Capítulo 9

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El problema es que buscamos a alguien con
quien envejecer, y realmente hay que encontrar
a alguien, con quién seguir siendo niños.
Charles Bukowski

El ruido se alzó sobre el silencio de toda la estancia y llegó hasta sus oídos que fueron torturados. Ethan apretó los ojos, molesto, antes de abrir solo uno de ellos. La luz tenue se colaba por la ventana y creaba leves sombras con cualquier objeto, aunque apenas se percibían por la poca fuerza del sol, estaba atardeciendo. La que él vio, al incorporarse un poco, fue la del caballete.

Localizó el teléfono, que había subido del piso inferior horas atrás, y lo atrapó para volverse a tumbar en ese frío y manchado suelo. No se molestó en mantener los ojos abiertos cuando contestó.

– ¿Diga? – su voz salió más ronca de lo normal, por lo que carraspeó.

– Hola, cariño –. Sonrió al reconocer la voz de su madre al otro lado. Soltó un sonido perezoso al tiempo que se estiraba para destensar los músculos –. ¿Estabas durmiendo?

– Digamos que hace un rato que cerré los ojos en busca de inspiración –, observó el lienzo en blanco sobre el caballete –, y...

– Te has quedado dormido en el suelo de tu estudio –. Adoraba que su madre llamara así a esa pequeña buhardilla.

– Efectivamente.

– ¿Desde cuándo llevas buscando la inspiración, como tú lo llamas?

– No lo sé – respondió frotándose los ojos –. ¿Qué hora es?

– La siete y veinte.

El cuerpo de Ethan se elevó de golpe, quedando sentado sobre la madera del suelo que crujió por su movimiento repentino. El chico maldijo entre murmullos que alcanzaron el oído de su madre.

– ¿Qué ocurre, cariño?

– Nada – se lamentó, levantándose –. Es solo que he quedado para ir a ver el partido de fútbol y ahora me tengo que dar prisa –. Empezó a recoger, superficialmente, su lugar de trabajo –. Por cierto, mamá, ¿por qué llamabas?

– Solo quería saber cómo te había ido la primera semana de clases.

– ¿Me vas a preguntar si he hecho amiguitos nuevos? – se burló en broma, causándole un bufido a la mujer. Este rio –. Bien, mamá, todo como siempre.

– Me alegro. ¿Y el trabajo?

– Ya os comenté que no empiezo hasta dentro de dos semanas, están remodelando un par de salas.

Terminó de recoger y dejó la ventana abierta para que se ventilara un poco. Bajó las escaleras aún con el teléfono en el oído.

– ¿Ya has llamado a Emily? – cuestionó el castaño adentrándose al baño.

Se observó en el espejo. Tenía la mayoría de la cara manchada, al igual que sus manos y brazos. "¿Cómo narices me he manchado si el lienzo estaba en blanco? No debería haberme quedado dormido al lado de la pintura fresca.", pensó.

– Sí – respondió su madre con algo oculto en la voz –. Me ha dicho que le ha ido bien, pero que no podía hablar mucho porque se iba con su novio.

– Mamá, confía en ella – le comentó con suavidad –. Sé que es joven, pero sabe lo que hace. Además, no creas que no quiere hablar contigo por ir a follar...

– ¡Ethan! – le riñó. El nombrado soltó una carcajada.

– Steve juega hoy – continuó, ignorando el regaño –. Es el mismo partido al que voy yo.

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