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~Evora Martin~

Isa batía la mezcla de panqueques como si su vida dependiera de eso, aunque quizás pensara que así era después de los acontecimientos de la tarde anterior. El cabello de mi hermana se manchó de su mezcla viscosa y verde cuando no pudo controlar la velocidad de su mano. Mi mente se despejaba de la conversación tan incómoda que había tenido con el mayor de los gemelos Levesque y le prestaba atención al caos en la cocina que había formado mi hermana.

Había llamado al mayor de los Levesque para decirle que si en verdad quería arreglar las cosas debía hablar con su hermano antes de que yo hiciera lo que me había pedido; prácticamente había aceptado su culpa y su egoísmo al haber soltado aquellos comentarios innecesarios, ahora parecía estar dispuesto a apoyar nuestro hipotético futuro amoroso. Le di un repaso al último mes que había pasado sin la compañía de ninguno de los gemelos y supe que mi vida se había vuelto miserablemente rutinaria, cada día se había basado en cumplir mis obligaciones y huir de la escuela lo más pronto posible, ni siquiera había frecuentado las fiestas adolescentes que se organizaban casi a diario.

—¿Harás algo comestible o tendré que comprar el desayuno antes de ir al instituto? —Isa parecía sorprendida de que estuviera dirigiéndole la palabra. Era una exageración, ¡ni que fuera a odiarla por tratar de ayudar!

—Ahora mismo te preparo tu omelette favorito —me ofreció con una sonrisa aliviada.

—Un platillo especial ¿a que se debe?

—A que parece que no está en tus planes matarme por la noche —rió ante su comentario y yo no pude contener la carcajada que me provocó.


Reí cuando Isana ignoró todas las manchas de comida en su ropa y terminó de cocinar tan apresuradamente para acercarse a darme un abrazo, parecía que mi hermana en verdad se sentía preocupada por mi reacción de lo acontecido el día anterior pero yo no en sentía molesta por su actuar, al contrario, me sentía feliz de saber que ella se preocupaba por mi felicidad. Protesté varias veces porque creí que mi hermana iba a ensuciar mi ropa con residuos de su mezcla verde. Su cabello rozaba en mi blusa, aunque poco le importó arruinar mi vestimenta porque de verdad se sentía feliz.

Ella se separó de mi y me permitió desayunar mientras seguía con su receta de panqueques.

Abrí mis ojos como platos y observé el reloj: ¡iba tardísimo! Pero mi hermana se encogió de hombros ante mi preocupación y me dedicó una sonrisa pícara.

¿Que planeas, Isa Martin?

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