Espera, por favor

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—A qué no me puedes alcanzar, hermanito —decía Armelia que iba a toda prisa, parecía que era a propósito

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—A qué no me puedes alcanzar, hermanito —decía Armelia que iba a toda prisa, parecía que era a propósito. Los dos dejamos nuestras huellas en la arena, mientras papá y mamá descansaban bajo una sombrilla de playa.

—Espérame, no vayas tan rápido —respondí y puse las manos por encima de las rodillas. Respiré por la boca, saqué la lengua cada tanto. Armelia era veloz, se mantenía en forma y casi nunca comía dulces.

—Te atrapé, diablillo —me agarró por los hombros. Dio un pellizco en mi espalda. Sonrió tan confiada, con aquella sonrisa que era señal de que no tenía miedo de darme una lección. —Ahora confiesa, qué hiciste con la última muñeca de lujo que me compraron o si no, despídete de tu balón de football —guiñó el ojo, se ajustó los lentes de marco de corazón que traía puestos.

—Lo oculté en el estante de la cocina en el que siempre están los Sugar Puff —le respondí y levanté arena —, para llamar tu atención y que le digas a papi o mami que quiero un muñeco de He-Man como el que sale en la serie que vimos.

—Así me gusta, que siempre hables con la verdad. Si quieres algún juguete, tienes que pedirlo, sin adivinanzas ni berrinches —su sonrisa siguió tan radiante.

—Quiero más ropa y el muñeco de He-Man, por favor —le vi hacia la cara.

Los dos reímos juntos, no había una mejor hermana mayor que Armelia. Muchas gracias Diosito y papitos.

Ese día su cabello estaba desatado, se le veían algunos rulos y  el sol le bronceó la piel.

Ese día su cabello estaba desatado, se le veían algunos rulos y  el sol le bronceó la piel

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Mamá no ha llegado de su trabajo y perdí la llave de la puerta principal de casa. Es de noche, desde hace varias horas que le estoy esperando en el patio. Fui un irresponsable, la perdí al regresar de la secundaria en el del camino a casa, en el instante en el que corrí para agarrar el bus público. Hay chicos que tienen la suerte de tener un padre y una madre a su lado que les pueden pagar un transporte privado, en cambio los que están en mi situación, tienen que caminar.

Dejé la mochila detrás de la vieja silla de playa que usaba papá los veranos que fuimos en un vehículo rentado desde Estorné hasta las playas de Nueva Valencia, unos hermosos días que valen la pena recordar.

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