trente.

180 30 11
                                    

Me entristece el alivio que siento al volver a Francia. El vuelo es tranquilo y largo. Se trata de mi primer vuelo solo. Cuando por fin aterrizamos en Charles de Gaulle, estoy ansioso por ir a la School of Asia, aunque eso implique tomar el métro solo. Es como si ya casi no me diera miedo.

Eso no es posible, ¿no?

El viaje hasta el Barrio Latino es rápido y fácil. Al cabo de poco rato estoy abriendo la puerta de mi habitación y deshaciendo la maleta. Por toda la Résidence Lambert se oye el agradable murmullo de los estudiantes que van llegando. Miro por la ventana. La cantante de ópera del restaurante de enfrente no está; todavía es temprano. Llegará por la noche. La mera idea me hace sonreir.

Lamo a Hwang. Llegó anoche. Hace un tiempo inusualmente cálido y él y Minho están aprovechándolo. Están paseando por las escaleras del Pantheón y me pide que vaya con ellos. ¡Por supuesto que voy!

No puedo explicármelo, pero, cuando salgo a la calle, estoy de pronto atormentado por los nervios. ¿Por qué tiemblo? Han sido sólo dos semanas, pero qué semanas más particulares. Hwang ha pasado de ser un algo confuso a ser mi mejor amigo. Y él piensa lo mismo que yo. No necesito preguntárselo. Simplemente, lo sé.

Decido ir al Panthéon paseando por el camino largo. La ciudad es bonita. La preciosa catedral de Saint-Etienne-du-Mont aparece y me imagino a la madre de Hwang pintando palomas. Intento visualizar a un Hwang niño, con uniforme escolar, pantalones cortos y rodillas lastimadas por estar corriendo y jugando por el césped, pero no lo consigo. Sólo veo a la persona que conozco: tranquilo, seguro de sí mismo, con las manos en los bolsillos y paso decidido. El tipo de persona que irradia un campo magnético natural por el cual todo el mundo se siente atraído y deslumbrado.

El sol de enero sale tímidamente y me calienta las mejillas. Dos hombres que llevan algo que sólo se puede describir como bolsos de señor se detienen a admirar el cielo. Una mujer esbelta con tacones también se detiene, sorprendida. Sonrío y me muevo pasándolos. Al doblar la esquina, mi pecho se contrae con tanta fuerza que apenas puedo respirar.

Porque allí está.

Está absorto en un libro muy gordo, y tiene la cabeza
agachada. La brisa juega con su pelo oscuro y él se muerde las uñas, Minho está sentado a su lado con el cuaderno negro abierto. Su pluma de dibujo se mueve sin parar. Hay más gente que disfruta de los inesperados rayos de sol, pero los olvido en cuanto mi cerebro los registra. Porque él es todo cuanto veo.

Me apoyo en el borde de una mesa de la terraza de un café para no caerme. Los clientes me miran alarmados. Me da igual. Todo me da vueltas y me cuesta respirar.

¿Cómo pude ser tan estúpido?

¿Cómo pude llegar a creer que no estaba enamorado de él?

☁︎ the french kiss ; hyunin.Where stories live. Discover now