Capítulo 29

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En la tarde siguiente, me dediqué a ayudar a Fiorella con la lista de los preparativos para la excursión de la que ya dio aviso a sus familiares, aseguró mi asistencia, así como la de Lía y Colec, y fijó la fecha: este fin de semana.

—¿Te di el sobre de los pases? —preguntó revisando sus provisiones.

—Se lo encargaste a Colec —respondí concentrada en cerrar el termo, que creo está roto.

—Bueno —susurró con la vista por ahí.

—... ¿Quieres dejar de hacer eso? —la miré.

—¿Hacer qué?

—Eso, evadirme, me hace sentir mal.

—... —se aclaró la garganta—. De acuerdo —dirigió sus ojos a mí. Suspiró con una mano sobre su estómago—, desde que te conocimos, con Colec hemos hecho muchas suposiciones de dónde estuviste, con quién, qué hacías... En fin, trato de no pensar mal, pero cada vez que hablo contigo imagino algo peor. Solo quiero saber la verdad para poder ayudarte.

En sus ojos veo que su intención es sincera y que puedo confiar en ella, en cambio, no es por Alicia por lo que no les he dicho nada, sino por otra cosa que sin duda va a pasar y con justa razón.

—No puedes ayudarme —aseveré—. Lo de ayer no fue más que un momento de debilidad, pensé en muchas cosas y me superaron, pero al día siguiente tenía que levantarme como si nada y te agradecería que hicieras lo mismo. Puedes pensar lo que quieras sobre mí, nada más no me lo digas.

Luego de devolver a su sitio las cejas que hace un instante expresaban tristeza, Fiorella asintió e intentó sonreírme como siempre. Con eso me basta.

El sábado, antes que otra cosa, me preparé con una mochila llena de artículos de farmacia. Es mejor prevenirme, no conozco a esa gente y prefiero ir lista.

Lo que utilicé fue ropa mía, a excepción de la blusa que Fiorella me prestó, la cual es blanca y me dijo que a las mangas se les llama «tipo mariposa», también llevé un collar de listón negro al que le colgaba un cuerno rojo de la suerte, porque no quería que me perdiera, según ella.

Cargué una maleta hasta el auto de Colec. No vamos a llevar muchas cosas, más que unas mantas y un cambio de ropa por cualquier situación que pueda presentarse.

Subí la valija e iba a cerrar la cajuela, pero la mano de Lía me lo impidió. La chica depositó una mochila dentro y entonces me permitió cerrar.

—¿Estás bien? —preguntó—. Te ves triste.

—Estoy cansada.

—Voy a hacer que te diviertas, tú no te preocupes —aseguró, a lo que la volteé a ver.

—No... tienes que hacer nada.

—Vamos, será divertido. Podemos pasear, creo que hay animales, bicicletas, lagunas...

—Lía —cerré los ojos por un segundo para respirar hondo—, estoy yendo porque Fiorella me lo pidió, no porque quiera.

—¿Tan siquiera puedes poner una linda cara, por Flor?

—... Claro —le di por su lado.

Colec y Fiorella salieron; preguntaron si ya no teníamos nada a qué entrar a la casa u olvidábamos algo; cerraron bien la vivienda; subimos al auto y Colec arrancó.

El viaje no fue tan largo, solo me entretuve mirando la ciudad por la ventana, ignorando la conversación entre los otros tres en el vehículo.

En determinado momento me preguntaban algo a lo que respondía con una sola palabra, hasta que asumieron que no tenía intenciones de ser partícipe de su diálogo y dejaron de insistir.

[4] CCC_Viraha | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now