Urracas; Juegos; Mentes Sospechosas

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Otro somnífero día de escuela

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Otro somnífero día de escuela. Como siempre, hermanito y yo nos sentamos en los últimos asientos del salón, es lo normal si lo único que quieres es darte una siesta sin que te interrumpan y los de adelante te cubran con sus cabezas o mochilas.

Para mala suerte de todos, la odiosa maestra de castellano e inglés entró apoyada de su bastón. Se veía más canosa, lenta, y su regla metálica relucía más de lo habitual; malos augurios.

—Que miedo, que miedo. Miss Palmer ya llegó —un compañero de adelante se cambió a mi fila.

No entiendo por qué nos molestamos en decirle Miss si tiene un montón de verrugas y odia el ruido que hacemos al correr o al caminar. Su cara parece la masa más arrugada y dura que se pueda ver.

—Buenos días niños. Good morning children.

—Buenos días Señorita Profesora. Good Morning Miss Palmer —le saludamos en coro.

Tomé asiento. Hermano estaba sacando sus cuadernos y el plumier de los Power Rangers que papá le compró de la mini—feria de las 10 coronas erebrinas o menos. Saqué la mía que era de una de las princesas de Disney, fue comprada ahí también.

—Niños, si es que se acuerdan, tenían que presentar un cuento escrito por ustedes o en pareja —su voz sonó llena de asperezas—. Quién quiere pasar a leer al frente, el primero que lo haga se ganará una estrellita en su cuaderno —pidió un voluntario. Más que voluntario, diría un sacrificio para ella.

—Miss Palmer, yo quiero —dijo Ghea Janice, la niña del cabello negro que usa una brocha con forma de rosa.

—Excelente, Ghea Uiwir, puedes pasar al frente a leerle tu cuento a la clase.

Pudo ser una presentación normal pero la buena de Ghea sacó una libreta rosada con brillos de su mochila. Le ruego a Dios que su cuento sea corto o que el recreo llegue rápido. Lo que suceda primero.

—Mi cuento se llama La Princesa Valiente —lo dijo de una manera tan insoportable.

El cuento comenzó con el típico Érase una vez con una princesa de nombre normal en un reino que para nada lo era. Me llevé la mano a los labios, un ruido salió de mi boca. Torn, el compañero a dos asientos de mí, se había dormido sobre sus cuadernos. Mi hermano cerraba un ojo y abría el otro cada par de segundos, por lo que terminó por tensarse. A mí izquierda estaba Valentina que se mordió las uñas.

Parecía que Ghea nunca iba a acabar de leer su cuento. No me imagino la tortura que deben de pasar los que se sentaron en las primeras filas.

—Bah, nuestro cuento está más guay y es corto —oí unos cuchicheos.

—Y así la princesa salvó a su reino sin la ayuda de un príncipe. Solo con su astucia, valentía e inteligencia.

—Bravo, bravo, bravo —la maestra aplaudió con mucho entusiasmo el final—. Ghea, has hecho una maravillosa demostración. Señala al siguiente que quieres que lea su cuento, espero que tenga una calidad similar al tuyo.

Juego de un MilnombresWhere stories live. Discover now