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~Evora Martin~

Luego de que los gritos de Leahnor y los míos llegaran a oídos de la directora, nos mandó a llamar directo a su oficina. Hoy sería mi primer regaño del año; no es como que me sorprendiera, es decir, ya estábamos por terminar enero, era casi un récord no haber sido llamada antes.

Dejé mis cosas sobre la silla que tenían en la sala de espera y ni siquiera me moleste en voltear a ver a la pelirroja culpable de mi estadia allí, quería que todo este drama innecesario se acabara cuanto antes y no tener que ver su horrible rostro hasta que fuera la noche del baile de primavera, en donde con todo el placer del mundo le quitaría la corona de reina.

Leahnor estaba ahí y aunque quisiera disimularlo podía ver las marcas de mis uñas por toda su cara.

—Ok, chicas, es su turno. Pasen adelante, por favor —nos pidió la directora con un tono de voz bastante más amable del que pensé que usaría.

—¡Es todo culpa de ella! —dije sin poder retener más mi enfado —. Se ha dedicado a hacerme la vida imposible desde que supo que quería ingresar al equipo de porristas.

Quería que la castigaran o algo peor.

La oficina de la directora se había quedado en un silencio abrumador después de que yo había dado mi pequeño discurso a modo de queja, ni ella ni mi compañera pronunciaban palabra. Mi mejor amigo tenía un don asombroso para romper este tipo de silencios pero no se encontraba y yo no tenía el valor de hacer lo mismo.

—Ok, ¿que tienes que decir al respecto?

¿De verdad? ¿Haríamos eso? ¿Nos iba a tratar como a unas niñas que se han peleado por un dulce?

—Hice un par de pruebas para ver si ella era capaz de soportar la presión que implica ser porrista, pero no supo manejar ninguna de las tareas y me agredió. De hecho, tengo como testigos a todo el equipo por si desea llamarlas —le contestó con seguridad de que lo que había dicho era verdad. Y en parte si, pero había omitido un sin fin de detalles.

—Eso no será necesario. He tomado mi decisión.

La directora permitió que Leahnor se retirara impune, no le dio ni siquiera una llamada de atención. En cambio, me pidió que no me levantara pues se quedaría un rato más conmigo. ¿Ahora que?

La directora Ava y yo teníamos tiempo de conocernos, sabía cuándo quería decirme algo serio y buscaba las palabras adecuadas para hacerlo, como en este momento.

Ava rió y negó, seguramente era bastante divertido ver sufrir a sus alumnos, especialmente a mi, que parecía me había agarrado como su saco de boxeo del día. La directora nunca me quiso, eso lo supe desde un inicio, pero que se riera de mi desgracia en mi propia cara era otro nivel de descaro que no iba a permitir. Su comportamiento y el repetenino silencio me hacían sentir más molestia de que ya tenía, quizás ni siquiera era culpa de ella o de la chica que minutos antes estaba a mi lado, tan vez solo era el remolino de emociones que había guardado por tanto tiempo.

—Al parecer no vas a comportarte hasta que te castigue. Así que eso haré: a partir de hoy tendrás que realizar las mismas tareas que con el equipo de porristas con la diferencia de que será en el equipo de voleibol.

Debe estar bromeando, ¡¿ahora debía lavar los apestosos uniformes de los chicos?!

—Intenta llevarte mejor con los chicos de lo que te llevaste con las porristas —me dijo en un tono apacible y con una sonrisa burlona.

—No está hablando en serio, ¿verdad? Usted no puede hacer eso. ¡¿Como se le ocurre ponerme a limpiar la ropa de los chicos?! ¡Ni que fuera la criada!

Am I the one?Where stories live. Discover now