suceso que le hizo entender como funcionaban sus padres. Ese suceso fue la celebración de Navidad.

En Hawaii es tradición celebrar la festividad en la playa, al aire libre, en familia, con música, bailes, comida tradicional de la isla, etc. Mientras que en Nueva York es más apetecible pasar la cena frente a la hoguera. Lia echaba mucho de menos sus tradiciones, por no hablar de la forma de vida que tenía en la isla, a ella el mar le daba vida. Ahora lo tenía lejos y eso le frustraba, así que Richard cedió en celebrar las Navidades con la misma temática tropical de Hawaii solo que frente a una hoguera. Ella había dejado su sitio, tuvo que adaptarse a un ambiente más frío, tradiciones más conservadoras, menos libertad, entre otras, por eso a él no le importó cambiar los trineos por barcos o a Santa Claus con su tradicional traje rojo por un bañador. También aprendió a tocar el ukelele para poder ofrecer música a la familia una vez se terminara la cena, y accedió a remplazar el pavo por las variedades exóticas que su mujer cocinaba. Después de todos esos cambios, él la vio feliz y no le importó nada más, la fiesta seguía siendo la misma. Solo hubo una única cosa que ambos tuvieron que cambiar a la vez frente a ese día. Cada veinticinco de diciembre por la noche eran invitados a casa de los padres de Richard que celebraban las fiestas de forma tradicional, eso quería decir que ellos no podrían celebrarlas al estilo Hawaiano esa noche, así que cambiaron su día de celebración al veinticuatro por la noche, eso sí, los regalos se abrían a la mañana siguiente como era tradición en ambos sitios. 

– Mamá, estás haciendo comida para todo el barrio. ¡Solo somos seis! – dijo la chica mientras ayudaba a su madre a preparar la cena.

– Sí, y tres de ellos vienen de un vuelo.

– No les matan de hambre en el avión.

– Mejor que sobre y no que falte. Además, lo que no nos comamos lo llevaremos al comedor social.

– Eres demasiado buena para que me enfade contigo.

– Lo sé –. Ambas se miraron y se dedicaron una sonrisa cómplice.

Sus abuelos y su tía llegaron a las cuatro al aeropuerto, como no iban a caber en el coche, Kai optó por quedarse en casa para terminar de recoger unas cuantas cosas, tampoco era mucho, ya que le sobró tiempo para recostarse en el sofá hasta que llegaron.

Cuando vio a sus abuelos después de un año, sintió como le bajaban las lágrimas por las mejillas y como se le llenaba el pecho de la emoción. Solo se veían una vez al año y las llamadas telefónicas no eran lo mismo. 

– ¡Qué guapa estás! – exclamó Milana, la abuela.

– No es justo que me lo digas tú, abuela – contestó la nieta. Era cierto, la mujer se conservaba demasiado bien para la edad que tenía.

Luego los acompañó a su habitación, que era la que una vez perteneció a su hermana, dejó sus cosas y tardó unos minutos en bajar para ir al baño. Cuando volvió de nuevo al salón y vio a sus padres, sus abuelos y su tía conversando con ánimo, entendió que quizás aquel año se sentía un poco sola, pero realmente no lo estaba.

Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZONWhere stories live. Discover now