LA REINA DEL DESASOSIEGO

20 1 0
                                    

Fui, soy y seré una puta, pero no soy cualquier hija de puta. Soy la ramera que causa una llamarada infinita a tus sentidos. Soy el manojo de carne mal formada que tanto te seduce, que tanto te gusta y te conmueve. Soy un sueño imposible, aquella fantasía de aquél adolescente desenfrenado. Soy un tesoro fácil y a la vez tan difícil. Soy un hada sin alas, un cuerpo carcomido por la oscuridad y el dolor, pero aún así, soy tan importante y tan valiosa por encima de sus mujeres; las gordas de mierda, aquellas aves de rapiña ajadas, frívolas, con la pasión y la ternura ya muertas. Soy la sucia, la reina del desasosiego, un ente vacilante entre el día y la noche en busca de consuelo efímero, manojo de duelos y penurias que penetran mí alma derrotada, de sueños rotos y dueña de un horror desmesurado. ¿Pero a quién le importa tanto los vejámenes sexuales de una puta? He matado al hombre, al hombre de mi vida, al hombre que aún amo, por ser un bastardo, por ser un cerdo, por ser tan idéntico a mí.
Lo conocí en una noche triste y helada mientras se paseaba por los bares de esta ciudad miserable, nido de bestias depredadoras, de esta ciudad en ruinas, podrida, no creo que existan más ciudades como esta, y si existen, deben ser las mayores putas, sin futuro, sin rumbo, sin esperanza, por todas partes oliendo a mierda, a infelicidad y perdición. Esta es la vida, y ella misma es una gran y jodida hija de perra.
Yo estaba allí en la puerta del bar, exhibiendo mis atributos ya deformados por las largas horas de infelicidad, mientras fumaba un cigarrillo, me gustaban esos sin filtro, fuertes y amargos, como lo es toda esta vaina. Estaba ahí parada, esperando ansiosa que alguno de estos viejos bastardos se fijara en mí pero nada. No me estaba yendo muy bien últimamente, y pues no me podía dar el lujo de no ganar algo esa noche, pero tampoco me podía quejar, no era la más y tampoco la menos solicitada del bar, pero si me sacaba mis buenas ganancias en noches fructíferas. La dueña del bar es una gorda llamada Amparo, era buena gente cuando le daba la gana, pero nos mantenía gritando a cada rato, que si no íbamos y nos parábamos en la verraca puerta a mostrar el culo y las tetas, que no le fuéramos a ir exigiendo plata después, que eso dependía exclusivamente y solamente de nosotras mismas. Más de una deseaba darle en la cara, pero eso significa ser sacadas como perras por su socio, un trigueño alto que se llama Valdemar Mejía éste permanecía con ella para arriba y para abajo, aquel de seguro era el mozo, se suponía, porque las otras chicas los habían visto follando en uno de los cuartos repetidas veces. El marido era un viejito todo pendejo, pero con plata. Era capataz de varias tierras, y siempre estaba bien sano el pobre güevón. En fin, a lo lejos, vi pasar a un hombre por la acera de la otra calle, como indeciso de ingresar a alguno de los bares, ya que era una calle llena de placer interminable, hasta que cruzó la calle y decidió ingresar a nuestro bar. Desde lejos sentí como se conectaron mis ojos con los suyos, fue extraño, y era poco usual en mí, ya que de por sí me valían poco los tipos que habitaban por aquí, pero con éste me era muy diferente, me puse nerviosa y sentí como se ruborizaba mi cara, creo que lo alcanzó a notar, pero sólo pasó por mi lado y por el de mis compañeras diciendo: ¡Buenas noches!
Ellas lo vieron todo, y sólo se propusieron burlarse de mí por mi infantil comportamiento, una de éstas, Juliana me preguntó:
-¿Te gustó el tipo, sí o qué?
Entonces contesté disimulada:
-No, para nada, sólo hago mi trabajo. Ustedes saben muy bien cómo es esta vaina ¿No?, ¡Y mejor dejen de estar de metidas y trabajen más bien par de pendejas! -les dije molesta, y a la vez aceptando mí sensación y extraño comportamiento, mientras se metían al interior del bar a atender a un par de pelaos que las estaban buscando.
