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Park Jisung se levantó del suelo y se sacudió el polvo. Luego se apresuró, cerca de Chenle y lo tomó del cuello de la camisa azul que vestía, de forma elegante.

—¿Qué fue lo que le dijiste a tu madre?

—Perdona, no se me ocurrió nada más. Tienes que ayudarme— Zhong casi rogó. Se pondría de rodillas si fuera necesario. —Es sólo una pequeña mentira. Una vez que a mi mamá se le pase el capricho podemos desmentirlo.

—No quiero, no te ayudaré en esto.

Chenle sacó el disco que guardó del bolsillo de su gabardina y lo puso entre él y Jisung. El mayor soltó a su amigo y tomó el objeto entre sus manos, con los ojos brillantes y emocionado.

—¿Para mí?— preguntó como un niño pequeño y el menor suspiró, un poco más relajado.

—Por supuesto, es para ti.

Jisung sonrió y luego esa sonrisa murió convirtiéndose en una plana y nada divertida. Aventó el disco en el suelo, eso no era algo que se le hiciera a un disco de Red Velvet. La acción podría considerarse casi un sacrilegio, su justificación era: estaba muy molesto con Chenle.

—¿Crees que con eso vas a convencerme?— dijo de mala gana. —Puedo compararme diez versiones del mismo disco por puro gusto; además, ese ya lo tengo. No vas a convencerme— se cruzó de brazos negando con la cabeza.

Entonces, a Chenle no le quedó de otra que ponerse de rodillas, frente a su amigo.

—Es mi única oportunidad. Haré lo que sea si me ayudas. No puedes dejarme solo, eres mi mejor amigo.

—¿Lo que sea?— preguntó Jisung, con una sonrisa ladina.

—¿Lo que tú quieras? Seré tu esclavo.

Jisung soltó una carcajada y asintió finalmente. Así que accedió a ponerse frente a Victoria al día siguiente. Y tuvieron una conversación acalorada.

—Hemos sido amigos desde que tengo memoria— afirmó Jisung, frente a la madre de Chenle. —He visitado su casa más veces de las que he ido a la mía propia; pero eso es algo que usted ya sabe. Yo la aprecio mucho y sé que me aprecia también.

—Lo hago— asintió la madre de Chenle.   — Es por eso que quiero que me digas la verdad. ¿Mi hijo te pidió que hicieras esto?

Jisung miró a su mejor amigo, Zhong se encontraba sentado en el sillón, frente a él, al lado de su madre; como repuesta, asintió.

—Lo hizo— pudo ver como Chenle se tensó en su lugar. Antes de que el menor dijera algo, prosiguió: —Me dijo que usted quiere que se case con Kim Minjeong. Amo a Chenle, y sé que el me ama a mi. Deje que cuide de él y que él cuide de mi, por favor.

—Así es— siguió Chenle. —, es por eso, madre, porque salgo con Jisung, que no puedo casarme con Minjeong. De verdad, siento decepcionarte: no soy el hombre que tu esperabas, pero...

—Está bien— Victoria lo cortó, cruzó una pierna de forma elegante. —, haré de cuenta que les creo, pero no hablaré con Minjeong, ni con su madre, sobre anular la propuesta de matrimonio. Si no logran convencerme de que su romance es verdadero, te casarás con Minjeong. Y ese será tu castigo por mentirme tan cruelmente. Por ahora bésense.

Ambos se miraron preocupados. Como una escena cliché de un drama de media noche, ellos tenían que besarse.

¿A los cuántos besos dejamos de ser amigos? » jichen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora