—Amor ven siéntate. Voy a llevar las cosas al auto y después despierto a Nicolás para llevarlo con mis padres— Le dijo, ayudándola a llegar al sofá.
Betty asintió, sentandose lentamente sobre el sofá, inhalando y exhalando profundo, sintiendo lo que podría ser el peor dolor que había experimentado en su vida.
Jughead subió corriendo a su habitación, buscó el bulto que tenía las cosas que Betty y su hija iban a necesitar en su estancia en el hospital y lo llevó al auto. Tomó al perro y lo metió al auto y después fue a despertar a Nicolás.
—Hijo... Mi niño...— Lo llamó, moviéndolo con cuidado. —Despierta hijito. Irás con tus abuelos—
Nicolás se movió, frotándose los ojos. —Papi...
Jughead lo tomó entre sus brazos y lo envolvió con una manta para llevarlo al auto. Después de eso entonces fué por su novia.
La llevó al auto mientras ella se quejaba del dolor y empezó a conducir a la casa que le dijo su padre. Los Jones se habían mudado más cerca de su hijo y nuera para ayudarlos con los niños en esta nueva y difícil etapa.
El ojiazul estacionó el auto frente a la nueva casa de sus padres y tocó el claxon.
—Si, les dejaré a Nick y a nuestro perro. Les pondré un mensaje cuando nazca— Avisó Jughead, saliendo del auto para sacar a Milo del asiento trasero y entregarle su hijo a su madre.
—¡Cuidense!— Les pidió Gladys, con Nicolás entre sus brazos, dormido otra vez y con Milo ya dentro de casa.
Jughead pisó el acelerador cuando volvió a entrar al auto y condujo directo al hospital; Al llegar, llevaron a Betty en silla de ruedas hacia una habitación en lo que llegaba el momento de dar a luz para ella.
Ella estaba sentada al borde de la camilla, llorando del dolor mientras Jughead la abrazaba, acariciaba su espalda y le hacía saber que estaba ahí, que la apoyaba y que no la dejaba sola.
—Lo estás haciendo muy bien mi amor, lo haces muy bien. Respira profundo— La animó, besando su cabeza y acariciando su espalda.
—Jug...— Murmuró, mirándolo con los ojos cristalizados. —¿Por qué tiene que doler tanto?—
—No se, es parte de la vida preciosa. Pero ya va a terminar pronto, tu no te preocupes— La calmó, abrazándola más fuerte.
No fue como Jughead lo dijo. Al ser madre primeriza, el parto iba a tardar algunas horas en ocurrir. Ya era muy de noche y Betty seguía luchando, respirando profundo y ya se había desmayado del dolor dos veces en los brazos de su novio.
Jughead odiaba verla sufrir así, pero en este caso no podía hacer nada más que estar a su lado para apoyarla.
—¡Jug, eres un maldito!— Gritó Betty, apoyándose sobre la camilla y apretando las sábanas. —¡Tu me hiciste esto! ¡Te odio!—
—Bebé...— Contestó, acercándose a ella y acariciando su espalda. —Eres fuerte, sé que puedes. Resiste—
—Me duele mucho...— Sollozó, soltando un quejido.
—Buenas noches muchachos— Saludó la doctora, entrando con una sonrisa a la habitación. —Creo que ya ha dilatado lo suficiente Elizabeth. Vamos a llevarla a la sala de partos para que tenga a su bebé—
Eso fue lo mejor que los dos pudieron escuchar después de horas de trabajo de parto. Trasladaron a Betty a otra habitación y empezaron a suministrarle oxitocina para acelerar el proceso.
Entonces empezaron los verdaderos gritos y sufrimiento.
—¡Agh! ¡Voy a morirme!— Gritó Betty, cerrando los ojos con fuerza.
—Resiste mi amor, lo estás haciendo bien, no te rindas— La animó Jughead, besando su cabeza y agarrando su mano.
—Ya la veo, un poco mas— Pidió una enfermera.
—¡Ahhh!— Gritó en un último esfuerzo Betty.
Su sufrimiento terminó cuando escuchó el llanto de un bebé, su bebé. Pero estaba tan cansada que apenas estaba consciente.
La enfermera tomó a la recién nacida en sus brazos con una sonrisa. —Felicidades, es una hermosa y saludable niña—
Jughead era lágrimas. No lo podía creer. Vió a esa pequeña criatura y estaba tan feliz que no sabía cómo expresarlo.
Era una hermosa bebé de abundante cabellera negra, con su delicada piel rosa, llorando sin parar.
—¿Quiere sostenerla, papá?— Le preguntó la enfermera a Jughead.
Jughead asintió y solo la tomó en brazos, con una inmensa sonrisa, acercándola a Betty. —Amor mira, es nuestra bebita. Lo lograste—
Betty estaba muy débil, pero con las pocas fuerzas que tenía abrió los ojos y tomó a la niña que aún lloraba, pegándola a su cuerpo, sintiendo su calor y su pequeño corazoncito latir.
—Mi niña...— Murmuró, besando con cuidado la cabeza de la recién nacida, que dejaba de llorar lentamente. —Qué hermosa—
—Nuestra pequeña Allison Jones Cooper— La nombró Jughead, besando la cabeza de la recién nacida y la de su novia.
Betty sonrió, sin dejar de mirar a la bebé. —Es un nombre precioso, me encanta—
Después de que revisaron a la bebé y vieron que estaba totalmente saludable, trasladaron a Betty a una habitación más cómoda mientras se recuperaba del parto.
Betty y Jughead estaban muy enamorados de su bebé, embobados, mirando a la pequeña pelinegra de ojos verdes como su madre.
—Allison... Deja que Nick te vea princesa— Le habló Betty a la pequeña.
—El pequeño Nick se va a enamorar de su hermana— Aseguró Jughead, acostado en la camilla al lado de su novia e hija.
—Mami, mami— Habló Nick, entrando a la habitación, corriendo.
—¡Nicolás Jones! ¡No te vuelvas a ir así!— Exigió Gladys, entrando a la habitación detrás del pequeño.
—Oh Nick, mi niño. Mira lo que tengo aquí— Le dijo Betty al pequeño, mostrándole a la bebé.
Nick se detuvo en seco y fijó sus azules e inocentes ojos en la bebé. —Bebé...— Dijo, señalándola.
—¿Qué pasa hijo? Ven a conocer a tu hermana— Lo animó Jughead.
Nicolás se acercó tímidamente a la bebé y Jughead lo tomó en sus brazos para subirlo a la camilla junto a ellos. Entonces Nicolás dejó un dulce y pequeño beso en la cabecita de la bebé.
Más tarde llegó Fp con el perro Milo, llegaron los Cooper, que enloquecieron con su nueva nieta y luego los amigos de Betty y Jughead.
Ellos dos estaban haciendo crecer su familia, pero nuevos retos se les iban a presentar.
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