ÁNGEL DE LA GUARDA

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De nuevo estaba en este lugar de mala muerte. Las cosas por aquí lucían peor de lo común, y eso qué sólo me había quedado algunos días donde mi tía, allá en esa ciudad, también estaba llena de miseria y tristeza.
Vuelvo a la misma cloaca llena de mierda, pero de mierda de perro - dije, mientras me bajaba de la buseta, más ahora, que sabía una verdad que me perturbó mucho, más de lo que ya estaba, volvería a mi caótica existencia aún más miserable.
Las cosas por aquí parecían más horribles de lo común, por donde caminaba la gente parecía cada vez más asustada, como llenos de miedo, o yo no sé, pero sí se notaba bastante, y yo conocía ya muy bien esa atmósfera, era la sensación de muerte, que rondaba por estas calles vomitadas, cagadas, escupidas y llenas de sangre, era el más vivo miedo y terror.
Yo no era mucho de saludar a la gente, la verdad me daba igual saludar a todos esos bultos de carroña, me estorbaban. ¿Qué podía hacer yo?, pues si así me crió esta miserable vida, con odio, desconfianza y soledad. Entonces que no vengan a decirme que salude, pues no tengo porqué hacerlo, no es mi obligación, mejor no esperen nada de mí !Que se vayan a comer mierda mejor! ¡Quiero estar solo! ¡Quiero morirme solo! ¿Es mucho pedir sociedad hija de puta?
Y en ese momento pensé en ella.
Me senté en una tienda cerca del paradero de buses, ese sitio se mantenía lleno de gamines y putas, pero esa noche no se veía nada de ello por ahí, se me hizo muy extraño la verdad. En mi curiosidad, y acompañado de desorientación, le pregunté a la que atendía en la tienda.
- Disculpe señora, ¿Por qué tanta soledad por aquí hoy?, ella muy sigilosamente me respondió:
- ¿No sabe usted?
- ¿Saber qué? - le volví a preguntar confundido.
- Todas esas personas están siendo amenazadas. Y a muchos de ellos ya los han asesinado.
- ¿Qué? - me quedé frío, en ese mismo instante no sé por qué, pero se me vino a la cabeza que de cierta manera Germán estaba relacionado con esto, no estaba seguro, pero lo más probable era que sí.
Entonces salí rápidamente de esa tienda, la impresión no me dejó ni terminar de comer, inmediatamente pensé en Samanta, en que si hubiera regresado, estaría corriendo mucho peligro por culpa de esos miserables.
De inmediato vi pasar dos tipos en moto, tenían unas caras marcadas por el más puro odio y desprecio mirándome fijamente mientras se perdían al doblar la esquina.
-¡Bastardos! _ dije gritando, sabía que no eran de por aquí, jamás los había visto, y sabía muy bien que ese encuentro no era ninguna coincidencia, y muy claramente que no significaba nada bueno para mi.
Y allí, en ese hostil momento, nuevamente pensé en ella.
Bajé con rumbo a mi casa bajo el fogonazo de un solazo tremendo, como odiaba el calor !Por la madre que sí!, detestaba, pensaba seriamente en irme para tierra fría, ya no podía más, y además ya estaba muy aburrido de vivir aquí, con tantos problemas y gente miserable, tanta gente parecida a mí.
En un instante pensé en Germán, seguramente debía estar hecho el mismo demonio conmigo, y que ha de debido buscame por cielo y tierra, pero que me dejara en paz, nunca le voy a perdonar lo que me hizo, por lo que me ha hecho pasar y lo que me ha hecho ver, la inmundicia de un mundo caótico, un mundo del que no elegí pertenecer.
Y en ese momento también pensé en ella.
Seguía mi rumbo entre lamentaciones y dolencias, pensaba en mi madre, en mi padre qué estaría vivo o muerto, no sabía nada, he vivido engañado por los que de una u otra manera he querido. Vida miserable la mía la verdad que sí.
Entonces los volví a ver, volví a ver a ese par de tipos en moto volteando la esquina delante de mí a dos calles, hasta allá los alcanzaba a ver, venían a toda velocidad sólo con un objetivo que inmediatamente pasó por mi cabeza, esos tipos venían a matarme.
Corrí como nunca, mientras miraba hacia atrás, vi como el pasajero sacó su revólver plateado, éste me apuntaba decidido a descargarlo en mi humanidad, corrí, corrí mucho, en ese instante se me pasó toda mi vida en segundos, pues dicen que antes de morir vemos todas esas cosas, los momentos felices, tristes y caóticos.
Iba a morir como un perro en la calle, y lo peor de todo, sin saber por mandato de qué hijueputa, todos me verían ahí tirado en esa calle con la cabeza llena de disparos.
Corría lo más que podía y ellos seguían pisandome la espalda, yo ya estaba a punto de desfallecer y dejarme matar de una vez por todas, de repente se escuchó una segunda moto que venía a toda velocidad detrás de estos tipos que no se percataron, era Castro, con una mirada de total desprecio y odio del más puro que yo había visto, sentí miedo, horror y desesperanza era mi fin. Entonces Castro los alcanza, estos desvían su atención a su perseguidor y olvidan por un instante su misión de asesinarme para dispararle a Castro, y estalla una batalla campal de insultos y disparos, yo me tiré al piso a esperar mi miserable suerte. Había terminado el tiroteo, Castro había matado a uno de los tipos, mientras el otro había salido corriendo por entre las angostas calles, el muerto no se sabía quién era, yo aún permanecía tirado en un andén, mientras escuchaba unos pasos que se acercaban lentamente hacia mí, era Castro que con voz seria me dice:
- Por poco y te matan hermano.
-¿Eres tú, Castro? - pregunté aún con el horror en mi sangre.
- Así es, te estaba esperando.
- ¿Me estabas esperando?, ¿Para qué?
-- Para ayudarte.
- ¿Ayudarme? No entiendo nada.
- Las cosas por aquí están cambiando mucho, y todo se pondrá cada vez peor.
- Eso he notado- le dije mientras me daba la mano para ponerme de pie.
- ¿Quiénes eran esos tipos? - le pregunté sin salir aún de la exaltación.
- Asesinos a sueldo, pagados por un tipo llamado Valdemar Mejía.
- ¿Valdemar Mejía? ¿Y Quién es ese?
- Es el dueño de este pueblo ahora y Germán trabaja para él.
- Algo me decía que Germán estaba detrás de esto, ahora se que estaba en lo correcto.
- Sí, tú lo has dicho.
- ¡Malnacido!
- Ven, debemos irnos, Iván. Pronto este lugar estará lleno de policías.
- ¿Por qué me salvaste?
- Eso te lo diré después.
Y salimos calle abajo hasta perdernos en la oscuridad.





EL CARRUSEL DE LA DEMENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora