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Emma

Las últimas semanas estuve pasando más tiempo con Charles. Él lo había mejorado todo, sobre todo porque me sacaba de mi mundo un rato para meterme en el suyo. Me venía a buscar inesperadamente cualquier día para ir con su coche. A mi me encantaba coger el móvil y poner música a toda hostia y en el coche y molestarlo. Aunque él llegase un punto en el que parase la música, yo protestaba y me quedaba mirando por la ventana.

–No sé para qué protestas si es mi coche.

–Que sí, calla.

–Venga, no te me enfades…

–Es tan fácil como esto –le enseño mis airpods.

Negó con la cabeza y rodó los ojos. Aceleró por una carretera vacía por el bosque, era espeso, y bonito. Yo me puse los auriculares y me centré en mi música y en el paisaje. Paró en un lado al azar de la carretera, me extrañé y lo miré.

–¿Por qué paras?

–Mira enfrente y me entenderás.

El atardecer.

–ALAA.

Salió del coche y se apoyó en el capó. Salí con él después de quitarme la música y miré al frente. Que bonito. Sacó su móvil y puso la cámara, haciendo una foto al pasaje.

–¿Me la pasas?

–Claro.

–Geniaal.

Se quedó mirando el paisaje. Esos ojos verdes eran preciosos bajo la luz del atardecer. Disimuladamente le saqué una foto, estaba guapísimo.

–Pásamela también.

–Joder… sí.

–Tengo mucha visión periférica.

–Ya veo, ya.

–Soy piloto, ¿qué esperas? La desarrollo quieras o no.

–Ahhh, claro.

–Si supieras la de fotos que te he hecho sin que te des cuenta.

–Queeeee.

–Mira, toma –me entrego su móvil desbloqueado. Y vi fotos mías. Yo durmiendo, yo sonriendo. Yo comiendo, caminando al atardecer… dios–. Hay algunas realmente bonitas.

–Son muy bonitas, Charles.

–Todas lo son. Tal vez porque tú eres bonita.

–Ohhh… que mono.

Él sonríe. Su sonrisa brilla más que el sol. Me apoyo en su hombro y en silencio vemos aquella fantasía. Estaba naranja y rosa. Su mano se fue a mi cintura, acariciando la misma con las yemas de sus dedos. Él era de esas personas que quería tener en mi vida hasta mi último suspiro. Porque me hacía sentir viva.

–No me había dado cuenta de lo bajita que eras hasta ahora.

–Ja ja ja.

–Vaaale, rabiosa –se ríe.

–Me gusta mi altura en realidad.

–¿Por?

–Cosas de la vida, Charles.

–Sí, de la vida… De la vida en la cama, será.

–Sí tío, tengo la altura perfecta para hacer mamadas.

–Joder… –se ríe.

–Es la verdad. Bueno, en realidad solo he tenido a tu hermano entre las piernas ahora que lo pienso.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [proceso 2 libro]Where stories live. Discover now