Capítulo 11: Set fire to the rain

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Papá ya llevaba media hora sentado en la mesa perdido en sus pensamientos. Mamá no paraba de dar vueltas por el salón y la abuela estaba en el sofá junto conmigo.

—¿Te duele?— preguntó la iaia por enésima vez.

— No, tranquila.

Me tomó del mentón y miró el moratón de mi ojo. No estaba tan negro, pero sí estaba rojo.

— Ya sé lo que vamos a hacer.— se levantó de golpe papá.

Nosotros tres nos sentemos alrededor de él para escuchar qué es lo que había tardado en pensar tanto.

— No voy a permitir que peguen a mi hijo, no lo consiento. — golpeó la mesa — Soy un buen padre, así que iremos a la casa de los Millers y lo hablaremos como unos adultos.

—¿Y a qué esperamos?— mamá cogió su bolso para retocarse un poco el maquillaje y se dirigió a la puerta de entrada.

Los cuatro dejemos la casa y nos dirigimos al de los vecinos millonarios.

Mamá tocó el timbre y le pidió a su amiga Dayanara que llamase a los señores de la casa.

—¿Por qué nos han llamado a estas horas de la noche?— salió una mujer con una expresión muy seria, debía de ser la mamá de Aida — ¿Y por qué nos han citado en medio de la calle?

— Como sea una broma nos lo tomaremos muy mal.— y ahora salió el padre, un señor con unos pesos de más.

Mi papá educadamente les ofreció la mano para saludarles y ellos se la estrecharon de manera desagradable.

—Mira, vengo a hablaros porque vuestro hijo mayor ha pegado a mi hijo.— papá señaló mi cara.

— ¿Cómo pueden educar a un hijo así?— mamá se alteró y papá la tuvo que calmar.

— Relájate, evitemos peleas.

La madre de los hermanos Millers me vio y se sorprendió, pero no por mis heridas.

— Si es el ladrón que le robó el móvil a mi hija, se lo tiene merecido.

Papá apretó los puños y le iba a gritar a la mujer, pero esta vez mamá tuvo que detenerla.

Aida desde su habitación me vio y bajó corriendo:

— Papá, mamá.— los llamó — Que él no ha sido quien me ha robado el móvil.

— Aida.— su padre la miró con autoridad — Esto es asunto de mayores.

— No te hagas la buena ahora.— su madre la apuntó con el dedo — Aidan ya nos ha dicho quién ha sido y no lo niegues.

Aida iba a protestar, pero sus padres la miraron de manera amenazante y volvió a entrar a su casa cabizbaja.

— Y vosotros cuatro.— nos apuntó el señor Miller — No os quiero nunca más delante de mi casa.

— Mi nieto no ha robado nada.— la abuela se puso delante mío — Ya se lo ha dicho su hija, deberían de escucharla. — sacó la chancla de la bata — Y como vuestro hijo ponga algún dedo encima de mi niño bonito os la veréis conmigo.

— Iros lo más lejos posible.— la señora Miller cerró las vallas de la casa delante de nuestras narices y luego se enfrentó a la sirvienta — Y tú, como le vuelvas a hablar a la madre del niño ladrón te expulso.

La abuela lanzó una piedra adentro de la casa y los cuatro regresemos a la nuestra.

Papá estaba por romper algo y mamá se contuvo las ganas de volver a esa casa y golpearle a los señores.

La abuela se quedó a mi lado y me abrazó.

— Te quiero abuela.— dije sinceramente.

— Yo también, mi niño.

Dejó un beso en mi frente y los cuatro nos quedemos en silencio.

MI CORAZÓN DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora