Capítulo 4: Enchanted

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Salí del instituto y me quedé sólo con la iaia. Porque papá y mamá se fueron a las entrevistas de un trabajo que encontraron cada uno por su cuenta. Además, también necesitaríamos dinero para poder vivir ,cuidar de la abuela y pagar mi escuela.

—Te mostraré lo bello que es este pueblo.— sonrió la abuela — No es conocido, pero es un lugar muy bello.

— ¿Y a dónde me vas a llevar?— me entró la curiosidad.

— Dylan, tú sólo acompañame.

Se apoyó en su bastón y con su brazo libre se apoyó en mí, yo también le ofrecí mi brazo para ayudarla a caminar. Alguna gente al pasar se reía de mí, pero les hice cero caso. Si esta gente supiera lo que era estar con la abuela sabiendo que en cualquier día se podría ir.

Me llevó a una panadería que olía exquisitamente delicioso a ese pan recién horneado. Compremos un pequeño bollo para cada uno para el almuerzo y una bolsa llena de panecillos de leche. Eran demasiados, no nos lo comimos y tampoco me dijo para qué los iba a utilizar.

Después, crucemos por un callejón que había un pequeño mercado lleno de gente. El ruido era alborotador, pero agradable debido a que transmitían felicidad y buena energía. La gente de buena mañana trabajaba y saludaba a cualquiera que pasaba.

Me sentí muy agusto de inmediato, eran muy amables y me sentí cómodo hasta el punto de olvidar mi ansiedad social por un momento.

Nos mezclamos entre las tiendas y me dirigió a uno específico. Había un estanque de peces vivos para venderlos frescos. Me daba pena ver a estas criaturas vivas ser matadas por los pescaderos delante de mí. Así que le dije a la abuela que no quería pescado y menos mal que me hizo caso.

Seguimos el camino que formaba el mercado por el callejón hasta llegar a su final que conducía hasta unas escaleras de piedras.

Alcé la cabeza y vi una enorme construcción antigua de piedra. ¿Era algún sitio histórico que no figuraba en el Google? Se me fue la emoción cuando vi el letrero que ponía "Orfanato".

— ¿Vamos a adoptar a un niño?— pregunté intrigado.

— No.— negó la abuela reyendose ante mi pregunta — Vinimos a visitar a estos pobres niños que no tienen padres.

Entremos adentro y un señor mayor, que no sé cómo se podía hacer cargo de tantos niños que habían, nos dio la bienvenida.

En la entrada había una mesa con una caja llena de dinero por las donaciones de la gente que daba.

La abuela estiró de mi brazo y me llevó hasta el árbol que ocupaba el centro del jardín donde estaban jugando los chiquillos. Nos sentamos en el banco y la iaia nada más abrir la bolsa de pan atrajo a los niños.

Fue dando uno a cada uno y los que sobraron se los dio de alimentar a las palomas. Así que para esto eran los panes. Sonreí porque estos actos me devolvían la fe en la humanidad.

Ayudé a una niña que tenía problemas con las manos a comerse el pan. Yo se lo despedazaba y se lo llevaba a la boca.

Más niños vinieron a mí y les leí un cuento que había por el suelo con mucho entusiasmo para que también sintieran la misma emoción que yo sentía al leer un libro.

Me divertí bastante y también al ver a la iaia disfrutando la compañía de los niños. Con los que estaba yo se acabaron durmiendo del cansancio y me levanté para dar una vuelta. Me dolía el culo de estar sentado toda la mañana.

Rodeé el jardín y vi una puerta de donde provenían más voces de niños gritando de alegría.

La abrí y me adentré, era un parque. Habían más niños que los que habían en el jardín.

— Tú, ¿quién eres?— un niño se dio cuenta de mi presencia — ¿Vas a venir a hacerle daño a mi amiga?

— No, claro que no. — levanté las manos en muestra de inocencia — Vine con mi abuela a pasar el tiempo con vosotros.

— ¿Entonces eres el novio de Aida?

Tropecé con una piedra y caí al suelo. ¿Y a este niño qué mosca le había picado?

— Últimamente la he visto más sonriente, seguro que es porque tiene novio.— sospecha el niño y me interroga con la mirada — No pareces mal tipo.

— ¿El novio de Aida?— me reí — Ese no soy yo, sería su amigo Ethan. ¿Y cómo que más sonriente? Esa niña es más amargada que el limón.

— No le digas cosas feas a mi amiga.

El niño cogió un peluche y fue hacia mí para pegarme.

Corrí un poquito aunque sabía que no me alcanzaría sólo para darle juego al pequeño. Este cogió una pistola de agua y me dio en el pecho. Adrede me tiré al suelo y dramaticé que me había dado en el corazón.

Acto seguido se rió de mis gestos exagerados y las muecas que hacía.

— Ay pequeñín, eres toda una monada.— escuché una voz detrás de mí y me levanté.

Giré la cabeza y vi a... ¿una Aida sonriente jugando con varios niños como si fuera su hermana? Me quité las gafas y volví a ponermelas, seguía ella allí. ¿Cómo era posible este suceso?

Miré a su lado y caí en el efecto enamoradizo de esos ojos verdes.

— Aida, sácame una foto con este peque tan lindo.— Olivia alzó en sus brazos al bebé.

Aida sacó la cámara y le tomó una foto a Olivia dándole un besito a la criatura.

Haría lo que fuese para que me diera también esos mimos.

No pude seguir contemplando a esa hermosa chica porque tenía que regresar a casa a comer.

Pasé el resto del día en mi habitación atento al móvil. Olivia había subido varias fotos. La primera estaba posando en la entrada del orfanato, otra era de ella jugando con los niños y el último la del besito al cachete del niño.

Le di un me gusta a todas sus fotos y les tomé capturas para guardarlas en mi álbum oculto que eran fotos todas suyas.

D_Davis:
Me sorprende que te gustaran tanto los niños.

Olivia_Jones:
sii sobretodo los del orfanato, son una pasada ¿y a ti tmb t encantan los niños?

Seguí chateando con ella hasta altas horas de la madrugada porque era enganchadisimo hablar con ella. Tenía un encanto muy especial aunque fuese sólo a través de la pantalla.

MI CORAZÓN DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora