trente et un.

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Lo estudio. Se muerde la uña del meñique, por lo que deduzco que el libro es bueno. El meñique indica que está emocionado o contento, mientras que el pulgar significa que está pensando o preocupado. Me sorprende darme cuenta de que conozco el significado de esos gestos. ¿Tanta atención le he prestado?

Veo pasar a dos mujeres que llevan abrigos de pieles y sombreros iguales. Una de ellas se vuelve para preguntarme algo en francés. No puedo traducirlo directamente, pero sé que quiere saber si me encuentro bien. Asiento y le doy las gracias. Vuelve a mirarme con preocupación, y sigue su camino.

No puedo avanzar. ¿Qué debería decirle? Catorce días consecutivos de conversaciones telefónicas, y ahora que lo tengo delante, en persona, no sé si seré capaz de pronunciar un simple hola. Uno de los clientes del café se levanta para ayudarme. Me aparto de la mesita redonda y cruzo la calle con un caminar lento. Me tiemblan las rodillas. Cuanto más me acerco, más abrumado estoy. El Panthéon es enorme. Parece que las escaleras están muy lejos.

Él levanta la cabeza.

Nuestras miradas se encuentran y lentamente se le dibuja una sonrisa en los labios. Mi corazon late más y más deprisa. Ya casi he llegado. Él deja el libro y se levanta. Y es este momento, en el que dice mi nombre, el instante que lo cambia todo de verdad.

Ya no es Hwang, el colega de todo el mundo, el amigo de todo el mundo...

Es Hyunjin. Hyunjin, como la noche que nos conocimos. Es Hyunjin: es mi amigo.

Y es mucho más que eso.

Hyunjin. Mis pies se mueven al ritmo de esas dos sílabas. Hyun-jin. Hyun-jin. Hyun-jin. Su nombre recubre mi lengua como si fuera chocolate fundido. Es tan guapo, tan perfecto.

Noto un nudo en la garganta cuando abre los brazos y me envuelve en un abrazo. Se me saldrá el corazón del pecho y me siento avergonzado porque sé que él lo nota. Nos separamos y yo doy un paso atrás. Me sostiene para que no me caiga escaleras abajo.

— Woah. — dice, pero no creo que se refiera a mi casi caída.

Me sonrojo.

— Sí, eso habría dolido.

Bien, una voz aparentemente calmada. Hyunjin parece
aturdido.

— ¿Estás bien?

Mi cuerpo se tensa al sentir que sus manos aún están sobre mis hombros.

— Sí, genial. Todo bien.

— Eh, Jeongin. ¿ Qué tal las vacaciones?

Minho. Había olvidado que está aquí. Hyunjin me suela con cuidado mientras hablo con Minho, pero todo el tiempo deseo que vuelva a concentrarse en sus dibujos y nos deje solos. Al poco rato, mira detrás de mí (donde está Hyunjin) y hace una mueca rara. Interrumpe la conversación y se concentra otra vez en su cuaderno. Me doy la vuelta, pero la expresión de Hyunjin ha sido borrada en blanco.

Nos sentamos juntos en las escaleras. No estaba tan nervioso desde mi primera semana en la escuela. Tengo la cabeza hecha un lío y un nudo en la lengua y otro en el estómago.

— Bueno... — dice él al cabo de un momento que se hace eterno. — Parece que hemos agotado la conversación durante las vacaciones.

No sé si podré hablar.

— Pues entonces vuelvo a la residencia. — digo, al cabo de unos segundos. Finjo que me levanto y él se ríe.

— Tengo algo para ti. — me toma de la manga. — Un regalo de Navidad con retraso.

— ¿Para mí? Pero ¡yo no te he traído nada!

Busca en los bolsillos de su abrigo y saca la mano cerrada, como si guardara algo muy pequeño en el puño.

— No es gran cosa, no te emociones.

— ¡Oooh! ¿Qué es?

— Lo vi un día con mamá y me acordé de ti. Adivina.

— ¡Hyunjin! ¡Vamos!

Parpadea al oir su nombre de pila. Me pongo rojo y me invade la abrumadora sensación de que sabe exactamente lo que estoy pensando. La expresión de su cara se transforma en asombro, y dice:

— Cierra los ojos y abre la mano.

Todavía estoy como un tomate, pero hago lo que dice. Noto el roce de sus dedos en la palma de la mano y la aparto como si me hubiera dado una descarga eléctrica. Algo cae al suelo con un ligero plim.

Abro los ojos. Hyunjin está mirándome. Se ha quedado tan atónito como yo.

— Ups. — digo.

Ladea la cabeza.

— Creo que... creo que ha caído por allí.

Me agacho sin tener la menor idea de lo que estoy buscando. Ni siquiera he notado lo que me ha puesto en la mano. Solo he notado el roce de sus dedos.

— No veo nada. Sólo hay gravilla y comida para palomas. — añado para aparentar normalidad.

¿Dónde está? ¿Qué es?

— ¡Aqui! — recoge algo pequeño y rojizo de un escalón
superior.

Vuelvo a levantarme y extiendo la mano, preparándome mentalmente para el contacto físico. Hyunjin se queda quieto y lo deja caer sobre la palma de mi mano. Como si quisiera evitar que nos toquemos.

Es un colgante de cristal. Tiene forma de zorro.

Se aclara la garganta.

— Ya sé que dijiste que solo Soobin te llama «Zorrito», pero mamá se encontraba mejor el fin de semana pasado y fuimos a su tienda favorita y... cuando lo vi me acordé de ti. Espero que no te importe que otra persona añada una pieza a tu colección. Especialmente desde que Soobin y tú... ya sabes.

Cierro la mano en torno al colgante.

— Gracias.

— Mamá me pregunto por qué lo quería.

— ¿Y qué le dijiste?

— Que era para ti, por supuesto. — lo dice como si hubiera preguntado una obviedad.

Estoy radiante. El colgante es tan pequeño que apenas lo notaría si no fuera por la sensación fría que deja en mi mano. Hablando del tema, tengo un escalofrío.

— ¿Soy yo o ha bajado la temperatura?

— Toma.

Hyunjin se quita la bufanda negra que lleva alrededor del cuello y me la da. La tomo con cuidado y me la pongo alrededor del mío. Me marea. Huele a chico acabado de ducharse. Huele a Hyunjin.

— Has vuelto a teñirte — dice. — Te sienta bien.

Me toco la mecha ligeramente avergonzado.

— Me ayudó mi madre.

— Este viento es terrible, voy por un café. — Minho cierra su cuaderno de repente. Otra vez he olvidado que estaba aquí. — ¿Vienen?

Hyunjin me mira, expectante.

¡Café! Me muero de ganas de tomar una taza de café de
verdad. Sonrío a Minho.

— Eso suena genial.

Y bajo las escaleras del Pantheón, muerto de frío y pálido y radiante, en la ciudad más bonita del mundo. Estoy con dos chicos atractivos, inteligentes y graciosos, y tengo una sonrisa de oreja a oreja. Ojalá Soobin pudiera ver esto.

Porque, no nos engañemos: ¿quién necesita a Choi Yeonjun, teniendo a Hwang Hyunjin?

Pero, en el preciso instante en que Yeonjun viene a mi mente, se me revuelve el estómago, como cada vez que pienso en él. Qué vergüenza, creer que me esperaria. Haber malgastado tanto tiempo pensando en él. Hyunjin se ríe de un comentario que ha hecho Minho. El sonido hace que entre en una especie de pánico y me doy cuenta de una cosa.

¿Qué voy a hacer? Me he enamorado de mi amigo.

☁︎ the french kiss ; hyunin.Where stories live. Discover now