Capítulo 11

71 14 57
                                    

Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo,
aunque después te arrepientas, porque de todos modos
te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no.
Gabriel García Márquez

Domingo, ocho y media de la mañana. Alyn recorría las calles que rodeaban la universidad. Corría en su máxima potencia, mientras el aire entraba y salía de manera errática. Llevaba una hora haciendo ejercicio y comenzaba a sentir sus músculos resentidos, pero apretó para conseguir superar su marca de la semana pasada. 

Correr los domingos por la mañana se había convertido en su rutina desde hacía tres años, cuando un día a Steve le dio por salir a correr y la arrastró con él. Desde ese momento ella ha seguido corriendo cada fin de semana, a diferencia de su acompañante que se centró más en entrenar en el campo. Alyn conectó con ese deporte de una manera que nunca se imaginó. Era un momento en el que solo estaba ella, sin nadie, ni nada más. Los pensamientos volaban lejos y solo se concentraba en las zancadas y la respiración.

Llegó al apartamento media hora después con todo el cuerpo agotado, por ello la ducha que se dio le sentó de maravilla. Las endorfinas que había creado durante esa hora y medía le habían otorgado la energía necesaria para afrontar el último día de la semana. El cual avecinaba bastante desgaste mental, ya que tenía varios trabajos para sus clases que, aunque tenían lejos la fecha de entrega, ella los haría ya. Además de la comida que tenía con los mellizos, que también acabaría con mucha de su paciencia.

Cuando salió de su gratificante ducha ya era media mañana y se topó con Kai en la cocina donde, esta, se estaba preparando un pequeño sándwich. Ella prefirió tomar una simple botella de agua de la nevera y sentarse en la silla de la pequeña mesa que descansaba ahí.

– ¿Quieres? – le ofreció su compañera. Alyn negó –. Como quieras – finalizó antes de darle un bocado.

– ¿Qué planes tienes para hoy?

– No gran cosa, la verdad. ¿Y tú?

– Tengo varios trabajos por adelantar –. Entonces lo recordó –. Y, por cierto, no estoy para comer. He quedado con un par de amigos para ir a comer fuera –. Kai asintió, sin problema alguno, y siguió con su picoteo.

– ¿Amigos de clase? – preguntó, curiosa, la pelo azabache mientras se sentaba a su lado. Alyn negó antes de añadir:

– Nos conocemos de toda la vida. Nos hicimos amigos en parvularios.

– Oh, qué bonito. Entonces tienen tu edad, ¿no? –. Asintió –. ¿Y estudian aquí? – siguió preguntando.

Alyn no se sintió incómoda en ningún momento, al contrario, pensó que con estas pequeñas cuestiones podían conocerse mejor. Al fin y al cabo, esperaba no volver a tener que cambiar de habitación en lo que le quedaba de carrera y, con ello, tampoco de compañera.

– No, ambos estudian en la universidad de Pace y viven juntos en un apartamento.

– Uy, la convivencia con un amigo a veces cuesta.

– Y más si es tu mellizo –. Kai la miró sorprendida, lo que causó que se le escapara una pequeña risa –. Hayden y Hailey son mellizos y pensaron que irse juntos no sería mala idea. Se ve que en ese momento no se acordaban de todas las discusiones que tenían siempre en casa de sus padres.

– Bueno, al menos no es un completo desconocido – comentó, después de tragar un bocado. La mente de Alyn interpretó esa frase con una indirecta y por ello hizo una mueca que su compañera detectó –. Oh, no lo digo por nosotras – se rectificó con rapidez –. Créeme que he tenido siempre suerte con mis compañeras. Primero Harriet y ahora tú. Pero no siempre es así.

Mentiras || DISPONIBLE EN AMAZONWhere stories live. Discover now