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-¿Qué casi te besas con Michael?- gritó Diana al día siguiente cuando se lo conté.
- ¿Quieres bajar la voz? Te va a oír todo el vecindario.
- Pero, es que casi te besas con Michael Jackson, tía. ¿Tú sabes lo que debe ser eso?- dijo haciendo aspavientos con las manos.
Estábamos solas en casa, nuestros padres en este tiempo, habían salido con unos amigos.
- Te recuerdo que soy yo la que lo ha vivido.
- ¡Santo Dios!
Mi amiga no paraba de dar vueltas por el salón.
- ¿Quieres sentarte de una vez? Me estás mareando, Diana, con tanta vuelta.
- ¿Cómo puedes estar tan tranquila? Has estado a nada de besarte con él.
- No, estoy tranquila- dije y me entró la risa tonta.
Diana me miró y empezó a negar con la cabeza.
-¿Te ríes encima?- preguntó alzando una ceja.
-¿Lloro?
- Sigue bromeando, Susana, pero ahora me queda claro que a lo que hemos venido aquí, es por él.
Intenté calmarme, respiré hondo y le respondí a mi amiga:
- No me cabe dudas ya, Diana. Pero, en algún momento, volveremos a nuestro tiempo y esto quedará como un bonito sueño.
- Pues bendito sueño, amiga. Aprovechalo al máximo.
- No me queda de otra- suspiré - Llevarnos su amistad, es lo mejor de todo esto.
- Ni que lo dudes.
Me levanté del sofá y me acerqué a la ventana. Noté como se formaba un nudo en la garganta al pensar en Michael. Sabía que todo se quedaría aquí en el pasado, que debía dejarlo aquí y eso dolía. Y dolía mucho.
Me dolía no poder decirle que tuviera cuidado y no confiara en el doctor Murray, que se alejara de tantas cosas...
Pero no podía alterar el futuro...
Y él era tan bueno, tan hermoso, tan amable, que no se merecía nada de lo que le vendría en el futuro.
Yo solo había sido enviada aquí para ayudarlo a saber lo que es amor y, supuestamente, para que yo lo descubriera también. Y así estaba siendo.
Me había enamorado perdidamente de él y no tenía remedio. Él me trataba con tanta dulzura que era inevitable no quererlo.
Las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas, deshaciéndose así aquel nudo en el garganta.
Noté los brazos de mi amiga abrazándome y fue cuando comencé a llorar más fuerte.
- Tranquila, Susie. Quizás el futuro te de alegrías aunque no estés con Michael.
- Lo quiero tanto que duele ya. Y no sé cuándo ha podido suceder tan rápido.
- Estáis conectados y ya está.
- Pero él... Él... En el futuro...
- Lo sabemos, Susana, y será un varapalo para todos sus fans, pero no podemos impedirlo. Ojalá, pero no. Solo disfruta de esta oportunidad que te está dando la vida. Porque no vamos a poder vivir nada parecido. Amiga, sabes que te adoro con el alma, y yo solo te puedo aconsejar que disfrutes todo lo que puedas con Michael, llevate grabado en la mente cada uno de los recuerdos con él.
- ¿Cómo voy a vivir sin él?- pregunté llevándome la mano al corazón.
- No lo sé. Pero lo que si sé es que aquí me tienes para ayudarte en lo que sea. Juntas, podremos seguir adelante.
- ¡Esto es de locos! Viajar al pasado, enamorarme de mi cantante favorito, vivir esta experiencia con él y luego marcharme. ¡De locos!
Me dirigí hacia el sofá, secandome las lágrimas y subiendo las piernas hasta el pecho para hundir la cabeza entre ellas. Necesitaba tranquilizarme y aquella era mi manera de hacerlo.
Oí llamar al timbre de casa, y bajé las piernas inmediatamente. Diana fue a abrir y la oí saludar a alguien, mientras lo hacía pasar.
- Susana, el chico de los helados- dijo al entrar al salón.
-¿Qué...?- comencé a decir, pero cuando vi quien la acompañaba, lo entendí todo.
Un chico vestido con una gorra blanca y gafas de sol de lo más feas que había visto en mi vida, y una chaqueta blanca bastante grande, apareció a su lado.
- Hola, bonita - dijo aquel chico quitándose las gafas.
-¡Michael! - dije llevándome las manos a la boca.
Él sonrió de esa manera que, las lágrimas que había derramado hacia unos minutos atrás, quedaron olvidadas. Nos acercamos el uno al otro y nos abrazamos.
- Me voy, que he quedado con unas amigas, Os dejo solos tortolitos. - oí decir a Diana.
Apto seguido, oí la puerta cerrarse y en mi mente solo tenía cabida para el hombre que tenía delante. Cómo tantas veces me había dicho Diana, tenía razón, tenía que disfrutar de toda esta oportunidad.
Michael me soltó y nos sentamos en el sofá.
- No esperaba tu visita, Michael- dije.
- Necesitaba verte.
- Pero si lo hiciste ayer- reí tímidamente.
- Por mí, te vería cada segundo de mi vida.

Remember the time (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora