UN REENCUENTRO SINIESTRO

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Fernando despertó esa mañana demasiado alterado; sentía una extraña angustia que lo dominaba sin tregua, sudaba frío, sentía un dolor agudo en el estómago, sumado con un dolor en toda su columna vertebral, producto de largas noches sin poder dormir correctamente. Entra al baño y se da una ducha, mientras molesto murmura: Puta agua de mierda; siempre fría.
Al salir del baño y dirigiéndose a su cuarto, observa un sobre debajo de su puerta, lo abre y lee con voz calmada.
" Cordial saludo.
La siguiente es una invitación formal a nuestra reunión número treinta de egresados de la institución. Se llevará a cabo esta noche a las 8:00 pm. Esperamos su grata compañía"
Fernando dobla la carta lentamente con delicado tacto, como si lo disfrutara y con una sonrisa orientada más a lo perverso dice musitando: Es la oportunidad que estaba esperando.
Se dirige hacia la cocina dando pasos cortos; se toma un café sin azúcar mientras desvía su mirada hacia la ventana y ve que afuera todo es oscuridad y caos; un lugar sin esperanza para personas de su clase, un día sin porvenir alguno. Entra por un momento en un ensimismamiento profundo, mientras sopla su taza de café caliente. Fernando estaba en su profundo inconsciente, pensaba, recordaba, analizaba, consideraba y calculaba de una forma aterradora. Se despierta de su trance momentáneo y se da un buen sorbo del café humeante. Enciende un cigarrillo mientras volvía a observar la carta de invitación al encuentro de egresados del colegio en donde algunas vez ocupó los primeros lugares, y que poco tiempo después terminó recibiendo su diploma por ventanilla, sin ningún honor, sin ningún reconocimiento, con todo el mundo juzgandolo y burlándose de él por tan bochornosa experiencia, incluso su madre jamás volvió a ser la misma desde ese momento tan deshonroso. Se termina su cigarrillo con una última bocanada de humo diciendo con voz calmada y fría: Es hora de que conozcan el sufrimiento.
Se dirige rápidamente a su cuartucho de mala muerte, comienza a preparar la ropa con la que asistirá a la reunión de egresados, se notaba con cierta tranquilidad y a la vez acompañado de profundos pensamientos, él sabía muy bien que el futuro que alguna vez se imaginó estaba muy lejos de alcanzarlo, comprendió entonces que era el momento de terminar todo con mayor dignidad posible.
De su armario extrae el único traje de gala decente que tenía, su revólver calibre 32 largo, una caja de munición y un cuaderno ya desgastado por el tiempo e introduce todo en un maletín rígido que le pertenecía a su padre. Termina rápidamente de empacar sus artículos, se para y en pasos muy pausados se mira al espejo clavando una mirada profunda e irreconocible por el mismo. Se fuma un cigarrillo volviendo a la ventana postrándose contra el empañado vidrio, su respiración se agitaba cada vez más, sentía el infierno en su interior y ahora se convertiría en lo que había fantaseando por largo tiempo, sería el justiciero de los ultrajados, de los humillados, de los desgraciados y de los marginales que no existen para el mundo.
Fernando recoge la invitación y la introduce en su camisa de gala con minucioso cuidado a no perderla, ya que ese era su garantía del maravilloso e inolvidable reencuentro con sus viejos compañeros de clase.
Sale entonces con la mirada erguida, seguro de sí mismo con la frialdad en sus ojos a la espera de su destino, dejando atrás su pensión miserable, sus vecinos despreciables y ordinarios, su vida hostil y desgraciada para impregnarse en la memoria de todos los que alguna vez lo trataron con desdén y desprecio.
En su caminata pausada y llena de profundas meditaciones desvía su cansada mirada hacia la iglesia, se detiene por un momento en medio del andén y producto de una extraña fuerza caminó hacia el interior; en su andar por el largo pasillo observaba los grandes vitrales en las paredes, las luces de múltiples colores que dibujaban en su rostro un pequeño arcoiris luminoso, las notas del coro sacro lo seducían de una forma romántica, el olor a incienso lo tranquilizaba y le devolvía por un momento la armonía que había perdido. Se sienta en las banquetas del centro, allí estaba solo y bien vestido en camino a una gran misión con conciencia y dignidad. De repente en medio de su profunda armonía una mano delicada se posa en su hombro, Fernando abre sus ojos de forma nerviosa se encuentra con la mirada dulce de una joven monja y se entabla una conversión muy especial.
- ¿Vienes en busca de paz y consuelo?
- Eso creo, hermana.
- ¿Y la has encontrado?
- No lo sé. Pero se siente una tranquilidad extraña en este lugar.
- No te aflijas. En la casa de Dios encontrarás respuesta a todas tus preguntas.
- No soy creyente. Además, para mí ya es muy tarde, hermana.
- Nunca es tarde para cambiar el rumbo de nuestra vida.
- Yo he decido cambiar la mía esta noche.
- Lo puedo notar en tus ojos. puedo ver el odio oculto y la pena que te carcome dentro de ti.
- ¿Qué más puede ver, hermana?
- Qué te irás a un viaje sin retorno.
- Sí, me voy de viaje.
- ¿Y encontrarás la felicidad allí?
- Eso creo. La dignidad me hará un hombre en paz.
- Querrás decir la venganza.
- No entiendo de qué me habla, hermana.
- Sí me entiendes, pero tranquilo. No soy quien para juzgarte. Dios sabrá entenderte y perdonarte.
- Yo no iré a ese cielo en el que usted cree, hermana.
- Yo tampoco.
- No entiendo nada de lo que me estás diciendo.
- Sí me entiendes. Sabes que somos iguales.
- ¿Iguales?
- Sí, somos víctimas de una vida cruda e insulsa;
Somos prisioneros en nuestros cuerpos y nuestra alma está cansada y quiere trascender a un lugar sin la maldad humana.
- La mía está muerta desde hace mucho..
- La mía agoniza.
- Usted no está bien, hermana.
- Yo también me iré de viaje pronto. Tengo una misión que cumplir así como usted.
- ¿Una misión como la mía?
- Así es, una misión que cambiará al mundo corrompido que conocemos y hará que mi mensaje trascienda para el cambio de conciencias.
- Comprendo muy bien a lo que se refiere.
- Lo sé.
- Mucha suerte en tu obra de dignidad.
-Igualmente para usted. Buen viaje y recuerda que al que tiene al señor en su corazón nada malo le puede pasar. Aunque a veces pienso que ya no me escucha.
- A mi ya me pasó de todo. ¿Qué más falta?
- A mí también. Adiós. ve en paz.
- Amén.
Fernando se quedó pensativo, pasmado y con un sentimiento cálido que le recorría el cuerpo, una extraña melancolía lo dominó mientras veía a la mujer desaparecer por el largo pasillo hasta perderse en un rayo de luz que lo cegaba. - Sintió entonces que su misión sería lo más heroico y digno que haría en su vida.
Deambula por los alrededores del colegio un largo rato, mientras llegaba la hora del evento. Sentía cada vez más esa extraña sensación que lo impulsaba a continuar con su misión; y nada ni nadie se la arrebatara.
8:00 Pm en punto. Los invitados llegan poco a poco entre abrazos y risas, algunos contando anécdotas de sus días como estudiantes. Fernando aguarda al paciente mientras fuma en la oscuridad apoyándose en un árbol. Pasaron veinte minutos y Fernando finalmente decide ingresar, el portero le solicita la tarjeta de invitación y al parecer lo reconoce diciéndole:
- ¿Ruiz? - ¿Fernando Ruiz? - preguntó sorprendido el portero acompañado de una sonrisa característica.
- ¿Cómo está don Alfonzo? - respondió Fernando de forma educada.
- Ya ve usted, trabajando todavía.
- Eso veo, don Alfonzo. Usted siempre tan entregado al trabajo.
- Hay que hacer el esfuerzo mijo. La cosa está muy dura.
- Demasiado, diría yo.
- Y cuénteme mijo. ¿Qué ha hecho en estos diez años?
- Trabajando, don Alfonzo.
- Eso me parece muy bien muchacho - Que no desperdicie el tiempo.
- Gracias, Don Alfonzo -. Y Dígame -, ¿Vendrá mucha gente esta noche?
- Yo creo que sí - El año pasado se llenó el lugar - Pero me alegra que usted esté aquí esta noche, porque no lo había visto en ninguna de las anteriores reuniones desde que se graduó.
