BARRIO CALAVERA

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Conocí a Fernando en una tarde de esas que a uno no le provoca nada. Estaba sentado en el andén de mi casa, fumando un cigarrillo pensando, viendo la gente pasar, matando el tiempo.
Lo vi de lejos con su pelo largo y crespo, sus ojos negros, lleno de tatuajes y su pequeño cuadernillo que siempre llevaba para todo lado.
El hombre tenía serios problemas de apatía con la gente. Acostumbraba hablar de cosas extrañas, de esas que a nadie le importaba, o mejor dicho, que nadie entendía.
¿Qué se podía esperar aquí? Pues nada, nada, pero nada...
Nadie entendía nada, nadie, nadie, pero nadie entendía nunca nada.
¡Qué vaina más jodida la verdad!
Le encantaba leer, y una que otra vez dibujaba. Yo creía que no es que estuviese loco, o trastornado, sólo que el pobre tipo había nacido en el lugar equivocado, a lo mejor yo también, o muchos de nosotros, o yo no sé. ¿Pero qué se le podía hacer? Todos estábamos condenados a este hueco. Estancados sin porvenir, víctimas de nosotros mismos. ¡Que embarrada!
Recuerdo una vez en el colegio por allá cuando estábamos en décimo grado, todos al verle pasar nos quedamos mirándolo, después se hacían los bobos, y yo pues, no me sorprendía mucho la verdad, pero sí me hacía un poco de gracia tan inusual sujeto.
No miraba a nadie, sólo miraba al frente, o a ningún lado en específico, y éste entraba a su salón, todo el mundo riéndose por su contextura y su greñero. Siempre estaba solo y hablaba solamente lo necesario, pasaba los descansos en su salón leyendo cuentos de Edgar Allan Poe, así se pasó todo el colegio, no le importaba nada más. era el mejor de su salón, donde el resto eran básicamente desperdicio para él, irónicamente a esta gente le va mejor en la vida, parece que está adecuada para albergar la estupidez de nuestros días.
Se mantuvo como uno de los mejores del colegio, hasta que un día se puso a pelear con un flaco barroso de apellido Ramírez, porque éste había armado en el salón una secuencia de cánticos cristianos, y todos le siguieron la cuerda y cogieron al pobre de joda.
Tranquilo, éste terminó de anotar en su cuadernillo, ya sabrán después para qué. Entonces sin mediar palabra ni pensarlo un minuto se le acercó a Ramírez y le puso severo derechazo en su alargada nariz, éste trató como de pararse de ese golpe, pero no fue capaz con ese demonio que había creado por marica. Ahí quedó estampillado debajo del tablero, por lucido, todo por querer ser el bufón del salón y el popular entre las chicas, el típico montador.
Y se armó el bullicio de toda esa manada de pendejos, alimentados por el morbo y sus idioteces. ¿Qué cantidad de estúpidos estaba creando la sociedad actual?
Los suspendieron tres días, lo suficiente para que Ramírez ya lo tratara con respeto, y quedando como un tonto en todo el plantel, pero no para el otro, Frenando le había advertido mirándolo a los ojos, y se le reía en la cara, que lo mejor vendría después. ¡Pobre Ramírez!... Apenas se acabó el año, la mamá lo cambió para el colegio "Camacho Perea", donde ya anda recto, calladito y tranquilo, para no encontrarse con otro de esos mechudos nunca más.
Como acompañante de Fernando venía Peter un enano trigueño al que le gustaba el punk vieja escuela, éste se había hecho gran amigo de él, de Germán y de todos esos marginados del barrio.
Peter hace poco le dio posada a Fernando porque había sido echado de su casa por su mamá, pues según ella, sentía que no entendía a su hijo, que ya no era el mismo joven caritativo, de buenos valores y trabajador.
Hace poco se graduó por ventanilla, sin honores, no sabía en qué momento un muchacho tan sobresaliente se había convertido en un desadaptado social , en un desastre total.
A su mamá siempre se le escuchaba decir, como a toda madre con sus vecinas:
- ¡A mi hijo lo volvieron así esos locos con los que andaba!
Pobre señora. La gente no la cambia nadie, sino que cada uno se vuelve un pedazo de mierda sólo por gusto o por el dolor del alma.
Peter no estudiaba, no le gustaban esas cosas, sólo se le ve cada noche en los parques, ebrio, dando lora diciendo que era todo un conquistador de mujeres. Ya desde hace días lo andaba buscando una vecina que decía haberlo visto robarle un par de gallinas. Seguramente se las robó, no había duda. Seguro que las había vendido para financiar su viciosa rutina.
