Capítulo 21: Dusk till dawn

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Eran ya casi las doce de la noche, tenía mucho sueño y estaba por dormirme en la calle.

Mis oídos aún retumbaban por los gritos y la música de la feria. Mi cuerpo aún seguía dando vueltas y mi estómago estaba muy vacío tras vomitar dos veces.

No había gente en la calle de camino a casa y me dio miedo la oscuridad. A lo mejor me secuestraban.

Me di prisa en volver cuanto antes a casa, aparte de que mis padres seguramente estarán muy preocupados.

Había un gatito en la calle tiritando de frío, era verano todavía pero ya empezaba a enfriarse el clima y sobretodo por las noches. Me quité la chaqueta que llevé por si acaso y se la di para que no se muriera de frío. La reacción inmediata del animal fue acurrucarse entre la ropa.

Ya vi mi casa al lado de la destacable mansión, llamé a la puerta y me abrió la puerta la iaia.

— Corre, entra adentro.— me apresuró.

Entré rápidamente como quiso y cerró la puerta.

— Dylan, ¿ya has vuelto?— preguntó seriamente papá.

— Ay no, nos ha pillado.— suspiró la abuela.

La abuela me acompañó hasta el salón en defensa mía, aparte de que fue ella quien me dejó salir a jugar.

— ¿Qué hacías a estas horas tan tarde a fuera?— me interrogó mamá.

—No, ¿qué hora son estas de llegar?— papá miró su reloj.

— Por favor, dejar que el chiquillo pase bien su adolescencia.— los intentó entrar en razón la abuela y me sonrió — ¿Verdad?

La abracé e intentemos dar pena a mis padres para que me perdonaran.

— Ya, sube a tu cuarto.— ordenó papá.

Le di las buenas noches a la abu y un besito en la mejilla. Subí las escaleras con la flojera que tenía y me tiré a la cama, sin ni si quiera cambiarme al pijama.

Tan sólo cerrar los ojos escuché unos gritos. Aún seguía pensando que eran fruto de mi imaginación o un sueño, pero los gritos cada vez eran más fuertes y más cercanos.

— ¡¿No te di suficiente dinero para que te divertieras?!— escuché el grito de una mujer.

Me levanté sobresaltado y alguien golpeó varias veces la puerta de mi dormitorio.

— Dylan, baja ahora mismo.— suplicó mamá y abrió la puerta.

— ¿Pero qué está pasando?— salí de mi cuarto molesto.

Y ahora los gritos parecían provenir desde esta casa. Seguí a mamá hasta la entrada de la casa y me encontré con los señores Millers junto a sus hijos y la sirvienta.

Los padres de los hermanos le estaban regañando a la morena y papá discutiendo con el grandullón.

La abuela al verme corrió hacia mí para quedarse a mi lado.

— Dylan, ¿te habías ido a la feria con la hija de ellos?— papá señaló a Aida.

— S-sí.— respondí nervioso con el miedo a lo que podría suceder.

— ¡¿Tienes a tus mejores amigos en casa y te juntas con el pobre vecino?!— el señor Miller gritó en el oído de la morena — ¡¿Qué pasa con Ethan?! ¿No es suficiente?

Aida no paraba de cerrar los ojos del miedo y yo iba a ir a defenderla, pero Aidan se adelantó y se puso frente a su hermana. Miré el móvil que tenía en su mano y vi que tenía fotos de nosotros dos en la feria, así que fue él realmente.

— Alejar a vuestra hija de nuestro hijo.— mamá se dirigió a los señores.

— Claro, sería un placer.— la señora Miller nos miró con superioridad — Nosotros no nos juntamos con gente como vosotros. Quitar la asquerosa existencia de vuestro hijo de nosotros.

Mamá se enfadó un montón y le empezó a gritar un mogollón de insultos a la mujer.

Yo seguía en el medio sin saber qué hacer. La abuela miraba apenado toda la escena. Aidan no paraba de lanzarme miradas amenazantes.

— ¡Tú!— la señora Miller apuntó a su sirvienta — Quedas castigada por desobedecerme, vuelve a hablar con esta casa y te despido.

Dayanara bajó la cabeza.

— ¡¿Por qué siempre tienes que desobedecernos?!— volvió a gritarle el padre a Aida.

— Eso, aléjate de mi hijo.— papá culpó a la morena.

Los señores Millers abrieron la puerta para irse, pero Aida salió corriendo en vez de dirigirse a la mansión azul.

— ¡No!— Dayanara intentó que no se fuera.

Los señores Millers junto con su hijo ya desaparecieron de nuestra vista.

— ¿Te hablas con la sirvienta?— papá se quedó atónito.

— Es mi amiga, ella es buena persona.— la defendió mamá.

— Dylan, por favor.— la sirvienta corrió hacia mí — Ayúdame a buscar a Aida, no es seguro a estas horas que esté fuera.

— Dayanara, no.— se interpuso mamá — Mi hijo no se va a volver a acercar a esa maldita niña.

— Sylvia, déjale que vaya.— la iaia salió en mi defensa.

— Pero...— mamá intentó protestar.

La abuela me dio las llaves de la casa y me deseó suerte. Salí a la calle junto con la sirvienta y Jane cerró la puerta.

MI CORAZÓN DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora