quarante-cinq.

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Regreso a la Résidence Lambert. Estoy nervioso porque me muero de ganas de saber cómo va, pero Hwang debe enfrentarse a su padre solo. Tiene que aprender a defenderse. Me llama la atención el colgante de cristal con forma de zorrito que reposa sobre mi tocador, y lo acuno sobre la palma de mi mano. Me ha dado muchísimos regalos este año: el colgante, la libreta para zurdos, la bandera canadiense...

Me alegro de haber podido darle algo a cambio.

Espero que mi idea funcione.

Decido hacer los deberes. Hojeando papeles descubro lo que tenemos que hacer para el trabajo de Lengua. Nuestro último tema es la poesía. El libro de Neruda. Lo tengo en la estantería que hay sobre el escritorio desde Acción de Gracias. Porque es un libro para la escuela, ¿no? ¿otro regalo?

Error. Gran error. Enorme.

Es decir, sí, es un libro para la escuela, pero también es poesía romántica. Poemas de amor muy sexys, a decir verdad. ¿Por qué me lo compró, si no significaba nada? Podría haberme regalado el libro de Banana Yoshimoto. O alguno de los libros de teoría de la traducción.

Pero me compró un libro de poemas de amor.

Hojeo el libro desde el final hasta el principio y me llama la atención el sello. SHAKESPEARE AND COMPANY, KILÓMETRO CERO, PARIS. Y regreso mentalmente a la estrella, a esa primera noche. Al momento en que me enamoré de él. Y vuelvo a la estrella por Acción de Gracias, y me enamoro de él otra vez. Y retorno a mi habitación y observo este inoportuno libro con la mirada perdida. ¿Por qué no me dijo nada entonces? ¿Por qué no abrí el libro cuando me preguntó por él en Navidad? Y de repente me asaltan unas ganas incontrolables de ir al Point Zéro.

Sólo me quedan unas semanas en París y todavía no he entrado en Notre Dame. ¿Qué estoy haciendo en la residencia un sábado por la tarde? Me pongo los zapatos, salgo corriendo del edificio y bajo por las avenidas a la velocidad de la luz. No consigo llegar allí lo suficientemente rápido. Tengo que estar allí. Ahora. No puedo explicarlo.

Los ojos de la ciudad se sujetan a mí mientras cruzo el Sena como una bala y entro en la ile de la Cité, pero me da igual. La catedral resulta tan sobrecogedora como siempre. Un grupo de turistas está alrededor del Point Zéro y yo admiro la estrella al pasar por allí como un rayo, pero no espero mi turno. Sólo empujo y empujo y empujo hasta que estoy dentro.

Por enésima vez, París me deja boquiabierto.

El techo de altas bóvedas, las complicadas vitrinas de colores, las estatuas de mármol y oro, la madera delicadamente tallada... Notre Dame es fascinante, me hipnotiza. Me rodean la música del órgano y los murmullos en varios idiomas. El cálido olor de las velas encendidas llena el aire. Y nunca había visto nada tan encantador como la luz de colores de los rosetones.

Una guía turística entusiasta pasa detrás de mí y mueve sus manos sin parar.

— ¡Imagínense! A principios del siglo XIX, la catedral estaba en un estado tan lamentable que el ayuntamiento se planteó la posibilidad de tirarla al suelo. Por suerte, Victor Hugo se enteró de los planes de demolición y escribió El jorobado de Notre Dame para concienciar de la gloriosa historia del edificio. Y por suerte ¡funcionó! Los parisinos hicieron campañas para salvar Notre Dame y la restauraron hasta dejarla en este estado.

Sonrío y me alejo de ellos preguntándome qué clase de edificio intentaría salvar mi padre con sus novelas. Seguramente algun estadio de beisbol. O un Burger King. Observo detalladamente el altar mayor y las esculturas de la Virgen María. Es un lugar pacífico, pero yo estoy inquieto. Miro mi guía para visitantes y mi atención se centra en las palabras

☁︎ the french kiss ; hyunin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora