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Charles

Yo, que confiaba en ella, me la había jugado de buena manera. Estoy jodido, porque aún pensaba que la situación podía mejorar, y la quería. Me daba rabia. Me daban ganas de volver al gimnasio a reventarme. Que coño, iba a hacerlo. Me volví a colgar la bolsa en el hombro y me fui para la puerta.

–¿A donde vas?

–Al gimnasio, ¿quieres venir?

–¿Me das cinco minutos que me cambie?

–Te espero en el coche.

–Vaaale.

Me fui al coche y la espere, se subió, ni la miré y arranqué. Estaba muy concentrado en el daño que me habían hecho. Y ahora que caía, ¿qué coño hacia ella conmigo si estaba enfadada? En fin, cosas suyas, supongo.

–¿Puedo poner música?

–Ponla.

Puso música, y empezó a sonar una letra un tanto sexual.

Me gusta lamerte los dos agujeros, me gusta tu cara cuando entra entero –cantaba ella. Por mi madre… decidí no prestar atención, a saber qué coño hará con mi hermano. Ay, qué imagen mental. Noo, por dios, no.

En fin… llegamos al gimnasio, me fui directo a la primera máquina de fuerza que vi. Era para trabajar hombro y espalda, estirando para levantar el peso, mientras ella se fue a la máquina de correr. Aunque bastante cardio debía de tener con mi hermano dando literalmente por culo. Me puse un poco más de peso de lo que suelo hacer para cansarme más y dejar de pensar antes. Me gustaba el ejercicio para distraerme cuando mi mente no me dejaba tranquilo. Pero ahora había otro tema que me estaba haciendo de distracción. No es que hubiera mucha gente en el gimnasio ahora, y me encontré con una mirada encima mía. Sabía que era ella. Qué para estar cabreada conmigo, estaba muy pendiente de mí. Yo solo quería que hablara conmigo y poder saber que coño le había hecho.

Cuando acabé la miré de reojo. Quería que viniera.

–¿Qué me miras?

–Te pregunto lo mismo a ti.

–Ah, nada.

–Que vengas.

Resopló, apagó la máquina y se acercó a mí.

–¿Qué te pasa conmigo? –la sujeté de la muñeca, no quería que se escapara como hace siempre.

–Tú sabrás.

–Dios… ¿Puedes dejar de darme con la puerta en la cara? Soy un tío, la mayoría somos gilipollas y no lo entendemos hasta que nos lo explicas.

–Pues mira, en vez de entrenar tanto músculo, entrena más la cabeza. Yo no te voy a dejar las cosas hechas, piensa un poquito, que tienes una cabeza para algo.

–Me he desvelado pensando y aún así no caigo.

–Pues qué pena. Sigue sin dormir, cuñado.

–Y daaale con que la abuela fuma…

–¿Algo más? Hay alguien aquí que sí necesita entrenar músculo.

Rodé los ojos y me fui a otra máquina, a hacer press banca. Ahí me quedé pensando en que puede ser lo que tanto le ha molestado, hasta que me vino a la cabeza la conversación que tuve con Lana.

Es solo mi cuñada, nada más.

Claro, joder, ella lo escuchó. Y encima la llamé niñata también. Me cago en mi puta madre. No entiendo como pude ser tan estúpido, pero bueno, cuando quieres a alguien te vuelves estúpido… Tengo que pedirle perdón. Joder con mi puta impulsividad.

–Emma.

–¿Qué…?

–Acabo de caer… ¿Es porque dije que solo eras mi cuñada?

–Tú sabrás.

–Joderrr.

Me tienes hasta la polla, hija mía.

–¿Pues tú que crees imbécil? ¿Niñata? Niñata tu puta novia, anda ya.

Suspiré, el rapapolvo de ahora lo tengo más que merecido…

–Lo sé…

Me sacó el dedo y se fue a hacer pesas. Seguía haciendo lo mio, hasta que fue tarde y nos acabaron echando del gimnasio. Volvimos en un silencio incómodo en el coche. No aguantaba esto. Me volví a meter en mi habitación los próximos tres días. No quería saber nada.

Emma

Quería volver a estar bien con él, pero soy muy rencorosa, él muy orgulloso y no me había perdido perdón. Quería verlo arrepentido, ver que me echaba en falta tanto como yo a él.

Ambos nos pasábamos los días en las habitaciones de cada uno, hasta que por fin llegó Arthur y solo estuve con él. Lo había echado mucho de menos. Él tampoco sé separó de mí y estuvo conmigo todo el día. Solo quería de él, que me hiciera sentir bien, en la habitación. Los dos juntitos, piel a piel.

Fue como si hubiéramos estado una eternidad esperando para tocarnos. Lo había echado de menos, muchísimo… y ahora que estaba conmigo me negaba a que se separara de mí.

–Amor –lo abracé por el cuello.

–¿Si? –sonrió rodeandome.

–Follame.

Su sonrisa se agrandó.

–¿Segura?

–¿Por?

–Porque luego no será mi problema si te duele caminar.

–Nunca ha sido un problema para mí –besé su cuello, a lo que él me tumbó sobre la cama.

Nos quitamos la ropa súper rápido y en nada ya lo tenia dentro de mí, moviéndose como a mi me gustaba. Había ganado fuerza desde hace unas semanas, y sentir como me invadía entera me volvía loca. Me encantaba sentir sus manos en mi cuerpo, envolviéndome. Me sentía protegida. Sus labios también estaban en todas partes, me encantaba cuando me hacía esto.

Esa noche no pudimos parar de estar pegados al otro. Éramos insaciables.

Charles

Estoy hasta la polla. QUE SÍ, ARTHUR, QUE SÍ, QUE MOJAS, QUE LO HE PILLADO. PARA. Pero claro, no paran. Toda la puta noche pim pam. Es que encima, lo que gime ella, por dios… se ha enterado todo el vecindarrio y parte del siguiente.

Intenté dormir, intenté, porque no me dejaron. Me levanté a la cocina cuando pararon, iba a por un paquete de Oreo cuando me crucé con la lencería y el culo de Emma. Ah, vale.

–¡Joder que susto! –se le cayó el vaso de agua al suelo y la vi bien. Dios.

No hay emoticono que describa mi cara ahora mismo.

–Emmm… Perdón –salí de mi trance, cogí mis galletas y me fui. Por el amor de Jesús nuestro señor.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [proceso 2 libro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora