Capítulo 17

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Dejé el trapo en el fregadero y salí de la cocina. Subí directo al ático para tomar la maleta pequeña donde guardo mis cosas y bajé al estudio.

El niño herido es el chiquillo insolente que me lanzó la bola de papel. Veo que tiene la rodilla ensangrentada y, a pesar de llevar pantalones oscuros, veo la mancha con claridad.

Colec tampoco se encuentra, de modo que los dejó al cuidado de Lía, quien luce en serio angustiada. De esta clase de situaciones son de las que pretendía salir librada, con Ekaterina, por ejemplo.

—¿Qué te pasó? —le pregunté en completa calma mientras me iba a lavar las manos.

—Se le enterró un vidrio —respondió una niña sentada al fondo del salón. Le eché un feroz vistazo a la chiquilla.

—¿Qué?, ¿no puedes hablar? —me dirigí al herido, quien se limitó a hacer una mueca y parpadeó, en un intento de no dejar salir sus lágrimas. Tomé asiento en el piso, con las piernas cruzadas debajo de mí, delante del crío—. Descúbrete la rodilla —indiqué.

—Pero...

—O lo hacemos aquí o vamos a un hospital, y un médico no te va a tratar mejor que yo —advertí con seriedad—, ¿quieres eso?

El niño se mordió los labios y al final accedió a levantar su pantalón, lo hizo con cuidado y como si le fuese a doler más de lo de por sí. Veo que lo más grave fue el susto.

Limpié la sangre con una gasa. Agarré un alfiler, cuya punta calenté con un encendedor, entonces vi que todos se asustaron, inclusive Lía. Con el objeto ya esterilizado y frío, removí la lesión hasta que fue visible un fragmento de la astilla. Tomé unas pinzas, igualmente limpias y, con ayuda del alfiler, retiré el pedazo, el cual es muy pequeño como para haber provocado tanto alboroto.

Al final le higienicé la rodilla con agua y jabón, coloqué crema con antiséptico y le coloqué una gasa. Eso era todo.

Recogí mis cosas y subí de vuelta al ático, donde dejé la maletita, fui al sanitario a lavarme las manos y, al salir con intención de retornar a la cocina a terminar con lo que estaba haciendo, me encontré a Lía.

—No deberías dejarlos solos —apunté sin detenerme.

—Es solo un momento —me siguió—. Gracias por ayudarme. Si algo le pasaba, iba a meter en problemas a Colec.

—Es su culpa por dejarte a cargo —mencioné.

—Oye, puedo cuidar a un niño —se defendió—, pero no a tantos —confesó.

—A eso me refería.

—Como sea, gracias —expresó con, lo que yo supongo, sinceridad. En el momento en que tomé la jarra de agua, Lía dio la vuelta para volver al estudio.

—Lía... —hablé.

—Dime —dijo luego de volverse hacia mí.

—... —demoré un momento—. Si la herida se le inflama, vas a tener que llevarlo con un médico —mencioné lo que en realidad no pretendía.

La chica asintió y bajó al estudio.

Por la noche, Lía le comentó a Colec lo que había sucedido y obtuve un gesto amable por parte de él cuando le anunció que yo me había hecho cargo de tratar al niño.

Con eso, estamos volviendo al principio, a cuando el sujeto era cordial conmigo. Algo es algo.

La tarde siguiente, Colec y Bianca se encontraban en el estudio, Fiorella está en el sanitario y con Lía estábamos en la cocina, preparando los bocadillos para los chiquillos.

[4] CCC_Viraha | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora