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05. EL PASADO EN EL PRESENTE.
Amelia.
Era jueves por la siesta y estaba metida en un supermercado cuando debería estar cursando como los otros días de la semana. No era alguien a quien le gustaba faltar a cursar siendo sincera, pero no todos los días era el de la persona con quién básicamente crecí.
Y esa persona era mi mejor amiga de toda la vida, Eva. A Eva la conocí cuando nos mudamos al barrio hace unos quince años. Ella vivía a dos casas de la mía, que apenas comenzamos a construir.
Eva fue la primera que invitó a mi primer cumpleaños, el primer cumpleaños que mis viejos en ese momento podían costearlo, desde ahí éramos una. Salvó que nos separamos un poco cuando comenzamos la facultad ya que ella eligió otra carrera y fue a parar a otro lado. Nos veíamos los fines de semana, cuando podíamos o simplemente cuando ella iba a visitarme a mi modesto monoambiente.
Lo que no cambiamos nunca es que para el cumpleaños de la otra siempre estábamos presentes desde la organización a la primera hora del día. Cómo ahora, que la ayudaba a comprar bebida y cosas que le faltaban para la comida aunque creo que ella había contratado un catering. Lo hacía en su casa y al ser que tenía una casa grande, la de sus viejos, no hacía falta buscar otro lugar para festejarlo.
En el auto camino a su casa ya con todas las compras hechas volvemos calladas. Era normal, hablamos como locas desde las diez de la mañana.
Apoyo mi cabeza contra la palma de mi mano cuando se me cruza un pensamiento que no entiendo porque pero recuerdo que no mencioné nada de nada a Eva.
La miro ella manejaba tarareando la canción que sonaba y simplemente hablo:
—¿Te acordás de... Colidio?
Eva sigue cantando, se gira a mirarme, se queda pensando hasta que para de cantar solo para negar.
—¿Quién?
—Colidio, Facundo. —hablo riendo y la miro parece no entender de quién hablaba hasta que soy más específica—. Facundo, el del viaje a Brasil.
Eva rápidamente se ríe para exclamar y asentir.
—¡Ah! ¡Si, si, él! —ríe se gira a mirarme rara y preguntarme—. ¿Qué pasó con él?
Vuelvo a mirar el camino y menos mal porque me ponía muy nerviosa que Eva fuera muy distraída al conducir. Podríamos tener años de amistad pero medio que desconfiaba de su forma de conducir.
—¿Viste lo del auto de Martin que te conté?
—Ajam.
—¿Y que te conté que primero hice eso con un auto que no era de él?