- El destino quiso que estuviera esta noche en especial, don Alfonso.
- Así es muchacho - Bueno, entre usted que ya no demora en comenzar el evento.
- Se lo agradezco - Nos encontraremos por ahí, don Alfonzo.
- Así será, muchacho - Que lo disfrute.
- Lo haré, don Alfonzo - dijo Fernando con una seriedad refinada mientras caminaba sin prisa hacia el auditorio.
Después de diez años Fernando estaba de regreso en el auditorio en donde se vio negado a recibir su diploma de bachillerato junto a los demás, como cualquier tipo común y corriente.
Levanta la mirada y observa que el sitio está efectivamente llenó. Camina solitario, sereno, como cualquiera de los otros invitados, como cualquier persona invadida por la nostalgia de los días de colegio. Encuentra un lugar en la parte más alejada del auditorio y así poder tener una vista completa del lugar. Nota muchos rostros conocidos entre los asistentes; entre ellos estaba una mujer llamada Angélica Quiroga la cual alguna vez lo había ilusionado con ser novios, para después decirle que él era más bien un estúpido loco y un bicho raro, que mejor se matara y dejara de tirar su veneno a los demás. Cerca de la tarima divisa a la profesora de física y cálculo Edelmira Perea ya entrada en años, de rostro ajado y canosa cabellera, una maldita tirana la vieja bruja, culpable de abogar la decisión de graduarlo por ventanilla. Fernando se levanta y camina por el sitio vigilante, se toma unas copas de vino que se ofrecían en la mesa de bocadillos mientras seguía encontrando rostros familiares, los rostros de tantas personas que lo habían tratado como un anormal. Su estado de ánimo comenzaba a cambiar de una serenidad y lucidez por uno de desasosiego e ira interior; el joven justiciero comenzaría a romper su disfraz de hombre pacífico. Clava de inmediato su mirada con dirección a Angélica Quiroga, observa que esta sale con dirección a la salida, entonces decide seguirla hasta llegar al baño de mujeres. Angélica entra sin notar nada fuera de lo común, ignorando a su perseguidor con sed de justicia e ira de un corazón inocente pisoteado hace diez años por ella. Sale entonces hacia los lavamanos, se retoca su labial rojo brillante, sus pestañas largas y finaliza con sus cajas dibujadas, al finalizar escucha una voz suave y serena que provenía del fondo:
- No has cambiado nada - Sigues siendo la misma puta engreída vanidosa de siempre.
- ¿Quién está ahí? - preguntó angustiada Angélica cayéndose sus cosméticos de belleza.
- ¿Te acuerdas de mí? - le dice Fernando mientras se acerca a ella y deja ver su rostro.
- ¡No tengo ni idea de quién es usted! -¿ Qué quiere de mí? - ¡Auxilio a alguien! - Angélica gritaba aterrorizada, pero de inmediato Fernando la agarró por la espalda y la enmudeció con su mano en la boca.
- Las viejas como vos siempre me han causado mucho asco - Se creen inalcanzables - Se creen diosas de la belleza - Una belleza, falsa, plástica y superficial - Las de tu tipo son todas un montón de mierda.
- ¡No me haga nada! - Grita Angélica en medio de lágrimas negras.
- ¿Aún no me reconoces puta?
- ¡No me lastime, por favor! - ¡Yo no lo conozco! - ¡Yo nada le he hecho señor!
- Claro que me conoces preciosa - Y claramente si me has hecho algo - Una cosa muy diferente es que no te acuerdes.
- ¡Por favor!
- ¡Callate maldita perra! - gritaba Fernando estallando en una cólera desmesurada mientras sacaba el revólver y lo apuntaba directamente a la sien de la mujer.
-!No me mate! - Por favor.
- ¿Aún no me recuerdas? - preguntaba insistente Fernando y enseguida suelta a la mujer y le dice.
- ¡Mírame! - ¡Y dime quién soy ahora!
- ¡Un maldito loco! - Eso eres.
- ¡Lo sé! - !Eso mismo me decías hace diez años! - ¿Lo recuerdas?
La mujer lloraba y gritaba de una forma bestial, pero nadie la escuchaba para su infortunio.
- Ya te dije que no sé quien eres - Por favor no me haga nada.
- Soy Fernando Ruiz- ¿Ya me olvidaste?
- ¿Fernando Ruiz?
- El mismo - El estúpido loco -El bicho raro que deseabas ver muerto.
Angélica Quiroga se quedó en silencio por un momento intentando hurgar en sus recuerdos.
- Ya te recuerdo - ¿Qué te ha pasado? - pregunta aterrada la mujer.
- Que bien que ya comienzas a recordar - dijo Fernando.
- ¡Mira, eso pasó hace muchos años! - ¡Tan sólo era una adolescente inmadura y no sabía lo que decía o hacía - !Creeme por favor!
- Jamás recibí una sola disculpa de tu parte - No sabes el problema tan verraco que generaste en mí - Realmente estaba enamorado de ti Angélica - Pero me veías más bien como un asqueroso insecto.
- ¡Perdóname, por favor! - ¡No sabía lo que hacía!
- ¡Que te perdone tu Dios, puta de mierda! - gritaba Fernando mientras nervioso apuntaba con el revólver a la cabeza de la mujer.
- ¿Por qué haces esto? - ¿Cuál es tu maldito problema?
- ¡Lo hago por dignidad! - ¡Por amor propio! - ¡Porque me han humillado toda la puta vida!
- ¡No me mates! - ¡Te lo suplico!
- No te voy a matar - Lo harás tú misma con tus propias manos -¿Sabes por qué no me maté como tú me lo pediste de forma tan pedante?
- ¡Por el amor de Dios! - ¡No me haga nada!
- Porque esperaba este momento para que lo sintieran en carne propia.
La primera bofetada tomó de sorpresa a la mujer mientras suplicaba por su vida. La segunda bofetada la lanzó directamente hacia él espejo, reflejando en él al justiciero sediento de venganza. Fernando agarra a la mujer con una violencia aterradora, la toma nuevamente por la espalda e instala el revólver en su sien, inmediatamente toma la mano derecha de Angélica y la obliga a introducir los dedos en el gatillo. La mujer lucha incansablemente por su supervivencia, pero no puede ante la enorme fuerza de su agresor.
- ¡Por lo que más quiera no me mate! - Grita con las últimas energías Angélica, ya abandonando toda esperanza.
- Usted se mató solita - Dice Fernando de forma burlona y aprieta el gatillo. Se lava rápidamente la sangre y los restos de seso de su víctima que impregnaban sus manos, revisa el revólver y del maletín extrae más balas, las introduce en sus bolsillos delanteros y traseros y algunas en el bolsillo del lado izquierdo de su camisa. Sale con paso calmado del baño y afuera se da cuenta que todo era normalidad. Satisfecho por lo anterior se dirige al auditorio donde todo era fiesta y felicidad por el reencuentro de viejos amigos. Abrió la puerta del auditorio de golpe y medio en de las luces de colores aquél hombre trastornado por una vida miserable comenzó a vaciar el tambor de su revólver. Sus disparos eran certeros directo a la cabeza de sus antiguos compañeros, de los que alguna vez lo ultrajaron y lo degradaron al punto de luchar algún día por su dignidad. Poco a poco vaciaba sus bolsillos, recargaba con una rapidez enorme, por cada disparo una sombra caía al piso. El espectáculo era realmente horrible, el auditorio ahora era un río de sangre y muerte. Fernando se escabulle entre el bullicio de terror y se va directo en la búsqueda de la profesora Edelmira Perea que estaba refugiada debajo de una de las mesas, éste la mira y calmadamente le dice:
- ¿Se acuerda de mí, vieja bruja? -Ahora soy un muchacho de bien. - La mata sin ninguna piedad de un disparo entre las cejas. Algunos de los afortunados que habían escapado ilesos de la masacre alertaron a la policía, que rápidamente llegaron al sitio, y a su llegada empezó la ráfaga de disparos entre la policía y Fernando, éste al verse acorralado, pero con una enorme satisfacción por su obra terminada, su misión en busca de su dignidad burlada grita:
- ¡Esto es lo que ha creado una sociedad llena de pura mierda! Se pone el revólver directo en la sien y se vuela los sesos.

EL CARRUSEL DE LA DEMENCIAWhere stories live. Discover now