Entonces también entré, y me senté en unas de las mesas, la más cercana de donde se encontraba él, no sé qué me pasaba, yo era toda una profesional en mi trabajo y una de las reglas de Amparo, era que no podíamos tener vínculos amorosos con los clientes, pues no quería tener que toparse con las mujeres de estos bastardos en su bar. No hay nada más molesto que una vieja gritando por todo siempre todo el día, allí me puse a favor de los manes por un momento.
El tipo pidió una cerveza y se sentó en una de las mesas de atrás, al fondo sonaba una canción que en una frase decía algo así: "Quiero ser tuya esta noche"... Era justamente lo que yo quería con ese tipo, pero no podía demostrar tanto interés, era contradictorio mi estado, yo era una profesional, y mi trabajo debería permitirme acercarme fácilmente para ofrecerle mis servicios, pero no, no era capaz, es como si mis sentimientos de adolescente hubieran vuelto a surgir del olvido, lo sentía y nada de esto me comenzaba a gustar. ¡La perra que te parió maldito bastardo!, ¡Mira cómo me tienes, como una culicagada! -grité, pero en mi cabeza.
En ese momento en mi distracción, se me acercó un anciano de unos sesenta y tantos, para que bailara con él, yo, disgustada lo debía hacer, no tenía otra opción debía complacer al veterano... igual ya casi se iba a morir, que disfrutara gastando su plata en nosotras que la necesitábamos mucho más. Bailamos y mucho, hasta que el viejo cayó ebrio en una de las sillas, allí se quedó dormido el pobre diablo, mientras yo volvía a concentrar mi mirada en la mesa donde se encontraba, y allí estaba precisamente, pero estaba con una de las chicas, ésta buscando tirarselo y ganarse esos pesos fácilmente. Noté que a él le gustaba como le seducía, mientras tomaba más cerveza. Extrañamente, de mí surgió una cólera incontrolable, no sabía que me pasaba y arremetí contra ella, le disparé fuerte una bofetada, la fulana estaba ofendida y anonadada por la acción, vi como volteaba hacia mí, y como esperándolo, me pegó una fuerte cachetada con una rabia del doble de la mía, y se armó una trifulca más brutal entre dos fieras con la sangre caliente, hasta que se apagó la música, se encendieron las luces y sí, allí estaba súper encabronada la dueña del bar, gritando al punto de darle un paro, no sólo por la ira que tenía, sino también por lo gorda de tanto comer. Y ésta se paró, y directamente se fue en contra de nuestras humanidades pegando puños a lo que le daba, no era, ni jamás fué mi noche, la maldita se descargó contra nosotras ese resto de noche, el bar cerró al irse los clientes por el alboroto, y entre ellos también él. ¡Puta cagada! -grité, Amparo nos dió otra oportunidad y nos hizo pedir disculpas entre nosotras, ya que para ella éramos como hermanas, y ella como nuestra madre adoptiva, pero yo en el fondo le respondía, mi madre ya está muerta, y jamás se parecerá a una vieja hijueputa como vos.
Pensaba eso mientras la miraba a los ojos, como con ganas de matarla y volverla mierda, pero me contenía por mi bien. Esa noche no pude dormir pensando en aquél tipo, en mis sentimientos de adolescente y en mis impulsos emocionales que me estaban comenzando a generar problemas.
Contados unos días, aquél hombre regresó al bar, no negué mi gran emoción al verle, sentí que nacía de nuevo y mi corazón latía a altas velocidades por verle, esta vez yo estaba sentada en una mesa cerca de la barra, donde se servía los licores caros, en ese instante, y como arte de magia, u obra del destino, vi como volteó su mirada hacia mí, sonriente y acompañado de las siguiente palabras:
-Eres tú, la chica que estaba peleando la otra vez con mi amiga. No sabía qué responderle. ¿Qué tenía este tipo que me dejaba desarmada con sólo mirarme? Entonces, para no parecer una total estúpida, le respondí de la misma manera, también sonriendo, a sus palabras.
Sí, soy yo, la misma - le dije, me sentía como una total imbécil.
-¿Por qué peleaban? -preguntó.
- Lo siento mucho - No sé que pasó muy bien esa noche- estaba muy pasada de copas y me dejé llevar por los impulsos, ya sabe usted, el estrés y la ansiedad. Yo misma me sorprendí de mi hábil respuesta.
Él cada vez se notaba más interesado por saber de mí, o eso creía yo; siguió preguntando sobre mí a lo largo de la noche.
-¿Cómo te llamas? -preguntó, mientras me miraba a los ojos y tomaba mis manos seductoras. Yo, pues nerviosa, y sin saber que hacer, le respondí entrecortada.
-Me llamo Emily.
-Que hermoso nombre. -dijo sonriendo.
-¡Gracias! -le respondí. Yo me sentía más bien como cliente, que como empleada, estaba ida, atrapada en sus encantos.
De repente vi a Amparo que me observaba a lo lejos, ella sabía muy bien, que últimamente no me estaba yendo tan bien, y que casi no me estaban solicitando por mi mal comportamiento con los clientes, ¡Pero la chimba, yo no me iba a dejar dar por el culo de ningún marica! ¡Que coman mierda todos! A ninguna mujer le gusta que la traten así.
¿Y cómo es su nombre? - decidida le pregunté, devolviéndole una sonrisa también.
- Me llamo Ramiro.
Me emocioné mucho más, por fin tenía contacto directo con él y ya sabía su nombre, todo estaba saliendo lo más perfecto. En eso me invitó a bailar unas cuantas canciones, mientras me invitaba más y más cerveza. Abrazados en la pista de baile, me contó que era agente de policía, pero que estaba de vacaciones por unos meses, yo, emocionada le conté que mi papá era militar retirado con honores, pero falleció hace unos años por tabaquismo, yo no tenía padres, y mucho menos hijos, estaba sola. Le conté que tenía dos hermanos, pero que vivían lejos y hace mucho no sabía nada de ellos, que tampoco me interesaba saberlo. Entonces decidí no preguntarle más sobre su vida personal, era evidente que tendría esposa e hijos, y me parecía mala idea hacerlo, no quería que se sintiera incómodo y se fuera, se fuera de mi lado, se fuera de mi vida para siempre. Y se dió el momento, el momento esperado por la Amparo, por él y evidentemente por mí, me dijo que subieramos al cuarto, quería estar a solas conmigo, no sólo no podía negarlo, igual debía hacerlo, e igual manera lo deseaba desde hace mucho tiempo, mejor dicho, desde que lo conocí, era la noche más feliz de mi vida, y por primera vez estaba feliz de ser una puta, pero no cualquier puta, la mejor de todas.
Entonces subimos, y sin pensarlo dos veces, nos devoramos vivos, todo fue un mar de sudores, de sensaciones, llenos de placer y locura; sin embargo, en mi caso, lo sentí totalmente diferente, pues lo hicimos con tanta vehemencia que casi parecía amor, o así lo sentí yo con respecto a los otros infames que me buscaban y me utilizaban para saciar sus calenturas... para esos hijos de puta no era más que un pedazo de carne, un aperitivo que se vendía por dinero, por una maldita vieja asquerosa que se quedaba con gran parte de mi dignidad, una parte de mi dolor y con mi vida.
Ramiro me encontró llorando, mientras ocultaba mi rostro con la almohada, me la quitó de la cara y me preguntó preocupado.
-Emily, ¿Pasa algo? ¿Por qué lloras?.
Yo sólo le respondí con estas palabras que venían directamente del corazón de una mujer sola, de una mujer destruida:
-Me interesas Ramiro. Me gustas desde que te vi la primera vez -le dije mirándolo a sus bellos ojos negros.
Entonces él, sorprendido y sonriente, como si ya lo esperara me respondió:
-También me pareces fascinante y preciosa. Desde que te vi por primera vez al ingresar al bar esa noche, al ver tu hermoso rostro angelical, triste y nostálgico, supe que eras único -dijo, mientras secaba mis lágrimas con sus dedos. No podía creer lo que estaba pasando y cómo se estaban dando las cosas, estaba feliz, realmente feliz, a partir de ese momento no quise separarme de su lado, de su cálido lado jamás.
Últimamente, había mejorado mi demanda con los clientes del bar, pues dicen que una mujer enamorada se pone mucho más linda cada día , era verdad, yo me sentía más hermosa, más atractiva, eso sí, hacía sólo mi trabajo para mantener a Amparo contenta, para que no me fueran a echar como un perro a la calle, pero mi corazón y alma estaban con Ramiro, era único, a diferencia de todos los demás, que sólo me utilizaban para acostarse conmigo, y pues yo los entendía de cierta manera, éramos chicas encantadoras, no monjas, pero que va, si esas son las más bandidas debajo de sus vestiduras largas y sus crucifijos colgando de sus cuellos, ¡Ah esas son las mejores para tirar dedo!
Esa era nuestra labor, complacerlos a esos animales sin alma, sin cerebro, machistas y arrogantes.
Ramiro y yo nos seguiríamos viendo, iba cada que podía, y yo lo entendía ya estaba apunto de ingresar a su trabajo habitual y lo limitaría un poco para volver más de seguido, pero me había prometido que estaría allí para mí, y que no me dejaría sola. En nuestro último encuentro, me contó que no tenía pareja, ni hijos, ni nada parecido, y que vivía solo en un pequeño apartamento muy cerca del bar. Una noche me propuso algo realmente increíble, me propuso que me largara con él, y que me saliera de esta vida indigna, que sólo me quería para él, no soportaba la idea de que otros tipos me tocaran, y más, él sabiéndolo todo muy bien, que en cada momento yo estaría con uno y otro todos los días, ¿Pero qué podía yo hacer?, ese era mi trabajo, además tenía que comer, no sabía hacer otra cosa, además la vida me enseñó que no servía para nada, sino para abrir las piernas y para que se vinieran en todas las partes de mi ya desfigurado cuerpo.
Una noche de sábado, la dueña del bar, organizaría el espectáculo del año, contrató más de treinta chicas de diferentes lugares, la idea era dar el espectáculo más sorprendente e irrepetible, uno que todos estos gusanos disfrutarán. Entonces se dio comienzo a lo que ella denominó como el "All you can eat". (Todo lo que puedas comer)
Las chicas comenzaron su rutina de "Pole Dance" a medida que pasaba el tiempo ya estaban totalmente desnudas. Era un espectáculo de culos y tetas, los tipos eran parecidos a perros miserables gritaban y bebían como animales. Entonces podían tocar todo lo que quisieran, hacer lo que quisieran con las chicas. "Era la noche de anarquía sexual". Amparo me miraba a lo lejos, como diciéndome "Ya sabes lo que tienes que hacer princesa", su mirada lo decía todo, yo sabía muy bien que últimamente no le estaba agradando de a mucho, ya estaba un poco harta de los pleitos en el bar con las demás chicas y clientes, pero la verdad yo ya no podía soportar tanta cosa junta, y eso que no le había contado que el mozo, sí, ese viejo me mantenía dando de nalgadas cada vez que pasaba por su lado, o será que ya lo había pillado en sus maricadas, ya estaba realmente fastidiada de ese maldito guache de Valdemar, y de esa vieja asquerosa.
Muy entonada por la cerveza, me dispuse a comenzar mi rutina de baile erótico, sólo por la excusa de Amparo, que decía que últimamente yo era la más apetecida por la clientela, que no me preocupara, que habrían jugosas ganancias. De inmediato toda esa manada de carroñeros se amontonaron para verme y hablarme como a un perro, mientras bebían cerveza y tenían eyaculaciones precoces, o eso parecía al ver sus caras. ¡Eran todos unos cerdos!
De inmediato sentí como todas esas manos me comenzaron a tocar por todo mi cuerpo, mis nalgas, las tetas y la vagina. Me comencé a preocupar de inmediato, no sabía muy bien la intención de la fiesta, entonces miré a Amparo, allá a lo lejos en la barra, preguntándole con la mirada que me explicara qué estaba pasando, ella sólo me miraba con ojos burlones, hasta que dió un manotazo a la barra, silenciando la música y gritó:
-¡Recuerden, hoy no hay reglas, hagan lo que quieran muchachos y pasenla rico!
Al iniciar nuevamente la música, vi cómo todo ese tumulto de bestias se me aventaron para quitarme toda la ropa, hasta que me tumbaron en el piso de la tarima, no podía creerlo, estaba realmente asustada y confundida, sentí como cuatro de los tipos me sujetaron de manos y pies, no sabía que pretendían hacerme, en ese momento, vi salir del fondo al maldito de Valdemar, el mozo de Amparo, venía sonriente el hijo de puta, y ahí me agarró, se montó encima de mi ya desnuda e hizo lo que se le vino en gana, me hizo suya, sin yo poder defenderme, me comía con autorización de la gorda, como parte del espectáculo, era como una purga sexual, donde podías hacer lo que quisieras, sin reglas, todos eran animales, sádicos y basuras.
