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-¡Oh no! No no no no no

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-¡Oh no! No no no no no...

El lamento de Alice hizo parar a Jasper de inmediato. El reno que estaba a punto de cazar salió corriendo intentando poner la máxima distancia entre él y su depredador.

El rubio corrió hacia la pequeña vampiro, que estaba de pie en mitad de un prado. Sus pies parecían pegados al suelo y en su rostro había una completa desesperación.

-¿Qué pasa? ¿Qué has visto, Alice?

Los ojos dorados se enfocaron en los del vampiro.

-¡El servicio postal se pondrá en huelga! ¡Hoy mismo!

A Jasper le costó cinco segundos entender por qué aquello era una mala noticia.

-¿No has mandado la respuesta a la última carta?

Alice negó, las puntas de su cabello se agitaron hacia los lados y miró al que era su hermano a todos los efectos con un puchero.

-Pensaba escribirla después de cazar. Y ahora tendré que esperar dos meses. –se lamentó.

Jasper pasó el brazo por sus hombros, dándole un ligero apretón mientras mandaba una oleada de tranquilidad hacia ella.

-No te preocupes, dos meses se pasarán volando.

-Va a pensar que me olvidé de ella.

-Lo dudo. La huelga saldrá en las noticias. Lo entenderá.

Alice suspiró, dejando caer los hombros abatida. Pero Jasper tenía razón, la huelga sería noticia nacional.




-Quédate quieta, ¡tengo que desinfectar esto! –ordenó la pelirroja con impaciencia. Como buena hija de una doctora sabía que lo principal era limpiar bien una herida así que cuando Bella apareció en la puerta de su casa con un corte en la frente la hizo pasar de inmediato y empezó a curarle.

-No es nada, sólo no quería que Charlie me viera así. –intentó tranquilizarla Bella por décima vez mientras intentaba quedarse quieta ante las manos poco cuidadosas de su enfermera improvisada.

-Se llevaría un susto de muerte.

Bella se encogió de hombros.

-He tenido heridas peores.

Adara la miró detenidamente, intentando ver si bromeaba antes de chasquear la lengua cuando se dio cuenta de que no y volver a su tarea.

-Pero ahora somos hermanastras o casi. –sus padres eran cada vez más cercanos. Habían pasado dos meses y ya habían salido varias veces. Nunca había visto a su madre tan feliz. –No puedo dejar que te mueras por hacer lo que quieras que estuvieras haciendo. ¿Y qué demonios estabas haciendo?

Compañera. | Alice Cullen.Where stories live. Discover now