Capítulo 12

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Primero corrí la cortina en la ventana de la pared frente a la puerta, con el fin de conseguir más iluminación y no tener que encender las luces, pues no quiero que nada en el techo siquiera se mueva.

—¿Cómo fue que tus papás te dejaron venir aquí? —Lía se acostó en la cama. Por sí sola y sin preguntar decidió seguirme desde la sala y, ya en la puerta, no fui capaz de cerrarle en la cara, de modo que dejé que hiciera lo que quisiera.

—Debe ser que confían en Colec —contesté leyendo la fecha de caducidad de la pomada que Alicia me compró.

—¿Por qué no le dices «tío»?

—No lo conozco mucho.

—¿Por qué?

—¿No dijiste que ibas a salir? —pregunté algo frustrada y dirigiendo mi mirada a ella para que me tomara en serio.

—No, dije que podíamos salir, no que saldría yo sola.

—¿Y piensas quedarte aquí?

—En varias ocasiones dormí en este cuarto —mencionó en un tono orgulloso. Ya sabía que, en pocas palabras, ha vivido aquí—. Pero, si te molesta, me puedo ir.

Suspiré.

—Haz lo que quieras —recolecté lo necesario para darme un baño y salí.

El shampoo que tienen posee un aroma agrio, como si se tratara de un cítrico, incluso me arde la cabeza. Por lo menos, aquel golpe con el balón de baloncesto no me dejó heridas, sino más bien molestia.

Dentro de lo que cabe, mis tobillos están comenzando a cicatrizar y ya no sangran.

Agarré una crema de Fiorella para la resequedad de las manos que ya antes vi en el botiquín, pero no había siquiera pensado en utilizar, me puse un poco y enseguida le vino muy bien a mis dedos.

Me vestí, exprimí mi cabello con una toalla y salí ya limpia. Así consigo conciliar el sueño en mejor medida, aunque la verdad prefiero ducharme en las mañanas, antes de comenzar el día.

Creí que Lía ya se había ido porque la puerta estaba abierta, sin embargo, seguía acostada en la misma posición y, por si fuera poco, dormida.

¿Y ahora?

Me incliné hacia ella con el propósito de ver si en serio se encontraba dormida. Al parecer, sí. Tengo que despertarla, solo que no me atrevo a tocarla.

—Lía —susurré—. Lía —repetí en un tono más firme—. ¡Lía!

No respondió. Extendí una mano y apenas rocé su mejilla con el dedo índice. Ni siquiera parece sentir mi presencia.

Se encuentra casi al borde, por lo que, al moverse cuando quiso acomodar la cabeza, por poco cae de la cama; sin pensarlo, puse una mano en su hombro, evitando que cayera. La empujé de vuelta e hice que se girara hacia la pared, situé una almohada en su espalda, le coloqué encima una de las mantas dobladas a los pies de la cama y fui a tomar asiento en el sillón.

Deseaba distraerme con algo, pero no tengo ningún libro conmigo. Estoy segura de que todo lo que Colec tendrá son colecciones de arte y no me interesan, mucho menos los recetarios de Fiorella.

En Bathory no leí ningún libro, Pipa me los resumía, por eso los conozco y sé de qué van, así como las obras de cualquier tipo de arte. Lo que le dije a Lía era cierto, tengo de principio a fin todos los datos de una gran cantidad de pinturas, aunque, si las veo, no podría reconocerlas, no hasta que me digan el nombre, ya sea del pintor o del trabajo mismo.

Ocupé un rato colocándome una venda nueva en mi brazo. La retiraba y la acomodaba de otra manera, hasta encontrar la forma más cómoda de portarla.

Lía emitió un quejido y dirigí mis ojos a ella, quedándome quieta.

Hasta ahora, no parecía y no me había dado cuenta de que las curvas de esta chica son evidentes. Creí que era mucho más insípida.

