Capítulo 23

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Complicar lo sencillo lo puede hacer cualquiera;
pero hacer que lo complicado sea sencillo,
tremendamente sencillo, eso es creatividad.
Charles Magnus

– ¿Amigos?

– ¿Amigos con derecho?

– ¿Lío abierto?

– ¿Lío exclusivo?

– ¡¿Novios?! – exclamaron ambos a la vez.

Alyn maldijo internamente por haber concertado esa cena y se golpeó mentalmente por no intuir que eso pasaría. Sobre todo si iba con la intención de explicarle a los mellizos su situación con Ethan, junto con su última semana junto a él.

Habían pasado unas cuantas tardes juntos, ya fuera en la habitación de Alyn – donde el chico le hacía compañía, o donde pasaban el rato entre charlas y besos –; o en la buhardilla de Ethan, donde se pasaban horas pintando juntos.

La chica había vuelto a coger el hábito de pintar e incluso había comenzado a hacer pequeños dibujos en los márgenes de sus libretas o en cualquier superficie irrelevante. Y se sentía completa al hacerlo, aunque había un sabor agridulce en el fondo y no sabía el motivo.

– Nada de eso – respondió la castaña, causando que ambos hermanos se miraran con el ceño fruncido. Bufó –. No lo hemos definido. La verdad, ni siquiera me había detenido a pensarlo.

– ¿Das por hecho que estáis en una relación? – preguntó, Hailey, mirándola con cautela.

– No – dudó –. No lo sé.

– Cariño, creo que tienes una conversación pendiente – declaró Hayden, mientras ojeaba la carta sobre la mesa.

La chica puso los ojos en blanco y negó levemente. No lo veía necesario, fuera lo que fuera lo que estaba pasando entre Ethan y ella, estaba bien como estaba. No necesitaba una etiqueta, al menos no de momento.

– Por favor, comportaos – les pidió, Alyn, cambiando el rumbo de la conversación –. Y, sobre todo, no me dejéis en ridículo.

Ambos soltaron un jadeo entre sorprendidos y ofendidos antes de mirarse mutuamente y fingir un dolor en el pecho, siendo Hayden el más dramático.

– No puedo creer que pienses que somos capaces de hacer algo así –. Alyn lo observó con una ceja alzada –. Bueno, tus motivos tienes – concluyó encogiéndose de hombros –. Si me disculpan, bellas damas, necesito ir a echar una meadita.

– Qué fino eres – ironizó su hermana.

– El más refinado – confirmó este, poniéndose en pie –. No tardo – fue una promesa dirigida a su amiga.

Ambas mujeres observaron como el chico desaparecía tras la esquina que daba al pasillo donde se encontraban los baños. Tras ello volvieron a mirarse.

– He decidido volverme a teñir – le confesó, Hailey.

– ¿Otra vez de rosa? – le preguntó al tiempo que jugueteaba con una servilleta.

– No, esta vez creo que será azul. Es decir, las mismas mechas que ahora, pero azules.

– Mmm... Creo que te quedará bien. ¿Hayden lo sabe?

– Ni de coña, paso de que vuelva a ocurrir lo de la última vez.

– ¿No quieres que te copie?

– No lo digas en ese tono que sabes perfectamente que fue él quién me copió a mí y no yo a él, como se encarga de explicar.

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