Lloraba, lloraba como jamás lo había hecho, mientras Valdemar buscaba como darme por el culo. Amparo se mofaba de mi humillación, era como parte de una venganza disfrazada de un supuesto y animal espectáculo. Era la noche más feliz de ese hijo de puta de Valdemar, yo sabía que me tenía ganas desde hace mucho, era la de todos, menos la mía, me quería morir ahí mismo, también matar a todos esos perros. Entonces sonaron tres disparos, era Ramiro con su arma de dotación, apenas había ingresado para ver el espectáculo y se encuentra a semejante bestia encima de mí, no soportó tal espectáculo, y apuntándole con su arma a Valdemar, me recogió del piso y me sacó del lugar ante la mirada atónita de todo el mundo, mirando fijamente a Valdemar, aquél que estaba cagado del miedo. Y salimos, nos fuimos en su carro, para jamás regresar a ese inmundo lugar lleno de orina, vómito, semen rancio y tristeza.
Ya habían pasado varios meses de aquel nefasto acontecimiento, Ramiro y yo estábamos cada vez más unidos, Amparo y su mozo lambón se habían pasado gran tiempo buscándome, supuestamente para reconsiderar el trabajo, según ella, sólo era parte de show y que nada tenía que ver con asuntos personales. ¡Que comieran mierda par de hijueputas!, no quería saber nada más de ese par, yo sé muy bien que se traían cosas conmigo, ese Valdemar asqueroso siempre me tuvo ganas, y encontró en su patrona la oportunidad perfecta para hacerlo sin ninguna repercusión ni remordimiento, sabrá cómo la había convencido de ello, pero estaba segura que las cosas no se quedarían así, estaba muy convencida de eso y lo juraba por mi ya puta y podrida madre.
Pasó mucho tiempo desde que Ramiro me había propuesto que fuera su esposa, prometiendo que me cuidaría y protegería siempre, estaba viviendo una hermosa historia de verdadero amor, además, ya se encontraba creciendo en mi vientre el producto de esta unión sincera.
El bar siguió funcionando después, estuvo sellado por esos días, producto del malévolo espectáculo organizado por Amparo, se había ido su estrella, pero no tardó en encontrarle reemplazo con una hermosa chica de dieciocho años que se llamaba Carolina, era la nueva sensación, carita angelical, cuerpo descomunal, esa si era una total bandida, una buena niña dispuesta a complacer a todos los del bar.
Nació mi pequeña hija, y los recuerdos oscuros de aquellas noches comenzaban a esfumarse de mi memoria, menos ese par de basuras, aquellas que en lo más profundo de mi alma, desearía que estuvieran muertos, porque se lo merecen, porque deben, porque sé que algún día así será.
No podía seguir viviendo con el odio, debía olvidar esos días por el bien de mi pequeña, pero era muy difícil hacerlo, ella no tenía la culpa de nada, ella debía ser feliz y jamás enterarse de lo que su madre hizo para sobrevivir, de seguro para cuando esté más grande, yo ya habré olvidado gran parte de mi tormento.
Una noche llegó la noticia de su muerte a nuestra casa, la potranquita de dieciocho años la habían matado cuando caminaba rumbo al bar, eso tipo de las 6:00 pm, según los rumores, había sido una banda armada, ya que la habían visto vendiendo mercancía de otra banda, pero nada, también decían que había sido el novio que vivía por allá en una vereda en las montañas, éste ofendido la asesinó, al enterarse del trabajito de su hermosa princesa.
Pobre chica, pero pues así es todo por allá, y a la vez me daba como gracia con esa vieja imbécil, se le estaban acabando sus niñas, pero para mi tampoco sería un cuento hermoso después de todo, ya empezaría para mi una nueva pesadilla, una que me haría recordar mi pasado y que me cambiaría para toda la vida.
Últimamente Ramiro comenzaba a llegar tarde a la casa, llegaba con muy mal genio y ya casi no hacíamos el amor, y si lo hacíamos, era más frío de lo que me tenía acostumbrada tiempo atrás, la verdad me comenzaba a preocupar su comportamiento, algunos días me gritaba de una forma de la que jamás le había conocido, a veces salía a llevar a la niña a pasear al parque, pero no me llevaba, no me comenzaba a gustar tal situación y no entendía lo que en realidad pasaba, llegué a pensar que se había arrepentido de haberse metido con una mujer que años atrás se acostaba con muchos tipos por dinero, o que tenía otra mujer, una con una vida más sana que la mía, más joven y hermosa, con propósitos y mejor educada, no lo sabía, no lo entendía, y me ponía muy mal, demasiado, el sueño de amor comenzaba a desmoronarse como un castillo de arena.
Una noche, decidí salir para preguntar sobre la inscripción en un colegio nocturno de la ciudad, necesitaba terminar mi bachillerato, ya que sólo había estudiado hasta sexto grado cuando lo dejé todo por la influencia de las chicas con las que salía a fiestas interminables de dos y hasta tres días, yo era una y soy de las que le fascina el sexo, además era algo muy natural en las niñas de esa edad. Una noche de esas, una de ellas me dijo que yo era una pobre marica, que en vez de darlo gratis que cobrara por mis atributos, por mi cuerpazo, y por mis grandes tetas y culo, que ella sabía dónde podría conseguir plata breve, y así terminé en ese putiadero, y ahora estoy así, con la marca de la desgracia impregnada en mí.
Pensando en ello, coincidencialmente pasé por el bar, ya era mucho tiempo que no sabía de esa gente, noté que habían cambiando hasta la fachada de lugar y ya que tenía segundo piso y todo, de seguro le estaba yendo bien a la desgraciada.
De repente vi algo que inmediatamente me alteró el corazón y el pensamiento, allí estaba estacionada la patrulla de Ramiro, pero pensé, que de seguro estaba realizando ronda por los alrededores o incautan drogas a jíbaros, pero nada, no se veía por allí, de inmediato se me vino todo un infierno por la cabeza, hasta que decidí bajar del carro, estaba totalmente segura que Ramiro estaba adentro, algo me lo decía y eso explicaría su cambio, ahora todo tenía sentido. Bajé del carro y crucé la calle, hábilmente entré al bar pasando desapercibida, al parecer ninguna me reconocía, y por lo que veía, las chicas eran distintas, eran como nuevas, en fin, nadie me reconoció. Vi entonces que no estaba Amparo, de manera que pase entre un tumulto de gente que bailaba a ritmo de la enérgica y sensual música, simulando ser una de las trabajadoras; sin embargo, no divisaba a Ramiro ni en la pista de baile ni tampoco sentado en las mesas, pero recordé los cuartos, yo sí que sabía muy bien dónde quedaban... y por lo que veía, lo único que había cambiado era la fachada, más no los cuartos. Entonces ingresé a la zona del amor, en ese momento de cautelosa búsqueda y de temor por no encontrarme de frente a Amparo, a Valdemar y/o a Ramiro.
En ese instante, escuché muy claramente los gemidos de placer saliendo de uno de los cuartos, exactamente del último a la derecha del corredor, pero eran gemidos de hombre, llena de rabia y con la sangre hirviendo en mi cabeza, le di una patada sin importar nada a la puerta de madera y sí, efectivamente me encontré con ellos, con Ramiro y con Valdemar, éste último dándole por el culo a Ramiro que llevaba un vestido rojo, peluca de color rubio, pantimedias transparentes, y sin pensarlo dos veces por el producto de mi gran y repugnante sorpresa, ante la mirada atónita de estos dos maricas, accioné la pistola que él guardaba en el cajón delantero del carro, y del cual yo sabía muy bien dónde estaban las llaves, quedando allí clavados y baleados por siempre, como parecía que les gustaba, por locas y por bastardos. En mi huida desesperada por el corredor, me encuentro a la miserable de Amparo de frente saliendo de unos de los primeros cuartos, lo más seguro era que se la estaban tirando, uno de los cuantos mozos que tenía, esa era la mamá de las putas, ésta salió en calzones, e intentado ponerse el brasier sin mayor éxito, entonces me miró aterrada, y antes de que me intentase agredir le descargué las últimas dos balas en la cabeza, quedando extendida allí en el piso como la maldita morsa que era. En la pista de baile nadie parecía haber escuchado nada, porque salí entre todos muy fácilmente, estaba la música muy fuerte como para escuchar los disparos y además borrachos y drogados como nunca, llevados todos como siempre.
Y de allí salí convencida de que el amor era una completa cagada, una infantil ilusión, segura de que ahora sólo tendría el amor real de mi pequeña hija, la cual criaría como fuera necesario, totalmente segura, de que todos los hombres eran unos bastardos maricas; y sin embargo, de vez en cuando pienso en él.

⚘️¤¤¤🥀

EL CARRUSEL DE LA DEMENCIAWhere stories live. Discover now