quarante-quatre.

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El resto de la semana transcurre sin problemas. Envío el paquete a Soobin y vuelvo a sentarme junto a mis amigos en nuestra mesa. Hwang y yo todavía no hemos hablado. Bueno, sí, un poco, pero no de cosas importantes. Nos pasamos el rato sentados el uno al lado del otro, haciéndonos bromas tontas, lo cual es ridículo, porque ¿no es precisamente ése el problema? ¿que no hablamos?

Pero no es fácil romper con las viejas costumbres.

Nos sentamos a una fila de distancia en la clase de castigos. Me da la sensación de que se pasa la hora observándome, incluso la semana entera. Yo también lo observo, pero no volvemos juntos a la residencia. Él recoge sus cosas lentamente para que yo me vaya antes. Creo que hemos llegado a la misma conclusión: incluso si consiguiéramos empezar algo, nuestra relación no tendría futuro. El curso termina dentro de poco. El año que viene, yo estudiaré Teoría y Crítica del Cine en la Universidad Estatal de San Francisco, pero él no quiere contarme qué va a hacer. Se lo pregunté sin tapujos el viernes durante el castigo y balbuceó algo que descifré como «no quiero hablar de ello».

Por lo menos no soy el único a quien los cambios le resultan dificiles.

El sábado, muestran mi película favorita en el Cine de Papá y Mamá Basset Hound, Lost in Translation. Saludo al elegante señor y a Pouce, y me siento en mi butaca habitual. Es la primera vez que veo esta película desde que vine a París.

Las similitudes entre la historia y mi propia vida no me pasan desapercibidas. Trata de dos norteamericanos, un hombre de mediana edad y una chica joven, que están solos en Tokio. Intentan entender el país extranjero en el que se encuentran, y también sus propias relaciones sentimentales, que parecen estar a punto de irse a pique. Y, al conocerse, aparece un nuevo conflicto: se sienten cada vez más atraídos el uno por el otro, a pesar de que saben que su relación es imposible.

Trata de la soledad y el aislamiento, pero tambien de la amistad. De ser justamente lo que el otro necesita. Hay una escena en que la chica le pregunta al hombre «¿Eso tiene arreglo?». Al principio el contesta «No», pero luego dice «Sí» y después «Ya se arreglará». Y entonces le explica: «Cuanto más sabes quién eres y lo que quieres, menos te afectan las cosas».

Y me doy cuenta... de que no pasa nada. No pasa nada si Hwang y yo nunca llegamos a ser algo más que amigos. Su amistad, por si misma, me ha hecho más fuerte de un modo que nadie lo había conseguido jamás. Me ha sacado de mi habitación y me ha enseñado a ser independiente. En otras palabras, ha sido exactamente lo que yo necesitaba. Y no lo olvidaré. Y tengo claro que no quiero perderlo.

Cuando termina la película, voy al baño y me miro en el espejo. No he vuelto a tenirme la mecha desde que lo hizo mi madre en Navidad. Es otra cosa que quiero aprender a hacer yo solo. Entro en el Monoprix que hay al lado del cine (que es un supermercado pequeñito, como las tiendas de conveniencia en Corea) para comprar tinte para el pelo y, al salir, me percato de la presencia de alguien conocido al otro lado de la acera.

No puedo creerlo. Es Hwang.

Tiene las manos en los bolsillos y mira a su alrededor como si esperara a alguien. Se me encoge el corazón. Sabe que Sofía Coppola es mi directora favorita. Sabía que vendría a ver la película y espera a que salga del cine. Por fin ha llegado el momento de hablar. Camino alegremente hacia él. Hacía tiempo que no me sentía tan feliz. Y justo cuando voy a llamarlo, me doy cuenta de que no está solo.

Junto a él hay un hombre mayor. Es guapo y su porte me resulta familiar. Hwang habla en francés. No puedo oírlo, pero su boca se mueve de forma diferente cuando habla en francés. Sus gestos y su lenguaje corporal cambian, son más fluidos. Un grupo de hombres de negocios pasa por allí y lo tapan durante un instante, pero sobresale su cabello por lo alto que es.

☁︎ the french kiss ; hyunin.Место, где живут истории. Откройте их для себя