¡Ese Peter sí era una verdadera rata!
Llegaron a donde me encontraba y Peter es el primero en decir:
- ¡Ve! mirá al que nos venimos a encontrar por aquí.
- ¿Vamos a jugar billar Iván? Sí o qué?
-¿ Billar?, yo no sé jugar esa vaina.
- Es muy fácil _ dijo Luciano.
- Que man tan aburrido. Te has vuelto un amargado _ reclamó Peter.
- Nooo ¡Qué va!, dizque aburrido, o sabe qué... Sí, tal vez un poco, pero eso pasa cuando no hay nada interesante por hacer en la calle, pues en ella sólo hay locos, vagos y todo tipo de calañas, por ejemplo ustedes.
- ¡Ahh puras pendejadas Iván! _ exclamó Peter ya un poco enojado.
Fernando estaba concentrado con un libro de poesía. Peter no demoró en sabotear su lectura.
- ¡Uy!... ¡Anda de poeta! ¿Será que ya se nos enamoró? Yo preferí no decir nada, le tenía respeto a la mano derecha de Fernando, me acordé de Ramírez en ese momento, y preferí sólo mirar al piso.
Él ni se inmutó... Siguió su lectura, sereno.
- ¡Eso Ignoreme! de nuevo fastidiando a Peter.
Fernando alzó la mirada y ya fastidiado le dijo:
- Vos eres sólo un imbécil Peter.
Sólo eso bastó para callar a tan fastidioso personaje.
- ¡Ya no soportan ni una broma ustedes! ¿No?, ¿Desde cuándo están tan amargados?
Este cerró su libro fastidiado y se dirigió a ver contemplar las nubes acostado en un árbol.
De golpe se escuchó el frenazo de una moto, ya todos conocíamos ese molesto sonido a viejo y mal tenido, a llanta quemada y gasolina regada. Había llegado Germán. ¿Para qué?, ¿Con qué objetivo?
Según él, nuestro día de suerte había llegado, y que mañana sería un día perfecto para enfiestarse.
Aquél día me encontraba en casa, viendo un filme, una adaptación de "El Túnel" dirigida por León Klimovsky, en los cincuenta.
Entonces sonó el teléfono, sonaba, y sonaba sin parar. Era Germán diciendo:
- Iván hermano, hace días que no te veo la cara. ¿Qué has estado haciendo?, si yo no voy usted ya ni se acuerda de mí ¿No?
Lo dijo muy extrañado de mi actitud fría y seca, a lo que yo le respondí:
-He estado un poco ocupado. Últimamente he estado buscando trabajo y esas cosas. No podía decirle que me había visto con Emily porque ahí mismo se daría cuenta de lo que había acordado él con ella. Eso es lo que más me decepcionó. Ningún verdadero amigo tomaría de juego para fastidiar la vida del otro sólo por simple diversión.
- Para eso mismo lo llamaba, ya me habías hablado de ese tema, y por eso pensé en ti, para un trabajo que me salió, y necesito gente, ¿Entonces?, ¿Se le mide?
- ¿Y qué hay qué hacer? pregunté con algo de desconfianza, y a la vez también emocionado por ganar algo de dinero, porque sí que lo necesitaba, menos mal que mi mamá antes de morir me dejó la casita, humilde y todo, pero un techo al fin y al cabo, y unos ahorros ahí, o sino qué sería de mí!, tal vez estaría donde mis tías, pero ¡Qué va!, que pereza ese par de arpías dándome órdenes a cada rato, lo malo, era que esos ahorros se estaban acabando cada vez más, y ahora qué me ponía a pensar, me los había gastado en cosas vanas e inútiles, eso sí, fuera de los recibos mensuales, la comida y el transporte, en fin ¿Qué se podía hacer?
Seguía Germán hablando:
- Sólo debes manejar, seremos mensajeros.
- ¿Mensajeros?
- Sí, mensajeros o mejor dicho repartidores, entregaremos cosas a propietarios de pequeños negocios.
- Suena bien, ¿entonces yo sólo debo conducir?
- Sí, sólo eso Iván respondió algo afanado Germán.
- ¿Entonces se anima o qué?
- Listo, listo yo le hago __ le dije algo desesperado, necesitaba trabajar.
- Excelente, entonces nos encontramos en el parque del centro a las 3:00 pm, también irán Peter, Fernando y otros dos pelaos ahí, Castro y el flaco Lucho, estos últimos, unas completas lacras de alcantarilla.
- Ok, yo llego al parque a esa hora, nos vemos entonces.
- Listo, hasta más tarde y colgó.

EL CARRUSEL DE LA DEMENCIAUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum