CHICAS DE AZÚCAR

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Al rato bajamos al centro, y "Germán" no perdí­a ninguna oportunidad de piropear a cuanta pelaita veí­a en la calle. Comentarios osados y de mal gusto.
-¡Mire Iván, para que se estrene!
Ya me comenzaba a irritar tanta montadera. Me provocaba saltar de esa moto con dirección a los pastizales, encontrarme con la vista del crepúsculo, solo, ebrio, cagado y triste. Muy triste como estamos todos a esa hora, esa hora tan triste, triste, muy triste.
Entonces recibió múltiples insultos de sus desafortunadas víctimas, pero eso era lo que más le emocionaba. Germán disfrutaba de ello, se echaba a reír mientras acelera más la moto.
Llegamos a un bar llamado "Chicas De Azúcar".
Eran más o menos las 9:00 de la noche. Yo jamás había entrado a un sitio de esos, pero en el fondo me daba unas ganas enormes de conocer cómo era y qué había allí.
En la entrada había un tipo todo extraño. Una semejante bestia con una cara una de perro tenaz, pidiendo identificaciones como advirtiendo que si lo mirabas a los ojos y le engañabas de frente, te iría muy mal. Era bien horrible el pobre diablo, de seguro era resentimiento quién sabe.
Entré convencido por Germán, se notaba que era cliente frecuente porque saludaba a varias de las chicas del lugar. Nos sentamos en la mitad del bar. En ese momento las bailarinas comenzaban su acto rutinario y los veteranos introducían en las tangas de las bailarinas lo del arriendo y la comida de sus casas; todo por un momento de dulces y cariñosas caricias de las chicas.
Era un ambiente de alcohol, humo, vómito y sudores tiernos desoladores. Gritos al fondo como los de baile más preciosa. ¡Claro mi amor! Ponga más plática en mis nalgas. ¡Hoy soy tuya!Pero ponga más billeticos entre mis piernas que arden de sudor y felicidad porque las toques. ¡Hoy eres mío mi amor!
El veterano estaba como embobado. Cada vez le ponía más billetes a la chica entre sudores de lívido y codicia.
- ¡Claro preciosa, hoy soy todo tuyo!
- ¡Esta noche seremos uno en un catre de pasión, ponga más dinero mi amor. Hoy seré tuya cielito, mi corazón!
Sudor, juventud desoladora, vejez llena de lujuria, llena de soledad.
-Señor, ¿Me compra un chicle? Gracias muy linda su Señora.
-¡Venga le doy un beso mi amor!
- ¿Bailamos preciosa?
-¿Qué deseas hoy papasito?
- ¡A ti te lo dejo gratis mi amor! ¡Me gustas¡
-¡Más cerveza para la mesa del centro!
¡Alcohol, humo, vómito, mierda!
Sacan a un tipo, por pegarle a una de las chicas. Puños de la bestia, a un pobre güevón.
Germán pidió una ronda de cervezas, prendió un cigarrillo y me ofreció uno mientras me preguntaba:
-¿Qué te parece hermano?, mientras le ponía un billete en su pecho a una bailarina que estaba en plena rutina de pole dance, esa que en cuestión de segundos, nos dejó ver sus tetas grandes en medio de las lucecitas de colores, gritandole a un borracho:
- ¡Estas son tuyas mi amor! ¡Soñarás con ellas hasta el amanecer!
El veterano se sonrojó y le dió una palmadita en las nalgas cubiertas con unos calzones plateados brillantes, como escarchados, ésta se los quita y se lo acomoda en su canosa cabeza.
- ¡Este es tu premio campeón! _ le decía la bailarina al veterano, mientras yo le respondía a Germán:
- !Alucinante!, aunque un poco mareado. Mentiras mías; estaba cagado del miedo.
- Tranquilo hermano que todavía no ha llegado lo mejor de este show _ dijo, mientras se le sentaba una morenaza en las piernas. A mí­ me tiraban besos desde otra mesa. No veía bien, pero se asemejaba más a un travestí quién sabe. Me tomé varias cervezas con "Germán", entre chanza y ocio nos volvíamos mierda.
-Que lindo estás mi amor _ se escuchó desde una mesa de atrás.
- ¡Aprovecha! me decía Germán. Hoy es tu noche de estreno hermano.
Sentía que la timidez se me iba por el efecto del alcohol. Entonces vino hacia mí una mujer con el cabello tinturado y con aroma de loción barata, sin decir nada, ni su nombre. Me besó entre los dientes sentándose en mis piernas.
-No sé quién eres, pero no me importa,me gustas precioso. Me gustas desde que te vi entrar. Germán no se perdía nada de la acción desde la mesa.
- Llévame arriba. ¿Qué te parece?
Germán y la morena sólo me observaban, como pensando. Imposible que no aproveche severa mujer.
Emily, ese era su nombre. Cuerpo fino y cara angulosa. Se dedicaba a sobrevivir a base de hacer pasar un buen rato con las piernas abiertas, todo por no dejar escapar a sus clientes.
Era una persona dominada por la lógica. Le costaba mucho expresar sus emociones, y sus sentimientos. Nunca reconocerí­a que es incapaz de enamorarse y no puede olvidar el recuerdo de su fallida familia. Estaba todo el día sin poder parar, siempre escuchando música de borrachos. Todos esos pobres estúpidos lloriqueando porque la mujer los cambió por otro. ¡Pobres maricas!
Agarrándose de mi mano, Emily me insistió de que no olvidarás nuestro encuentro arriba, allí en esos cuartos frí­os, húmedos y oscuros, aquellos en donde cada noche morían ilusiones rotas, infidelidades continuas y abrazos con la soledad.
-Ven, toma mi mano, y no tengas miedo precioso. Ven que yo no muerdo bobito.
Yo, asustado ante su mirada segura de hacerse la noche conmigo le respondí sin ninguna opción.
-¡Claro preciosa, como digas! Y Subimos a esos cuartitos ambientados con incienso, ante la mirada expectante de Germán y la morena, riendo entre dientes esperando haber con que salia yo. No podía darles el placer de que se siguieran burlando de mi­ bochornosa situación y accedí.
Y ahí­ estábamos los dos en el cuarto. La cama medio tendida dándome a entender que hace un rato ya habían estado allí varios tipos. Me senté, mientras ella me decía que iría un momento al baño, a ponerse hermosa para mi. Que me pusiera cómodo. Mientras, yo me imaginaba que en cuestión de un rato estaría con una prostituta. Todo por quedar bien ante Germán.
Los nervios se comenzaban a apoderar de mí. Entonces salió ella en ropa interior, con su conjunto rojo, dispuesta a ganarse la noche conmigo. Estaba muy nervioso ante tal mujer en frente de mí.
-¿No te has quitado la ropa corazón? _ preguntó Emily.
- ¡Ya, ya lo hago...! y antes de que acabara de decir estas palabras, se abalanzó sobre mí­ y me zampó un beso, tirando mi cuerpo de golpe a la cama.
Esta mujer no vino a jugar, sabía muy bien lo que quería y lo obtendría de cualquier modo. Me dejé llevar por el deseo, no negaba lo que estaba sintiendo en ese momento, yo creo que ella notaba mis nervios y mi frialdad, hasta que me dijo:
-¿No te gusta?
-¡No!, ¡No es eso!, no te preocupes, tan sólo estoy un poco nervioso y a continuación me dijo:
- ¿No has estado con una mujer de verdad?
Sentí como comenzaba a temblar sudaba frío, mientras ella me miraba con ternura a los ojos.
-¿Por qué lo preguntas? _ Le dije, haciéndome el seguro.
-Amor todo el tiempo me debo acostar con tipos, pero no te preocupes precioso. Muchos como tú vienen a diario aquí para experimentar, y a muchos les he quitado sus juegos de niños. Así que relájate y déjate llevar.
Yo sólo respondí moviendo la cabeza. Rápidamente esa mujer me arrebató la ropa, y comenzó a recorrer mi cuerpo tensionado y lleno de sudores tímidos. Yo a la expectativa de lo que pasaría, ¿Sí lo haré bien?, ¿Se burlará de mí con las otras chicas después?, o peor, Germán le preguntará en algún momento qué cómo me fue. ¡Vida hijueputa!
Y ahí estábamos. Ella como una fiera y yo estático como cadáver. Cuando de golpe, Emily se para por un momento, hacia unos cajones, en busca de condones para dar inicio a este ritual de pasión desenfrenada, al regreso le dije:
- ¡Oye preciosa lo siento!, En serio no puedo hacerlo. Y no te preocupes por el dinero, allí te lo dejo sobre la mesita.
Ella se notaba no sé si entre conmovida, enojada o decepcionada, lo único es que a mi salida desesperada del cuarto, sólo se propuso a gritar:
--¡Vos eres un culicagado!
Entonces, bajando por las escaleras se me inundó la mente con lo que de seguro me iba a preguntar Germán. Cosas como:
¿Qué?, te gustó?, ¿Cómo se mueve?
¡Vida de mierda! _ dije, esta vez entre dientes.
Ya abajo, los vi, ahí estaban ese par de nefastos, enfiestados. bailaban abrazados una salsa toda maluca que no pasaba de moda. Me ven.
- ¡Hermano!, ¿Cómo le fue?
¡Mierda!
Yo, entre enojado y avergonzado le respondí.
- Bien. Todo fue muy alucinante.
- ¿Pero si le gustó o no?
- ¿Podemos irnos ya Germán?
_ le pregunté mirando al piso.
- ¿Cómo así? ¿Tan rápido? _ dijo fastidiado.
- Es que ya me siento algo mal
- ¿Mal?, ¿Pero de qué?, si no tomaste casi nada hermano.
¿Qué te hizo pues la vieja esa?
¡El maluco eres vos marica!
-¿Podemos irnos ya?, o si quiere quedarse hágale, tranquilo que no pasa nada. _ desesperado le dije.
-¡Ah que tipo tan aguafiestas! Espera entonces me despido de Julianita. ¡Que cagada! _ mientras se despedía de la morena yo me terminaba una cerveza de las que había dejado casi sin probar al llegar, como para estar más tranquilo y olvidar toda esta locura. Y así salimos del bar "Chicas De Azúcar".
De nuevo estábamos en la moto que le habían prestado a Germán con destino a mi casa. Se sentía el ambiente pesado y hostil, Germán estaba un poco enojado por mi infantil actitud, y no demoró en hacérmelo saber.
- ¿Sabes qué creo yo, Iván? - que no pudiste con esa vieja. Yo sabía que eras un pendejo, un bobo grande. -- me dijo de todo sin verme, sólo mirando al frente del camino en medio de la noche triste, en medio de la puta noche triste.
-No sabés nada Germán-le dije. Más bien maneje esta mierda. Sentía tanta rabia, tanta soledad. Él nunca entendería mis motivos ni mi forma de pensar. Somos amigos con pasados muy similares, pero también somos muy diferentes frente a la manera de ver, pensar y vivir la vida.
Así nos pasamos todo el camino hacia mi casa, con un silencio de decepción y una de las mejores decisiones.
Germán me dejó en mi casa, mientras arrancaba en su moto volado giró en la esquina y me gritó:
-¡Nos vemos, mariquita!
- Todo bien-le dije.
Eran las 4:00 de la mañana, yo estaba camino a mi cuarto, mareado, roto y con unas ganas enormes de orinar, de vomitar y de cagar. Me dirigí rápidamente hacia el retrete para tirar todos mis pensamientos. ¡Puta meada!, ¡Puta vomitada!, ¡Puta cagada!, ¡Puta vida!.
Dije esto y me quedé dormido con ropa y todo en el retrete. Meado, vomitado, cagado hasta el alma, con lágrimas en mis ojos, e inundado de tristeza el corazón.

EL CARRUSEL DE LA DEMENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora