Capítulo 29

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Formas parte de mí, aunque
no vuelva a verte nunca.
Franz Kafka

Sus pies resonaban sobre el asfalto ante cada zancada que daba. Corría y corría sin control. Esquivaba a todo aquel que se cruzaba en su camino, recibiendo miradas de toda clase. Sentía como si algo la persiguiera, algo que quería colarse en su pecho hasta asfixiara y perforarle los pulmones. Pero por más que huía la sensación parecía pisarle los talones.

Los pasos cesaron de golpe y los jadeos se entremezclaron con los sollozos. Levantó la mirada del suelo y, con su vista nublada por las lágrimas, identificó a dónde había llegado, dónde la habían llevado sus pies y su subconsciente sin darse cuenta. Ese acto la desconcertó, pero tampoco sabía cómo había logrado conducir su coche hasta unas calles atrás.

Del portal salía una señora y sin dudarlo aprovechó el momento para colarse por la puerta. Esta le dedicó una mirada preocupada, pero no comentó nada. Alyn subió el tramo de escaleras de dos en dos, pero sentía que la pesadez se empezaba a apoderar de ella. Buscaba alejarse de las últimas palabras dichas en casa de sus padres.

El timbre resonó por el pasillo desértico mientras apretaba los párpados y agitaba levemente la cabeza, alejando el recuerdo de esa voz. Cualquiera que la viera hubiese creído que se había vuelto loca, hasta ella misma pensó que ocurriría.

Escuchó unos pasos amortiguados desde detrás de la puerta unos instantes antes de que se abriera.

– Muy bue... –, la chica se lanzó a sus brazos –, ...nas –. Alyn sorbió su nariz antes de enterrar el rostro en su cuello y aferrarse a él como si fuera un pilar. Él frunció el ceño mientras la rodeaba con suavidad –. ¿Estás llorando? –. Un sollozo salido de la garganta de la castaña le dio la respuesta.

Dentro de Steve se activaron todas las alarmas. Respiró hondo y controló la preocupación, que desbordaba, al tiempo que la apretaba entre sus brazos y le acariciaba el pelo con delicadeza. Le dejó un tierno beso en su hombro. Necesitaba calmarla antes de abordar el tema de su estado. Sabía que sino Alyn no lograría articular palabra.

– Tranquila – susurraba, cauteloso –. Shh... –. La castaña no dejaba de llorar, pero sintió que alguien por fin la sostenía y que él se encargaría de ayudarla –. Aquí estoy, pequeña.

Sus pies la habían llevado hacia la casa del rubio que era su mejor amigo, aquel chico que siempre había sido su soporte. Desde que se conocieron había contado con su apoyo incondicional, al igual que él con el de ella, y ahora que lo necesitaba más que nunca sabía que era el lugar correcto al que ir.

La preocupación ganaba territorio dentro de Steve ante cada segundo de silencio de la chica. Además de que el dolor que ella estaba sintiendo, también le afectaba a él. Llevaban cinco minutos en la entrada y no parecía que Alyn fuera a hablar. Menos sí seguían con la puerta abierta. Por ello, tomó una decisión.

Alzó a la chica en sus brazos, acomodándola como un pequeño koala, y esta se acurrucó sin dejar de llorar. El rubio cerró la puerta con el pie antes de ir a la sala, donde se sentó con ella aún en su regazo. Se mantuvo en silencio durante todo lo que su control le permitió, pero llegó un momento en el que el estado de su mejor amiga lo desesperaba.

– Alyn, mi amor, ¿qué ha pasado? – le preguntó con tacto; nunca la había visto de tal forma, no tan mal. Solo recibió un pequeño gemido –. Sea lo que sea que haya ocurrido lo solucionaremos, te lo prometo –. Entonces, ante esas tres últimas palabras, Alyn soltó un sollozo desgarrador y él la abrazó con más fuerza –. ¿Ha sido Ethan? –. Steve se enfureció con el nombrado, planeando mentalmente una matanza; le daba igual si Kai no lo aceptaba con tal de vengar el daño a su amiga –. Porque si es así te juro que le corto la... –. La chica negó con la cabeza, aún en su cuello. Él frunció el ceño –. ¿Entonces? ¿Qué ha pasado, cariño? – repitió con dulzura.

Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZONWhere stories live. Discover now