Epílogo

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—Listo, este es el último —colé la imagen de Amadeus Mozart sobre el cartón

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—Listo, este es el último —colé la imagen de Amadeus Mozart sobre el cartón.

—Ha quedado genial, por fin el último miembro de la familia. Ahora sí terminamos nuestro alfabeto secreto —le dije a hermanito.

—Más que alfabeto, es un lenguaje o un medio de comunicarnos. Lil'sis, ¿Quién es el mimo recortado tan mal? —pregunté por una figura que no había visto antes

—Es el primo Denis. Si es que no lo sabías, los mimos son de Francia.

El primo. Debo decir que le echo de menos. Ninguno de nuestros mayores nos dijo qué decisión tomó. Lo más probable es que no le permitan quedarse conmigo y hermanita.

—Oye, ¿Qué no es este un personaje de ese juego que papá nos prohibió por ser demasiado violento? —hice una pregunta que sí se podía responder.

—Sí. Recuerda, estos cartones son secretos al igual que nuestro alfabeto,

En el último estaban Mozart, un caramelo, un personaje de un videojuego y un recorte del cuento del flautista de Hamelin, era el Flautista en cuestión.

—Déjalos, mejor vamos al patio.

—Es hora de salir de esta pocilga —le di la razón.

—Si te escuchan que dijiste pocilga a la casa, mamá te castiga —di una advertencia clara.

Estábamos por salir al patio, primero teníamos que asegurarnos de que ningún adulto estuviese cerca.

Los mellizos cuando dejé un halo azul por su ventana, los dos me saludaron llenos de alegría y buen humor. Soy su amigo espectral azulado, yo y el Niño de la Luna de la noche que no olvidarán.

Quisiera quedarme más tiempo con ellos, las obligaciones me lo impiden. Mi dominio ha crecido tanto gracias a la ayuda que tuve gracias al Señor Kazumi y Noelle.

El encuentro entre los tres se planeó en la casa del leñador. Los vientos estaban en calma. De mí cuerpo desprendí un humo para hacerme uno con el ambiente: ahora era del mismo color que el agua.

Cuando llegué, encontré dos cuerpos en al aire libre. Los vi de cerca. Su alma no logró escapar, lo supe al ver las bocas de la pareja.

—Un alma para la anomalía y otra para nosotros —se jactó el anciano.

—Fue una excelente comida —su mujer se limpió el mentón con una servilleta de tela.

—Llegas en hora, Lurmo —fui llamado por otro de mis incontables nombres.

—Para qué me convocaron.

—Felicidades pequeño Milnombres, has terminado tu trabajo.

— ¿Qué? —hice que mi cuerpo se volviera visible.

—Has absorbido suficiente información sobre tus vigilados.

—Lo hice. La tomé desde el día que nacieron hasta el ahora. Si hubiera tenido que vigilar a los cuatro al mismo tiempo no estaría estable. Mi núcleo hubiera perecido por un tiempo que no puedo imaginar.

—Es una respuesta verdadera. Si no, no estarías aquí.

—Conozco mis propios límites —les dije a los esposos—. Kazumi, dónde está la anomalía.

—Está donde tiene que estar. Atrayendo siempre personas incautas porque la anomalía sabe qué historias mostrarles, cuál conocimiento otorgarles; quitarles.

El anciano apuntó hacia los cuerpos que fueron tragados por una masa negra con colmillos que salió de la tierra entre las yerbas. Una lástima porque quería un poco igual.

Al irse la masa vi la razón principal de nuestra conversación: la anomalía. Tenía forma de un grueso libro con tapa dura, en el título estaban unos caracteres japoneses escritos en tinta negra. Había sangre fresca sobre la tapa.

—Dilo, Kazumi, cuál o cuáles son los escogidos por ti, tu esposa y la anomalía.

—Lo lamento Lurmo, la información por la que preguntas es secreta.

—Exijo conocerla.

—Tú lo puedes saber en cualquier momento, eres un Milnombres, pero si no fueras como eres o fueses un humano, tendrías que esperar para conocer la verdad.

—Una respuesta inteligente, Kazumi. Puedo hacerlo. Si nos volvemos a encontrar, sea contigo o tu mujer, lo sabré.

—No te precipites, regresa en paz a tus dominios. Quién sabe cuánto tiene que pasar para que tu rastro se borre por estas tierras y no seas objetivo de nadie.

—Maldito vejestorio, no me dijiste nada.

—No te quejes. Es el precio que hay que pagar por cumplir nuestros objetivos —intervino Noelle. No quiero saber la clase de seres o personas que podrían estar tras mis pasos o los de ellos.

—Nosotros tenemos que atender unos asuntos importantes con un par de mandamases —habló la pareja al unísono. Quise entrar a su mente para saber a quiénes se referían. Me detuve al ver que no era seguro.

La anomalía en forma de libro se volvió unos papiros sellados con un sello de platino puro. Los dibujos en su interior eran llenos de trazos de aspecto antiguo; sus colores, brillantes, parecían materiales orgánicos. Mi tono de azul se intensificó por tanta belleza.

Lo que fuese que fuese que fuesen Kazumi y su mujer, estaba claro que ninguno de los dos era una anomalía, pero tampoco seres humanos. Sus poderes, magia y conocimiento iban lejos del común. Cualquiera que se los encontrase, pasaría momentos de intriga y confusión.

Llegará el momento en el que se revele la verdad. Hasta que llegue ese día, voy a seguir con mis asuntos.

Juego de un MilnombresWhere stories live. Discover now