Capítulo 15

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Eres la casualidad con los ojos más
bonitos que ha llegado a mi vida.
Antonio Gómez

En el interior del coche de Ethan, Alyn se sentía pequeña. Ya había subido antes, cuando la secuestró para asistir al partido de fútbol americano de Steve. Sin embargo, con lo confusa y enfurecida que se encontraba no se fijó en el vehículo. No es que fuera enorme, pero sí más grande que los otros en los que se había subido a lo largo de su vida, que fueron pocos. Estaba tan acostumbrada a su Volkswagen Corrado que esto le parecía un gran cambio.

Ethan la había recogido quince minutos atrás y aparte de un par de palabras al principio del trayecto, no habían conversado nada. Se mantuvieron en un silencio que, para sorpresa de ambos, era cómodo. Alyn, todavía sintiéndose pequeña, se acomodó en el asiento y apoyó la cabeza en la ventanilla. El chico, por su parte, conducía con tranquilidad, más de la habitual, mientras, de vez en cuando, no podía evitar mirar de soslayo a la castaña.

Ella estaba nerviosa por saber a dónde iban.

Él estaba ansioso por llegar.

– ¿Queda mucho? – murmuró sin apartar la mirada de la ventana.

– No, estamos llegando – respondió con una sonrisa. Había notado la urgencia que tenía en el tono de su voz –. ¿Tantas ganas tienes de saber a dónde vamos?

– Siendo tú el que lo ha elegido, pues sí.

– Oh – fingió estar herido y se llevó una mano al pecho, manteniendo firme el volante con la otra –. Qué ataque tan gratuito.

– De gratuito nada – rebatió, aunque su tono de voz la delató, se estaba divirtiendo –. Me llevaste a un partido para después colarnos en el campo cuando no había nadie.

– Eso ya ha prescrito – sentenció, Ethan, al tiempo que se encogía de hombros.

– Bueno, pues entonces sacaré a relucir que me llevaste con Kai y contigo a asaltar la propiedad privada de la universidad para hacer un graffiti.

Ethan se quedó en silencio, rumiando sus palabras.

Touché – concluyó. Alyn sonrió, satisfecha. Lo sintió como una victoria.

Unos cinco minutos después ya se encontraban aparcando. Ethan sonrió al encontrar un lugar justo delante del edificio. Ella, por su parte, miraba confundida en todas las direcciones. Y, sin saber qué más hacer, imitó la acción del castaño en cuanto este se bajó del coche.

– ¿Dónde estamos? – preguntó, ceñuda, una vez se pararon en el portal del edificio.

– En mi casa – contestó con simpleza al tiempo que sacaba las llaves.

Estaba tan concentrado en esa acción que no vio la cara de asombro que se formó en el rostro de la chica. Al menos no hasta que logró abrir la puerta y la sujetó para que ella pasara. Entonces, al ver su sorpresa, una pequeña risa se escapó de sus labios.

– No te voy a secuestrar, ¿eh? –. Eso devolvió a la realidad a Alyn, quien agitó la cabeza –. Además, si fuera el caso, no sería la primera vez. Ya te secuestré, al menos según tú lo hice, y no acabó mal. Sigues viva – continuó la broma.

Alyn se había sorprendido porque nunca pensó que fuera la clase de chico que invitaría a una chica cualquiera a su casa. Pero claro, siempre pensaba que sabía cómo era Ethan, que se podría ver venir sus actos aunque, al final, siempre hacía algo que la descolocaba.

Subieron hasta el último piso en silencio, con la única interrupción al cruzarse con una vecina anciana, que saludó al chico con mucho cariño. Él se dejó mimar un par de segundos, como si no le importara la imagen que podría crear Alyn. Eso le hizo sonreír. Muchos chicos se avergonzarían.

Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZONWhere stories live. Discover now