18

305 15 0
                                    

Charles

Voy a matar a alguien. Se había acostado con Lewis, y estoy seguro que con Carlos otra vez. Me da igual como de vacía se sentía, yo me sentía igual y no se la metía a la primera que pasaba. Pero supongo que cada persona es diferente, o que simplemente no me quiso como ella decía hacerlo. Me metí en el gimnasio y me reventé a hacer pesas y mierdas de esas, lloraba, era algo que no podía evitar, porque me dolía. Creo que el error lo estaba cometiendo yo al hacer esto, si mi hermano es un inmaduro incapaz de aceptar que ella ya no está en su vida no es mi problema sino el suyo. ¿Sabéis lo peor? Los vi un día juntos por las zonas del hotel riéndose. Y no os imagináis lo que duele estar ya no en segundo, sino que en tercer plano.

Un día me pilló en una de mis sesiones de autodestrucción, me miró como si estuviera loco. Aparté la mirada y dejé la pesa en el suelo, sonó un golpe en el suelo. No sabéis lo que me dolió que ella me viera de esa manera. No quería hablar yo primero, no me atrevía, me saldrían todas las palabras acumuladas en ráfaga. Dejó de mirarme y se fue, con Carlos. Con Carlos tenía que ser. Me dieron ganas de correr detrás de ella y besarla, porque lo que más anhelaba era un beso suyo.

Emma

Empecé a disfrutar de mi cuerpo, de mis ratitos, del conocer chicos nuevos y cosas nuevas. Nunca había tenido tiempo para mí sola y no veas lo bien que sienta. Tal vez… no vuelva a haber un solo hombre en mi vida en mucho tiempo, porque esto me encanta. Y en cuanto a Charles… no sabía que le pasaba. No hablaba, no sonreía, ni siquiera miraba a la cara a quien le hablaba. Me dolía verlo.

–Buenos días –sonreí al llegar a la mesa con los demás. Me había hecho más cercana a los chicos desde entonces.

–Buenos días –me sonríe Lando.

Me levanté a por el desayuno y volví con una bandeja con cosas variadas.

–Cada día comes más –dice Alonso–. Cámbiame tu estómago, yo quiero.

–¿Algún problema con que coma más? –lo miro.

–No, ninguno. Ojalá yo comer así, tienes suerte, a nosotros no nos dejan.

–Lo que daríamos algunos por pegarnos las comilonas que te pegas tú.

–Os jodeis –comí de mi napolitana.

–Lo que nos toca…

Asentí.

–¿Qué hacemos hoy?

–Entrenar y dormir.

–La carrera de adaptación… –habla Lewis.

–Joooder… ¿para qué? si no nos jugamos nada –dice Lando–. Y total, vamos a escuchar el himno de Holanda otra vez.

–¿Qué culpa tendré yo de ser bueno y de que tu te pongas a ir tranquilito cantando en el coche? –suelta Verstappen dándose por aludido.

–¿Por qué discutís por todo?

–Porque se aburren… –suspira Ricciardo.

–¿Los dejamos discutiendo y nos vamos a otro sitio? –Le digo en voz baja.

–Sí, come y corre.

–Nah, CORRE –me levanté de la silla y empecé a correr.

–NO VALE, TU HAS EMPEZADO PRIMERO, BANDERA NEGRA –corrió detrás.

–JODETEEEE.

Seguí corriendo hasta el gran jardín del hotel y por tonta, me comí un árbol. Dios, que daño. Daniel, en vez de preocuparse, se echó a reír. Y luego se preocupó, claro.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [proceso 2 libro]Where stories live. Discover now