2

77 6 0
                                    

Emma

Un día más en Noruega junto a los dos amores de mí vida. Hoy teníamos comida familiar. Podía oler a Carlos a millas de distancia, pues sabía lo loca que me volvía su perfume.

–¿Y si llegamos tarde…?

–Amor… –sonríe cuando ve que lo rodeo por el cuello–, tus padres lo odian…

–Cierto.

–Pero que se jodan –se abalanzó sobre mí. Como me gustaba cuando era así de feroz y salvaje.

Y después de volver a asearnos, por fin arrancamos hacia casa de mis padres. Sabíamos que nos tocaría regañina, pero había valido la pena. Y como siempre, mi madre fue la cascarrabias, mientras mi padre se reía de nuestras caras. La rabieta se le pasó en cuanto vio a la nena, claro. Ni a mí me trató también, eso estaba claro.

–¿Por qué habéis llegado tan tarde? –pregunta mi padre.

–La niña no dejaba de llorar.

A Carlos se le escapó una sonrisilla ladeada. Era muy discreto para unas cosas y para otras era lo más cantoso que existía.

–Peeero ya está bien.

–¿Y eso? ¿Te oía llorar a ti y por eso lloraba? –preguntó mirándome y luego a Carlos, odio que sea tan observador, lo odio. Mi marido se atragantó, como para no.

–¿Papá?

–Ya sabes cómo es tu padre… –mi madre le clava el tenedor en la mano, causando un alarido por parte de él–, hacía un mes que no veníais, ¿y eso?

–Ya sabes que nos queremos dedicar el máximo a la niña, esta etapa solo se vive una vez –responde Carlos por mí.

–Pues poco le vas a dedicar si te vas a trabajar de país en país otra vez –a mi madre nunca le terminó de caer bien Carlos, nunca lo entenderé.

–Carlos se va la próxima temporada. Y nosotras con él.

–¿Qué la niña qué? No.

–Sí, mamá.

–Ni se te ocurra apartarme de mi nieta así –frunce el ceño.

–Venga ya… Puedes venir a verla cuando quieras, y no vienes. No me vengas con esas.

–Venía cuando quería y luego: es que no nos pillas en buen momento –odio cuando se pone así.

–Perdón por querer disfrutar los pocos momentos que tengo con Carlos desde que tenemos a Ruth.

–Bah, yo jamás fui así, has salido igual de egoísta que tú padre.

–No todos somos iguales de gilipollas que tú, mamá.

–¡Emma, por dios! –salta mi padre.

–Carlos, vámonos. No sé ni para qué hago el esfuerzo de venir, nunca me ha caído bien mamá, ni yo a ella.

–Eso, huye como haces siempre, parece mentira –ni me paré a escucharla.

Me daba pena mi padre, sabiendo que él sí que era bueno conmigo y con Carlos y siempre me apoyó. No volvería más a esa casa, era un infierno.

–El único que le cayó bien una vez fue Charles… A saber qué tendrá él que no tenga yo.

–No lo sé.

–Bah, me la suda.

No sabía muy bien por qué siempre acababa comparándose con Charles. Él tenía muchas cosas que a Charles le faltaban, igual que otras tantas que Charles tenía y le faltaban a él, en fin… No todos somos iguales. Charles. Su nombre siempre acababa saliendo por algún lado. Aunque me vendría bien para mentalizarme que en la próxima temporada lo vería. Aunque una vez juré que no volvería a verle el pelo, parece que tendría que romper esa promesa. Y ojalá no tener que romperla, no sé como va a acabar esto de volver a verlo después de tanto tiempo. Cometí muchos errores con él, fui una cabrona, y no sabía cómo estaría. Y aunque sonase muy mal, nunca me importó del todo… hasta ahora. Nunca me había parado a pensar. A lo mejor si nos volvemos a ver puedo preguntarle… aunque ni siquiera creo que quiera verme.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [proceso 2 libro]Where stories live. Discover now