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-Me sabe mal que no puedas ir a la boda, eres la que más esfuerzo has dedicado a ello.

-Estar contigo o estar sin ti. La decisión es sencilla. Además tu madre asistirá y si yo estoy sería sospechoso que tú no.

Ambas estaban tumbadas sobre la enorme cama situada en la pequeña casita que habían adaptado para ellas en los terrenos circundantes a la casa principal. Los rayos de sol se colaban por la ventana entreabierta, arrancando destellos de la piel que no estaba cubierta por la suave sábana blanca que tapaba la desnudez de ambas vampiras. Se notaba que la temperatura había ascendido, sería un día cálido, algo extraño en Forks incluso para ser verano.

-Sé que tienes razón pero me sigue sin parecer justo.

Alice se movió de entre sus brazos, donde estaba cómodamente situada, y, doblando el brazo, apoyó la cabeza sobre la mano para mirarla mejor. Ambas tenían el mismo tono dorado de ojos.

-Estoy bastante satisfecha con la justicia en estos momentos. –una sonrisita traviesa estaba formada en su rostro de duendecillo.

Adara puso los ojos en blanco pero no pudo evitar soltar una pequeña risa mientras sus dedos se deslizaban por el brazo de su compañera con suavidad.

-No eres objetiva ahora mismo.

Las cejas más oscuras se alzaron.

-¿Y tú sí?

-Totalmente. –intentó darle una rotundidad a sus palabras pero falló estrepitosamente de acuerdo a la diversión que bailaba en los ojos de Alice.

La pequeña vampira se movió con agilidad colocándose encima de la pelirroja y sus labios se rozaron cuando volvió a hablar.

-Entonces tendré que emplearme más a fondo.

Antes de poder contestar Alice la besó de esa manera profunda que hacía que Adara se sintiera completa y totalmente insatisfecha a la vez. Quería más. Siempre quería más de su compañera.

Las palabras se ahogaron en su garganta cuando Alice desapareció bajo la sábana blanca dejando un rastro de besos sobre su marmórea piel. Sí, definitivamente siempre conseguía que perdiera la objetividad.


***




-Voy a morir con estos tacones. Caeré por las escaleras y tendré la muerte más ridícula de la historia. –se quejó Bella por décima vez mientras Adara le colocaba los zapatos de novia. La cámara sonaba justo a un lado de ambas, Alice estaba haciendo todo un reportaje fotográfico antes de que los invitados llegasen.

-Si mueres prometo que te convertiremos antes, así te podré recordar por toda la eternidad tu patética muerte. –la consoló la pelirroja acabando de colocárselos y alzándose para quedar frente a frente con su amiga. Pasó una mano con suavidad por el velo, apartándolo de los hombros de la novia. –Dios, estás realmente hermosa, Bells.

Bella se sonrojó, negando levemente pero ese día estaba espectacular. Entre Rosalie y Alice habían recogido su pelo en un hermoso moño y la habían maquillado con sutileza, nada demasiado extravagante para que se sintiera cómoda. El vestido se amoldaba a su cuerpo resaltando las partes exactas y parecía que acababa de salir de un cuento de hadas, siendo ella la princesa.

-Ojalá pudieras estar al lado del altar. –su voz salió casi como en un susurro, apartándole el pelo de los hombros a Adara para que se viera los finos tirantes de su vestido. 

Compañera. | Alice Cullen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora