SEIS

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Cuando terminamos la cena Vi tiró de mi mano escaleras arriba y no dejó de correr hasta cerrar la puerta de nuestro cuarto.

―¿Qué pasó?

Pensé si decirle o no la verdad, pero lo cierto es que necesitaba a alguien en quien confiar dentro de la escuela, y Vi parecía una chica sincera. Después de todo, era mi compañera de cuarto y supuse que ocultarle cosas a ella sería un poco difícil o, tal vez, solo estaba buscando una excusa para confiar.

―Bueno ―. Suspiré ―. ¿Por dónde empiezo?

Ella sonrió y se sentó a mi lado en la cama.

―Puedes confiar en mí ― indicó como si estuviera leyendo mis pensamientos y el filtro interno que estaba haciendo sobre que contarle y que no ―. En realidad, puedes confiar en todos los chicos que te presente hoy. Los conozco desde que tengo trece años y nos volvimos familia, aquí es solitario y créeme, hice mi filtro con ellos. Son personas fieles.

Había algo en Victoria que me atraía como un imán, no de una forma sexual, más bien era una calidez. Sentía que, pese a no conocerla más que unas pocas horas, era una persona diferente a las que había conocido. No parecía haber maldad o segundas intenciones en sus acciones, en su interés.

Asentí, no quería que pensara que desconfiaba de ella porque en realidad no lo hacía. La verdad es que desconfiaba de la confianza y comodidad que me hacía sentir. Eso era nuevo para mí, porque, aunque mis amigos eran mi lugar seguro, muchas veces temía que si salía de ese pequeño circulo mi vida sería un infierno y serían ellos los ángeles negros ejecutores. Ese pensamiento me sorprendió, nunca me había permitido pensarlo tan abiertamente, aunque esa sombra siempre vivió en algún lugar de mi mente.

―¿Qué es lo que menos te gusta de las chicas?

Mi pregunta la tomó por sorpresa, ciertamente ella esperaba que le hablara de mi conversación con Wagner. De pronto sus enormes ojos negros se movieron hacia el techo y movió su boca en un poco hacía el costado, era un gesto gracioso. Estaba pensando.

―¿Te refieres a Alice e Iris?

Asentí.

» Creo que no hay nada que no me guste, las conozco demasiado. Es como la familia, puede que haya algo que no te guste, pero nada pesa tanto como para criticarlas. Iris es un poco intensa con los chismes, los odia. No le gusta que la gente hable de ella (o de cualquiera de nosotros) supongo que tiene que ver con la exposición de su familia. Pero tampoco es algo que me moleste, de hecho, me gusta bastante, siento que eso la hace una persona íntegra. Aunque eso no aplica a nuestro círculo, entre nosotros se permite cotillear un poco.

Asentí con una enorme sonrisa.

―¿Y Alice?

―No lo sé, Alice es la perfección hecha persona ¿Sabes? No solo es hermosa, es el mejor promedio en nuestra generación y además es buena con todo el mundo. Me gustaría que algunas veces se relajara un poco, tal vez ayudes con eso...

―¿Qué quieres decir?

―Bueno eres super opuesta a Alice, no necesito conocerte más para darme cuenta y, además, eres una bocanada de aire fresco. Seguramente le contagies algo de tu forma de ser y la ayudes a divertirse un poco más.

Tal vez estaba fingiendo, pero esperaba que me contara algún secreto escabroso o vergonzosos de sus amigas, al no hacerlo me descolocó un poco. Esa era la prueba que Bea solía hacerle a las personas. Ella decía que los amigos se guardaban los secretos, los cuatro sabíamos cosas horribles de los demás y, según Bea, esas eran nuestras anclas, nos mantenían unidos. Pero nunca ningún buen amigo se las contaría a un desconocido.

La Orden de las Sombras - Mentiras (1ra parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora