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-¿Ocurre algo, Adara?

La pregunta de su madre junto con su gesto preocupado hizo que bajara el tenedor que iba directo a su boca. Ambas estaban en la cafetería del hospital. Bella se había ido a la reserva y Alice estaba cazando así que ella había optado por ir a al siguiente lugar seguro.

Se sorprendió de ver el rostro de Claire cubierto de preocupación.

-No, ¿por qué?

-Porque sueles estar aquí más tiempo de lo habitual. No es que me queje pero, ¿va todo bien con Bella? ¿Te has peleado con ella?

-No, claro que no. –soltó una risa ante la idea absurda. Bella y ella estaban como siempre pero a ella le resultaba más incómodo estar en la reserva. Los chicos eran agradables, una bomba de energía y alegría, incluso Leah que era la más reservada se había mostrado más amable con ella que con Bella, a la que parecía detestar. Pero el ambiente entre Jake y su amiga la incomodaba, sabía que tendría que hablar con ella sobre qué ocurría entre ambos porque, claramente, algo ocurría. –Estamos como siempre, mamá.

-¿Es Alice, entonces?

No pudo evitar sonrojarse al pensar en ella.

-No, no. –carraspeó para que su voz no titubeara. –Todo va muy bien con ella.

Las cejas rubias de su madre se alzaron y Adara pudo ver un brillo de diversión en sus ojos.

-¿Cómo de bien?

-Pues bien, mamá, bien bien. –bajó la mirada, en un vano intento de ocultar sus sentimientos, aunque sabía que su madre la conocía demasiado bien. –Estamos saliendo.

La sonrisa se extendió por el rostro de Claire.

-Tienes que invitarla a cenar un día para conocernos mejor. –sus palabras desprendía verdadera alegría.

-Lo haré, lo haré. –contestó de forma vaga. No sabía cómo haría Alice para fingir que comía y, desde luego, no era el mejor momento.

-Si todo va bien, ¿por qué estás aquí? –su madre volvió al tema principal de la conversación.

Adara removió un poco la comida, intentado buscar una respuesta sin tener que mentirle. ¿Qué iba a decir? ¿Que un vampiro desconocido había rondado su casa? ¿Qué estaba en peligro? No podía. No quería revelar un secreto que ni siquiera era suyo. Así que cogió aire y volvió a mirar a esos ojos azules, reflejo de los suyos propios.

-Quiero pasar tiempo contigo, mamá. Además es bueno cambiar de aires, estudiar en otro sitio que no sea en casa.

No era del todo mentira. El tiempo que pasaba con su madre siempre le agradaba y el hospital, con su cacofonía de ruidos, le ayudaba a concentrarse. Era como tener ruido blanco de fondo en el despacho de su madre.

Compañera. | Alice Cullen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora