11

554 23 0
                                    

Carlos

Creo que no había disfrutado así con ninguna, y le volvería a dar candela sin ningún problema y si ella me lo pide.

Habían pasado tres días desde ese momento y habíamos vuelto a repetir a escondidas de los Leclerc, claramente. Ahora nos encontrábamos los cuatro en la piscina de ellos.

–¿Qué tienes en la espalda? –oh, no…

–¿Esto? Es que me he peleado con un gato –de todas las cosas que se te ocurren, sueltas esto. Bravo, Carlos.

–Los gatos no hacen arañazos tan grandes.

–Es que me he rascado.

En ese momento Emma empezó a descojonarse. Cállate, por dios, cállate…

–¿Cómo coño ha sido?

–Me dejé la ventana abierta, me encontré con un gato ahí, y al echarlo lo típico, se te engancha y toma arañazo –hay que tener imaginación, colega. Emma no dejaba de reírse, jooodeerrr–. Cómo se ríe de mis desgracias la hija de puta… –intenté remontar la jugada.

–¿Y tu por qué tienes un chupetón? –Mira a Emma Arthur.

–Me lo hiciste tú –mintió, literalmente se lo he hecho esta mañana.

–¿Eh? Si ayer no estaba…

–Ilusiones tuyas –le restó importancia.

Emma y yo compartimos una mirada. Queríamos que esto fuera entre nosotros. Y solo entre nosotros. Cuando nos dejaban solos, eso se convertía en una guerra de besos y cariño, era puntual, esporádico, pero joder, como me gustaba.

Emma

Me gustaba esto. Probar cosas nuevas. Carlos me estaba enseñando muchas cosas que yo desconocía. Cómo hacerlo por detrás, algo que en siete años nunca probé porque a Arthur no le gustaba la idea. También me enseñó posturas nuevas, que… oh, dios. O lugares que jamás habría pensado pero que daban mucho morbo.

–¿Crees que acabarán dándose cuenta? –me dice al haber acabado, me encuentro en su pecho, acariciándolo tranquilamente.

–Espero que no.

–Esperemos… –dejó un beso en mi frente.

Me encantaba esto, porque ambos sabíamos que lo hacíamos por diversión, sin compromisos ni sentimientos fuera de la amistad y el cariño.

–Deberías probar con más tíos a parte de mí.

–Si me surge…

–Ya.

Nunca había probado una boca como la de Carlos, literalmente. Su lengua era una maravilla.

–¿Salimos de fiesta esta noche?

–Claro.

–Eeesooo.

Por la noche, él y yo salimos a cualquier discoteca que había por Mónaco. Él me miraba mientras yo bailaba. Me gustaba provocarle con mis bailes. Él simplemente permanecía expectante mientras bebía, hasta que se acabó la copa y se levantó.

–Ven –me arrastró entre la gente hasta los aseos, abrió uno, y nos metió a los dos, cerrando con llave.

–Buenooo.

–De tanto bailar me has puesto nervioso.

–A llorar.

–¿Llorar yo? –sonríe.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [proceso 2 libro]Where stories live. Discover now