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Estaba en el bosque

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Estaba en el bosque. El olor a tierra mojada la rodeaba. Siempre olía igual en Forks, era una de las cosas que amaba del pequeño pueblo. El sol, que había conseguido atravesar las nubes, iluminaba el paisaje dándole un aire casi místico.

Estaba tan fascinada por una pequeña mariposa que se había posado en su dedo que no escuchó los pasos que se acercaban tras ella hasta que una rama crujió. Se dio la vuelta, sobresaltada, para encontrarse con Aro. La observaba con esa sonrisa macabra que ponía su vello de punta.

Lo siguiente pasó demasiado rápido. Quizás él se había vuelto más lento o quizás era ella, que sabía lo que iba a pasar, porque cuando Aro se lanzó hacia ella con un gruñido saliendo de su garganta, Adara dirigió un torrente de llamas hacia él. Esa vez no se desmayó. Pudo ver cómo el fuego impactaba contra el Vulturi, su sonrisa se había borrado y había sido sustituida por una mirada sorprendida. Esos enormes ojos rojos la miraban con las llamas reflejadas en ellos.

Hasta que dejaron de ser rojos.

De repente no era Aro el que estaba envuelto en llamas. Era Alice.

La pequeña y hermosa Alice que la miraba con verdadero terror en sus ojos dorados.

-ALICE.

El grito de Adara sonó quebrado debido a su propio espanto. Quiso moverse pero no pudo, sus pies parecían estar anclados al suelo. Lo intentó. Lo intentó tanto que gotas de sudor empezaron a caerle del rostro y se mezclaban con sus lágrimas de desesperación.

Alice abrió la boca. Adara supo que gritaría, que la maldeciría pero de su boca no salió ninguna palabra.

Sólo un sonido.

Tic. Tic. Tic.

La pelirroja frunció el ceño, la confusión se unió a la mezcla de desesperación y miedo que sentía.

La piel de porcelana se Alice se estaba volviendo oscura, se carbonizaba pero de su boca sólo salió el mismo sonido. Una y otra vez.

Tic. Tic. Tic.


Adara se despertó sobresaltada. El corazón le martilleaba en el pecho y el pulso le latía en los oídos. Le costó varios segundos ubicarse mientras miraba alrededor. Estaba en su cama. Se había dejado la luz encendida por lo que su brillo amarillento bañaba la habitación. Hacía un día y medio que había vuelto de Italia y en ese tiempo lo único que había hecho era dormir, quitando pequeños momentos para cubrir sus necesidades básicas.

Tic. Tic. Tic.

Adara se levantó de golpe ante el sonido, aún con el regusto amargo que la pesadilla había dejado en su boca.

Pudo ver como una pequeña piedra chocaba contra el cristal de la ventana.

Tic.

¡Esa era el sonido!

Compañera. | Alice Cullen.Where stories live. Discover now