Introducción

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En medio de una carretera rodeada de arbustos y árboles, estaba el Milnombres junto al Señor Kazumi y su esposa Noelle

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En medio de una carretera rodeada de arbustos y árboles, estaba el Milnombres junto al Señor Kazumi y su esposa Noelle.

—El final se acerca. La anomalía pronto tendrá la persona que necesita —el anciano se pasó los dedos por la barba que le llegaba al cuello.

—Anciano, déjate de tontadas, ¿no ves que estamos en una carretera? Un tonto humano podría vernos —pronunció el Milnombres que flotaba como espíritu azul visible al ojo de animales y humanos que podrían notar su presencia por el fulgor que emitía.

—No hay problema que pueda solucionar si muevo un dedo —dijo Noelle con una voz chillona e infantil.

Movió entonces su anular derecho. El cuerpo de ella y de los otros dos presentes se volvió incoloro; ni humanos, animales o seres mágicos los verían.

«Esa mujer está llena de trucos», compartió un pensamiento el ser de color azul después de presenciar el acto de Noelle, apenas era una voz en el aire, casi inaudible.

—Puedo saber lo que piensas, pequeño Luei.

—Suenas tan ridícula, eres una mujer de a saber cuántos años tengas.

—O, prefieres que use esta voz —la cambió por una similar a la mujer que fue en vida humana la madre del no—niño.

—¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera? —se sintió insultado por la acción de Noelle.

—Suficiente —Kazumi dio un grito que hizo caer al asfalto dos pájaros que volaban al oeste. —Tenemos que concentrar esfuerzos en nuestro objetivo, no pelear cual niños en un jardín de infantes. Lern —llamó al Milnombres—, conozco cada uno de tus nombres, no eres el primero con el que he tratado. Puedo saber lo que quieres y es conocer cómo van tus dominios.

—¡Necesito saberlo ya! Tanto tiempo fuera de él, espiando la vida de humanos sin cerebro.

—Tus vasallos se han incrementado en número, me las arreglé para expandir tu territorio, mi amada esposa te dará los detalles. Pronto podrás regresar.

Lern imaginó ser recorrido por una sensación, indescriptible; satisfactoria, sin olvidar que quedaba camino por delante.

—Excelente, anciano.

—Pero —hizo un susurro—. Tu deber sigue en pie, hay dos candidatos que te faltan por conocer.

—Te llevarás bien, son unas ternuras. Kazumi, usa tus habilidades de conversión sobre nosotros. Yo usé una de las mías, es tu turno.

El nombrado se quitó la invisibilidad al frotar uno de los pájaros muertos contra él. Cuando sopló hacia su mano, hojas de tamaños y tonos de verde variados, salieron de sus dedos y se volvieron uno con el paisaje. Sopló también hacia su esposa y el Milnombres que se volvieron tallos y espinas con autonomía propia. Pronto, ya no eran humanos, si no partes de una planta que volaron con el viento, uno suave, menor a los veinte kilómetros por hora.

Los tres se transportaron a una casa de patio interminable que en lugar de terminar en bosque llegaba hasta una carretera principal, distinta de la que estuvieron hace unos momentos. Por la ventana se podía ver una madre que con aguja e hilo se esforzaba por arreglar los agujeros de las prendas de sus hijos: un par de mellizos de cabello castaño oscuro y ojos azules que esperaban tener de vuelta su ropa, pues no tenían muchas prendas limpias para usar.

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