21

179 10 0
                                    

Carlos

Soy tonto. En todos los sentidos. Primero le hago daño a la chica que no lo merece, después trato de dejar de sentir por ella, y ahora que vuelvo a estar bien con ella, me doy cuenta de que sigo igual. Es todo una putisima mierda. Pero bueno, vengo aquí a pasarlo bien, no a rayarme.

–Si me ofrecen MDMA me lo meto –suelta Max.

–Y yo te meto una hostia que te mando a casa de tus padres como te lo tomes –amenaza Lewis.

–Pues yo sí quiero –los mira Emma.

–Y yo –suelta Lando con ellos. A lo que Emma sonríe y le choca los cinco.

–Claro que sí, todo el mundo a drogarse coño –dice Alonso con un tono irónico.

–ESOOOO –ríe Emma.

–El sarcasmo a ti no se te da bien, creo yo –la miro.

–Me pienso drogar igual.

–Me voy a meter un viaje que vamos a ver a Senna corriendo y todo –Max rodeo a Lando y a Emma con sus brazos mientras andaban y se pusieron a reír. Dios, lo que nos espera…

–Y tú dile algo a tu novia, coño –miro a Charles enfadado.

–Aunque le diga que no, lo hará. Yo no soy nadie para decir lo que tiene que hacer, pero la cuidaré, estate tranquilo.

–Bueno.

Confío en que estará sobrio para protegerla, porque como él se drogue con ellos apaga y vámonos.

–Menos mal que no está Pérez para oír esto porque conociéndolo ya estaría matando gente después de lo que acabamos de oír.

–Un antidrogas total… y luego es el primero que se mete cuatro chupitos de absenta –ríe Alonso casi a carcajadas limpia.

–El alcohol y las drogas son cosas totalmente diferentes, Alonsito –dice ella.

–Te pegan igual –contesté yo–. De diferentes maneras, pero pegar, pegan igual.

–Exacto, de forma diferente.

–Me la suda, me voy a poner hasta el cuuulooo –soltó Lando ya con toda la mentalidad de fiestero.

Lo que me espera… Jesús, dame paciencia. Miré a Alonso, su cara era tan disgustada como la mía. Creo que ya sabemos quiénes vamos a cuidar del grupo.

–¿Tú también te vas meter, Russell?

–No, yo no… Bueno, si me dan, qué remedio.

Jesús. 

–Dime que me vas a ayudar… –miré a Fernando.

–Claro.

–De puta madre. Pues tú, yo y… –Iba a contar con Lewis, pero también entró al trapo–. Tu y yo.

–¿Ese también? Madre mía.

–Sí, madre mía.

Entramos en el recinto, al primero con pinta chunga que vieron, fueron directitos a pedir sustancias de dudosa procedencia. Ay, señor… Lo que me daba miedo era por ella. Pidieron pastillas, unas láminas que se ponían en la lengua y María, como no. Estaba flipando, nunca imaginaría a ella hacer algo así.

–Oye, renacuaja… ¿Estás segura de lo que estás a punto de hacer?

–Pues claro.

–¿Segu…? Nada –ya se metió la lámina en la lengua.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [proceso 2 libro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora