CAPITULO 10

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Karen

Minutos más tarde...

El tráfico hacia el aeropuerto es un infierno, observo que el señor Silvian está irritado porque su teléfono no deja de sonar, dudo en hablar por unos segundos, pero me armo de valor.

— Señor Silvian ¿No quiere que maneje? Se nota que está muy tenso — hablo con un tono tímido, el me observa por unos minutos dudando de mi capacidad de conducir y suspiro.

— Tengo licencia de conducir de mi país natal — me excuso y asiente con la cabeza.

— Está bien, pero que no se entere Julen — dice y mira a sus hermanos quienes están dormidos. Intercambiamos de lugar con rapidez, la luz del semáforo se pone verde y acelero para ir a nuestro destino.

Minutos más tarde...

Nos encontramos en el estacionamiento del aeropuerto esperando que el otro Laburdi venga para poder irnos, el señor Silvian me observa con asombro.

— ¿Dónde aprendiste a manejar así? —pregunta con curiosidad.

— De mi madre. Me enseñaba calles alternativas que no tengan semáforos — explico con tranquilidad, observo que los otros Laburdi siguen dormidos y suspiro de alivio. El silencio se hace presente en el auto hasta que se abre la puerta de atrás, miro de reojo para saber de quién se trata.

— Sergey ¿Por qué siempre haces eso? — preguntan los dos adolescentes mientras se quejan, escucho que bufa.

— Silvian, abre el maletero tengo que...—sus palabras se quedan en el aire al verme y sonríe pícaro.

— ¿Quién es nuestra hermosa chófer? — pregunta con un tono raro, observo al hombre como si estuviera loco, el señor Silvina me observa e indica dónde está la palanca para abrir el maletero.

— Perdón por mi hermano es un poco especial — dice apenada.

— No se preocupe he liado toda mi vida con esa clase de hombre — hablo con una sonrisa en el rostro. El hermano de Silvia entra y arranco a toda velocidad para ir a nuestro destino.

— Señorita Sacco está vez ¿Puede ir más despacio? — pregunta con temor mi copiloto y asiento con la cabeza.

— Lo intentaré — es lo único que digo con tranquilidad hasta que un idiota se cruza en mi camino.

Que descarado. Es hijo de puta.

Señorita Sacco, eso no tiene importancia — dice Silvian con nervios e ignoro sus palabras.

— Pudimos tener un accidente, imbécil — grito al auto de frente quien enseguida me saca el dedo del medio, abro mi boca indignada.

— Señorita Sacco, déjalo así — ordena Silvia con un tono frío, trago saliva y lo miro de reojo apenada.

— Lo siento — murmuro con timidez y los hombres de atrás asienten con la cabeza asombrados por mi reacción.

Minutos más tarde...

Estamos frente a la casa de los Laburdi, todos ellos se bajan del auto aturdidos. Exagerados, no manejo tan rápido.

Escucho que el teléfono de Silvian quien enseguida contesta luego me mira mientras piensa por unos segundos.

— Señorita Sacco, necesito que venga conmigo con urgencia. Necesitaré de sus habilidades de manejo — habla con nervios mientras se mete al auto igual que yo.

— ¿Dónde iremos? — pregunto mientras miro a Silvian.

— Iremos junto a Julen quiere que le busque con urgencia, pero no conduzco rápido así que vámonos — dice con una sonrisa.

Creo que a partir de ahora me convertiré en secretaría y chófer a la vez.

— Te indicaré dónde es el lugar — es lo único que dice, arranco la camioneta y conduzco hacia donde me indica.

Minutos más tarde...

Estamos en el lugar donde tenemos que alzar al señor Julen quien entra en la parte trasera del auto, levanta su vista y me observa asombrado luego a Silvina, frunce su ceño, pero no dice nada.

— Podemos irnos, señorita Sacco — es lo único que dice mi copiloto, arranco el auto, pero me quedo parada porque no se donde voy a ir.

— Señor Silvian ¿Dónde iremos ahora? — pregunto con interés.

— Ah cierto. Iremos al buffet un rato — habla y asiento con la cabeza varias veces.

El buffet está cerca de aquí así que estaremos en un abrir y cerrar de ojos. Empiezo a conducir esquivando las calles con semáforo, en cinco minutos estamos frente al buffet.

— ¿Quién te enseño a manejar así? — pregunta el señor Julen con el ceño fruncido.

— Mi mamá — respondo con orgullo.

— Vayan para la casa. Iré en mi auto — explica y los dos asentimos con la cabeza.

Espera ¿No debería quedarme? Soy su secretaria.

— Vámonos, señorita Sacco. Mañana empieza su trabajo y no terminó de desempacar su maleta — habla Silvian y asiento con la cabeza varias veces.

Una hora más tarde...

Estoy en mi habitación poniendo mi ropa en el armario que está ahí también pongo mis cosas personales en el escritorio de un momento a otro empiezo a llorar por todo lo que me está pasando, lloro porque no tengo idea de cómo hablarles a mis padres seguramente estarán preocupados por mí, lloro porque nunca pensé que mi vida al estar en otro país sería así.

Escucho que alguien toca la puerta varias veces, pero lo ignoro porque quiero desahogarme hasta no poder más, solo me limito a llorar por todo lo que esta pasando.

— ¿Señorita Sacco? ¿se encuentra bien? — pregunta la ama de llaves y niego con la cabeza sin responder.

No estoy bien, extraño a mi familia.

Lloro más fuerte, la mujer se aleja con rapidez luego en segundos viene hasta mí, escucho que abren la puerta, pero no levanto mi cabeza por ningún motivo.

— ¿Está llorando? — pregunta preocupado Silvian.

— ¿Qué tengo que hacer en estos casos? — cuestiona a la ama de llaves, después de varios minutos llorar, me encamino hasta el baño y me lavo la cara, observo que las dos personas siguen en mi pieza.

— ¿Se encuentra mejor? — interrogan los dos al mismo tiempo y asiento con la cabeza.

— A veces llorar es bueno — respondo recordando la frase de mi mamá.

— La cena está lista ¿Quieres cenar con nosotros? — pregunta Silvian.

— Si quiero — respondo y salimos los tres de la habitación.

Espero que estos cuatros meses me sienta como una verdadera familia con los Laburdi también espero que me permitan hablar con mis padres. 

Egoísta Pasión (#1 Príncipes Laburdi) || LUNESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora