Capítulo 14: Mercy

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Me levanté temprano porque no sabía a qué hora vendría a mi casa y tampoco qué íbamos a hacer. Así que me puse algo cómodo.

Saqué del armario una camiseta azul oscura oversize, los pantalones deportivos largos color beige y las únicas zapas blancas que tenía.

— ¡Dylan, viene Aida a buscarte!— gritó la abuela desde abajo.

— Ya voy...— cogí mis gafas y bajé corriendo.

La vi de pie en la puerta conversando con la abuela como si nunca hubiera sucedido esa discusión con los Millers.

Miré su atuendo, me di cuenta que ella siempre combinaba los colores como un sándwich. La prenda de arriba siempre tenía que combinar con el más bajo. Ella se había puesto una camiseta roja corta por encima del ombligo, vaqueros cortos negros y unas converse a juego con la camiseta. Luego,llevaba un bolso de piel negro.

— Dylan, ¿vas a salir?— me preguntó la iaia y asentí — Pasarlo bien.

Le dio un beso en la frente a la morena y luego otro a mí. ¿Y estas dos desde cuándo eran tan cercanas?

Salí de casa junto con la chica y me dijo que iríamos a desayunar a la cafetería que más le gustaba a Olivia y pedir el café que la rubia siempre tomaba. Que así podría algún día invitarla a ese sitio y sorprenderla.

Me pareció buena idea, no sabía que mi enemiga me podría ayudar tanto.

Aida pidió dos helados de café y con mucha nata por encima.

— A Olivia no le gusta el café caliente.— me explicó y yo fui anotandolo en las notas del móvil.

—¿Modo claro?— miró mi pantalla — Qué aburrido que eres, deberías de poderlo en modo oscuro.

— Deja de criticarme a todas horas — aparté su cara — Y me molesta que el móvil esté tan oscuro.

— Como tú digas.— volvió a sentarse — ¿Tienes 5 euros?

— ¿Por qué?— pregunté extrañado.

— Pues para pagar tu café.— esta es la primera vez que se enfadó hoy,fui contando.

Miró que ni si quiera mis pantalones llevaban bolsillo y que no traía un monedero. Si al menos tuviera ahorros sí me habría traído algo de dinero.

— Olvidé que eras pobre.— rodó los ojos y se fue a caja a pagar.

Para vengarme cogí la sal que había en la mesa que era para condimentar los bollos salados y le metí un puñado en su café.

Regresó y yo sonreí fingiendo que era porque me pagó mi desayuno.

Cogí la cuchara y tomé el helado como si nada. Aida se había llevado un bocado enorme y lo escupió a la mesa.

— ¡Agh!— cogió el vaso de agua y se lo bebió entero— ¿Por qué Olivia tiene tan malos gustos?

Intenté disimular la risa y fingí que mi helado también estaba salado. Ella no se lo acabó, más bien no lo volvió a tocar y yo sí me lo acabé.

Nuestro próximo destino fue el pequeño centro comercial del pueblo. Me dijo que si algún día conseguía un trabajo podría comprarle ropa a Olivia ya que a ella esto es lo que más le gustaba.

— Colores claros.— repitió otra vez — Y si es oscuro sólo puede ser el negro. También recuerda, talla s.

— Ya me lo has dicho varias veces.— bostecé aburrido.

— Pues te aguantas.— segunda vez que se enfadaba.

Me arrastró hasta una sección de ropa deportiva y me enseñó una sudadera gris clarito con el estampado de un koala.

MI CORAZÓN DE CRISTALWhere stories live. Discover now