Ellos podrían ser gigantes

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—El último en llegar tendrá que limpiar el cuarto de Ronald y Samara —le dije a mi hermanita, lanzándome contra el seguro de la puerta principal de nuestra casa

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—El último en llegar tendrá que limpiar el cuarto de Ronald y Samara —le dije a mi hermanita, lanzándome contra el seguro de la puerta principal de nuestra casa.

—Espérame, sibling, please wait me —dijo, mezclando el inglés y el castellano, se quedó en medio camino con las rodillas dobladas.

Puse su brazo sobre mi hombro izquierdo. Los dos caminamos hasta la puerta que fue bloqueada por una figura alta y de cabello largo con una bonita trenza.

—Niños, es hora del almuerzo —anunció mamá, vi en su rostro aquella hermosa sonrisa que llenaba de luz la casa.

El delantal que llevaba tenía restos de comida, en algunas partes se notaba más oscuro.

—Apura que quiero cambiarme esta falda, es incómoda.

—Si quieres ve al cuarto.

Mientras ella se encargaba de sus asuntos, tomé asiento. Mamá me sirvió un cuenco de sopa que olía a repollo. Tomé la cuchara que estaba al lado y la hundí; su sabor era el de repollo, había unos pedazos de patata flotando.

Me detuve de comer porque quería esperar a mi hermanita, es injusto que acabe primero y la deje sola. Abrí la pileta del agua para servirnos a los dos, viendo que mamá se había ido de la cocina, podía decir al cien por cien que fue a ver qué hacían Ronald y Samara en la pequeña huerta.

—Hermanito, regresé —tomó el asiento que estaba al lado de mí.

—Que bien, la sopa se está enfriando. Si quieres te ayudo a comerla —ofrecí mi valiosa ayuda.

Los mellizos tuvieron un repentino encuentro de miradas. El Milnombres que estaba en la mente de ambos, vio que la niña se ajustó el pantalón que le quedaba ancho, su hermano cerró los ojos. Para él no era un problema estar en dos mentes porque siendo lo que es, era capaz de estar hasta en diez mentes humanas. Además de los mellizos, estaba en otras dos.

—El último en terminar la sopa limpia la habitación —intentó darme la revancha por lo de hace rato. Es obvio que no me va a ganar, soy el as de la familia en comer sopa, o por lo menos en esta casa.

—Intenta superarme si puedes, sib —le reté, llamándole por un diminutivo de hermana en inglés. Lo correcto sería sis de sister pero que aburrido seguir las reglas.

Hice círculos en la sopa, levanté unos trozos de repollo que no vi antes. Comí sin perder de vista el plato de mi rival, su caldo estaba un poquitín por debajo del mío.

«No se vale, nadie me puede ganar comiendo sopa».

Ella estaba tan tranquila, como queriendo reírse de mí, ibamos tan bien hasta que mommy regresó a la cocina, agarró nuestros cuencos y nos dio unos cucharones extra.

—Veo que están comiendo encantados —dijo con su voz tan suave y dulce que rozaba lo cursi—. Les he servido más, lamento que no tenga tantas verduras o que estos días solo hayan comido sopa —agarró un trapo dando la espalda.

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