No es tan voluminosa como su amiga. Lía tiene una estructura más estilizada. Enaltecí la cabeza.

Debo decir que tenía una indefinida idea de lo que iba a hacer; pretendía levantarme y acercarme... Justo antes de que procediera siquiera a moverme del sofá, Colec asomó la cabeza por la puerta.

—¿Qué hacen? —curioseó y volteó a ver a la chica usurpando mi cama.

—Fui a ducharme y se quedó dormida —expliqué.

—¿Quieres que la despierte?

—No, está bien.

Ya es muy tarde como para hacerla volver a su casa, la cual no sé qué tan lejos se encuentre desde aquí. Muy por encima de que no soy tan desconsiderada, si algo le sucede, no quiero que la responsabilidad recaiga sobre mí.

—¿Piensas dormir con ella?

—Para nada.

—Te diría que duermas con Fiorella y yo en la sala, pero creo que lo que no quieres es quedarte con nadie, entonces, ¿te acomoda abajo?

—¿Ya se fue la madre de Fiorella?

—Sí —respondió aliviado.

Tomé una de las mantas extra y bajé para acomodarme en el sillón. La verdad es que podía incluso acostarme en el suelo, la cuestión es que tampoco pretendo que nadie, ni siquiera Lía, sienta lástima por mí. Y, si por culpa suya duermo en el piso, sé muy bien que no voy a quitármela de encima ofreciéndome disculpas.

Colec me ayudó a recoger los almohadones y extendió un segunda una manta que me trajo desde su habitación.

—Por tu cara, veo que no salió como esperaban —apunté.

—Le dijo cosas muy hirientes a Fiorella —tomó asiento en el sofá pequeño y se pasó las manos por el cabello, luego las dejó en su cuello, con la cabeza agachada.

—¿Cuánto tiempo más piensas intentarlo? —pregunté. Me senté en el sofá, colocando mis piernas cruzadas debajo de mí. Colec levantó la cabeza y me miró, algo molesto.

—¿Cómo que «cuánto...»?

—No me malentiendas —interrumpí—, me refiero a cuánto te importa la aprobación de su familia.

—Es a Fiorella a la que le importa; no a mí.

En resumen, todo lo que Colec hace es exclusivamente por ella, no tanto porque desee congraciar con su familia.

—¿Por qué no les agradas?

—Al principio pensé que..., no por ser mexicano, sino por no ser italiano, pero a toda la gente la trata así, con Lía siempre ha sido grosera.

—Si el problema no eres tú, ¿qué vas a arreglar?

—¡Jane! —expresó frustrado—, me haces muchas preguntas.

—Ninguna de las cuestiones que te hice me interesan; a ti sí.

Su expresión se suavizó, enalteció la cabeza y me fijó la mirada, como si estuviese leyendo los subtítulos de lo que acabo de decir.

—Eres muy inteligente —susurró—. Voy a pensar un poco en lo que dijiste —indicó y se puso de pie—. Descansa.

Me acosté boca arriba, tomé mi teléfono, colocándolo sobre mi barbilla y durante varias horas le estuve dando vueltas a si debía contactar por lo menos a Logan. Es que de vez en cuando creía que en realidad no lo conocía.

Por lo que ocurrió con Ulises, pienso que hay un lado de él que no podría siquiera imaginar. Y, si no es la persona que yo creí, si Mijaíl tenía razón cuando me dijo que el problema no era Ulises, entonces quizá no puedo confiar en él tanto como me gustaría.

Encendí el teléfono, revisé el buzón de mensajería y vi que tenía al menos 10 textos de cada contacto, excepto de Cristian, claro. En cuanto a llamadas, hay un total de 75 perdidas.

Es mejor evitar arriesgarme y no inquietar a nadie. Ya corrí demasiado riesgo aceptando la llamada de Mijaíl.

Voy a hablar con Logan, sin embargo, no por ahora.

[4] CCC_Viraha | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now